Los desastrosos resultados que registró ERC a las últimas elecciones catalanas, el pasado 12 de mayo, sumados a los también pésimos resultados de las convocatorias anteriores, abrieron la caja de los truenos en el partido. Oriol Junqueras aceptó abandonar la presidencia, pero dejó claro que se volvería a postular para seguir mandando. Marta Rovira, contrariamente, dijo que ella no volvería a optar a la secretaría general, mientras que Pere Aragonès —que anticipó las elecciones que desembocarían en el descalabro— también abandonaba la escena. Los resultados de Junts per Catalunya tampoco fueron nada buenos. En este caso, sin embargo, lo que se vislumbra es que el líder moral del partido, Carles Puigdemont, dejará de ser un militante de base para ponerse al frente de la formación como presidente. Al revés del candidato Aragonès, el candidato Puigdemont no ha optado finalmente por hacer mutis, sino que se convertirá formal y oficialmente en el número uno.
No se espera que en Junts, cuyo congreso está programado para finales de octubre, en concreto para los días 25, 26 y 27, nadie discuta a Puigdemont, ni el cargo ni el liderazgo. Todo lo contrario. Los juntaires parecen, al menos de puertas afuera, encantados con la situación. Las voces que desde el independentismo han argumentado que es hora de que los protagonistas del 1-O den un paso atrás no han tenido, por lo que se ve, ningún efecto sobre Junts. Entre los postconvergentes no se producirá ningún casting para intentar encontrar a un nuevo líder para la etapa abierta con la conquista del gobierno de la Generalitat por parte de los socialistas.
Si en Junts todo el mundo tiene claro quién manda y quién seguirá mandando en el futuro próximo, en ERC todo es muy confuso. A fecha de hoy, el partido se encuentra en una angustiante situación de impasse con respecto a su dirección, en manos de una Marta Rovira que no seguirá. ERC ha tenido que afrontar, además del batacazo electoral, la salida de la Generalitat. Por si eso fuera poco, le estalló el desagradable escándalo del cartel de los Maragall y el alzhéimer y se encontró en el aprieto de tener que decidir si daba el gobierno de la Generalitat a Salvador Illa o provocaba una repetición de los comicios.
Se desconoce todavía quién será el adversario o adversaria que intentará tumbar a Junqueras
En el próximo congreso de ERC, a finales de noviembre, el 30, los militantes tendrán que optar entre Junqueras —si no es que, cosa muy improbable, el expresidente del partido renunciara a presentarse— y el candidato de los que quieren, tal como han reiterado, una renovación profunda de la cúpula republicana y una refundación del partido. Estos segundos, entre los cuales está Marta Rovira, creen que la nueva etapa debe caracterizarse por un modo de proceder diferente. El problema de este sector, los llamados roviristas, es que de momento no han encontrado a una cara que encarne esta renovación y les pueda representar. No tienen, por ahora, un candidato para enfrentarse a Junqueras.
Esta falta de candidato se hizo evidente el pasado jueves 29 de agosto. Entonces comparecieron ante la prensa los principales impulsores de la candidatura alternativa a Junqueras. Pero no tenían todavía finalizado el casting. Es decir, no sabían, ni se sabe a la hora de escribir estas líneas, quién optará, por parte de los roviristas a la presidencia del partido. Vaya, que se desconoce quién será el adversario o adversaria que intentará tumbar a Junqueras. Como el casting todavía no había dado resultados, los promotores de la renovación aseguraron, para salir del paso, que ellos apuestan por una dirección "coral". Todo hace pensar que la comparecencia ante los medios vino obligada por la necesidad de demostrar que la candidatura anti-Junqueras está viva y en progreso. Hay que tener en cuenta que Junqueras, por su parte, lleva mucho tiempo recorriendo el país de arriba abajo sumando apoyos.
Será complicado encontrar a un candidato alternativo que pueda plantar cara a Junqueras. Recordemos a continuación qué requisitos hacen falta para poder lograr el trabajo: a) tiene que ser una persona que no haya estado en primera línea en ERC durante la anterior etapa; b) que pueda ganar a Junqueras en el congreso de ERC, es decir, que pueda conformar una mayoría en torno a su figura, y c) que pueda ser un candidato tan atractivo para el electorado catalán como Junqueras (o más), es decir, que pueda ganar elecciones.
No parece nada fácil. Y los días corren.