Las personas nos aguantamos de pie porque tenemos un centro. Lo podemos ubicar en la cabeza o en los pies, en el corazón o en el alma. Es un punto de apoyo interno, o quizás reside fuera de nosotros. Cuando el cantante siciliano Franco Battiato cantaba con aquella voz intrigante “cerco un centro di gravità permanente”, su clamor iba directo a una necesidad: querría un centro de gravedad permanente que no me hiciera cambiar las ideas sobre las cosas ni sobre la gente. Battiato lo buscaba, porque no lo había localizado todavía. La canción es de 1981, y a finales de los años 90 en una entrevista en Italia soltó que “quizás sí que lo había encontrado”, pero no fue explícito. Battiato exprimía cultura en cada verso, y para seguirlo se tienen que tener referentes culturales, artísticos, históricos, filosóficos y religiosos. Sin ellos, sus canciones no se entienden, porque desprovistos de qué es la Dinastía Ming, las corales rusas, los bonzos, el jazz punk inglés, el Katakali o Radio Tirana no se pueden seguir sus melodías. O captar el sentido.
La búsqueda del sentido, la necesidad de una boya existencial para balizar dónde estamos, para amarrarnos y no perdernos, es una constante
Fabio Cinti, que había conocido al artista siciliano Battiato, lo definía así: “Es como el Etna, un volcán. En él me impactó la diferencia entre una imagen pública casi austera y severa y, en cambio, su increíble dulzura e ironía”. En Centro di gravità permanente, una canción que funciona, Cinte encuentra aquella mezcla de maestría de la escritura y la fortuna, pero sobre todo la alquimia perfecta con un mundo alto, culto, con aquel irreverente y juguetón típico de la naturaleza de Battiato, no solo la musical, sino la humana.
El grupo irlandés U2, fundado en 1976, tampoco ha encontrado aquello que buscaba (“I still have not found what I am looking for”), y sus satánicas majestades, los Rolling Stones, con su “I can't get no satisfaction”, también confiesan que no pueden conseguir la satisfacción. Los filósofos, los teólogos, los psicólogos, los antropólogos, los sociólogos, pero también los biólogos y tantos otros especialistas van estudiando dónde debe estar este centro. Los artistas también lo siguen buscando y reconocen que no lo encuentran. Sea cual sea la respuesta que cada uno nos damos a estas cuestiones trascendentales, la búsqueda del sentido, la necesidad de una boya existencial para balizar dónde estamos, para amarrarnos y no perdernos, es una constante.