Ahora mismo en Catalunya tenemos cinco problemas muy graves que se tienen que afrontar y resolver inmediatamente si queremos sobrevivir como pueblo (o simplemente sobrevivir, porque todo hace aguas). Primer punto a resolver: el catalán está al límite de la muerte; un empujón más y ya le podremos decir «adiós, ha sido un placer conocerte». Necesitamos urgentemente que todos los catalanohablantes y todas las empresas catalanas mantengamos siempre el catalán (en cualquier contexto), y que se hagan leyes para protegerlo. El catalán es una lengua preciosa y puede abrirnos tantas puertas como el castellano; solo hay que creérselo. Una lengua crece cuando se habla; hablémosla, pues.

Necesitamos urgentemente que todos los catalanohablantes y todas las empresas catalanas mantengamos siempre el catalán

Segundo punto: no recuerdo haber visto tanta delincuencia en mi vida. Yo no sé vosotros, pero yo no quiero vivir con el miedo a que, si salgo un momento a comprar pan, llegue a casa, con un cuchillo clavado en la espalda y sin el pan que he comprado, y me la encuentre ocupada por unos gamberros que trafican con droga. Como los delincuentes saben que no los encerrarán en la prisión porque los juzgados están saturados y porque por mucho que atraquen o roben son de azúcar, esto es un paraíso para ellos.

Tercer punto: la sanidad envidiable que teníamos hasta ahora se está desmoronando por una mala gestión y por una falta de inversión económica. En Madrid prefieren gastarse el dinero en la realeza y el ejército que en quirófanos y buenas condiciones laborales para los trabajadores del ámbito sanitario. Esto ha provocado que los médicos de aquí emigren y los de fuera vengan aquí a trabajar (dejando a un lado que se han sacado el título en otro país y no sabemos si tienen los mismos conocimientos que los de aquí). Totalmente absurdo, ¿verdad? En Catalunya, además, se suma el hecho de que la mayoría de los médicos recién llegados solo hablan castellano (algunos de ellos con una prepotencia y unos delirios de grandeza admirables).

Cuarto punto: el sistema educativo parece un chiste, el profesor ha perdido completamente la autoridad y quien manda son los niños y los padres de los niños. Estamos más centrados en no ofender a nadie con el masculino genérico que en educar y formar a niños para que tengan unos conocimientos que les puedan servir en un futuro para ser independientes física y mentalmente (hay algunos que no saben nada del Holocausto, llevado a cabo por los nazis, que hizo perder la vida a millones de personas; no una o dos, millones). Aparte de eso, como ocurre en otros puntos, muchos profesores no saben hablar catalán y dan las clases en castellano sin que nadie les diga nada (porque también saben que son de azúcar). O hablan castellano o tienen una depresión de caballo por las malas condiciones en las que trabajan y por la burocracia enfermiza que les obligan a hacer a diario.

Y por último, el quinto punto: hay más recién llegados de los que podemos asumir. Es un hecho que todo el mundo sabe, pero poca gente se atreve a hablar de ello. A mí me parece fantástico que venga gente de diferentes partes del mundo y de culturas completamente diferentes de la nuestra a vivir a Catalunya (me encanta conocer otras culturas y aprender otras lenguas), pero ¿no os parece que se nos está yendo un poco de las manos todo ello? Todo tiene un límite, si continuamos así, los catalanes autóctonos seremos residuales en nuestra propia tierra. ¿Pretendemos erradicar y sustituir nuestra cultura (junto con nuestra lengua)? Porque, si continuamos así, es lo que va a pasar. Está muy bien querer ayudar a los demás, pero, y a nosotros, ¿quién nos ayuda? Quizás lo primero es que estemos bien nosotros y después ya ayudaremos a quien haga falta, ¿no? Me parece bastante lógico y justo, y, de hecho, cualquier persona con autoestima haría lo mismo, porque llegará un punto que, de tanto ayudar, vamos a desaparecer, y yo no he venido a este mundo a sacrificar mi vida por los demás. Podemos asumir un número determinado de gente, no más; y menos sin tener un estado detrás que nos proteja y que nos permita decidir qué hacemos con nuestro dinero.

Yo no sé si es que soy clarividente, pero veo las cosas mucho más sencillas y mucho más claras de lo que quieren hacernos creer. Para resolver estos cinco puntos, el primer paso sería, lógicamente, declarar la independencia de Catalunya y empezar a decidir dónde destinamos nuestro dinero. Y el segundo paso, proteger nuestra lengua y cultura, porque, si acogemos a tanta gente de fuera, nosotros pronto desapareceremos. Todo tiene un límite, y el de Catalunya hace tiempo que lo hemos traspasado. Si no cambiamos las cosas de inmediato, la diferencia entre ricos y pobres y el aumento de la delincuencia serán cada vez más acentuados, y de catalán no quedará ni el pantumaca.