El revulsivo que supuso para Pedro Sánchez la derrota de las elecciones andaluzas marcó la inflexión en la acción política del Gobierno, del PSOE y en la estrategia de Moncloa con los territorios de cara a la cita de mayo. El resultado ha sido cierta recuperación de Sánchez en las encuestas y una tendencia al desgaste de Núñez Feijóo. A su izquierda, la maltrecha estrenada coalición Por Andalucía (Podemos, IU y Más País) obtuvo tan solo 5 escaños. Ese hundimiento, lejos de haber servido de estímulo para reaccionar, ha ido distanciando aún más a Podemos de Yolanda Díaz. 

Si nada cambia —y no hay indicios de mejora— todo apunta a que la cuestión preelectoral será: ¿hasta dónde se puede tensionar el espacio de la izquierda sin poner en riesgo la coalición? Ambas partes confirman que ha crecido la distancia entre Podemos y Yolanda Díaz, y las relaciones están más rotas que en julio. Y ambas se culpan off the record, pero solo una lo verbaliza. Es paradójico que Pablo Iglesias, sabedor del precio de la división en las urnas, haya expuesto sus postulados con tal agresividad verbal. Con referencias a la “ingenuidad sonrojante”; “hay que ser estúpido” por pensar que a una candidatura de la izquierda a las generales le irá bien si a Podemos le va mal en mayo, o es “reaccionario” quien ve un problema en los partidos. Y es sonrojante mantener después que no se refería a Díaz.

Los líderes son importantes, pero sin proyecto colectivo solo hay mesías 

Desde Podemos defienden a los partidos como la herramienta de los débiles para defender sus derechos y ponen un ejemplo: si no se monta Más Madrid, se va Manuela Carmena y no queda nada. Los líderes son importantes, pero sin proyecto colectivo solo hay mesías (sic). Pero en la base, Podemos no respeta el proceso de asociación abierta y escucha de Yolanda Díaz, porque no se fían de ser excluidos en la candidatura y creen que está montándola sin ellos. La estrategia ya no es apoyar a Yolanda Díaz, sino forzar la exigencia de una coalición de Podemos y Sumar.

Y hay un malestar de fondo en el espacio feminista. Pasa por cuestionar por qué un hombre progresista como Iglesias ha dejado a dos mujeres al frente y les hace sombra desde su falsa condición de militante de base. Ocupa el espacio de la secretaria general Ione Belarra y no se aparta de la primera candidatura de una vicepresidenta del Gobierno a las generales.

Mientras, Podemos e IU se presentarán a las autonómicas y está por ver dónde se cierran acuerdos. Para los primeros, la prioridad son las ciudades y revalidar donde ya gobiernan. En Aragón, con el PSOE de Javier Lambán; en Navarra, donde el consejero de Justicia es de Podemos; en la Comunitat Valenciana, con Compromís y el PSOE; en Canarias o en La Rioja.

De cara al final de legislatura, la confrontación no está en la agenda legislativa y al menos solo hay discrepancias con el socio. La ley de vivienda sigue embarrada, a pesar del acuerdo cerrado entre Yolanda Díaz y Pedro Sánchez para desbloquear los presupuestos ahora vigentes. Pactaron el tope a los alquileres en 2021 y la norma sigue en el aire. Como la ley trans, la ley de animales —con la polémica enmienda de los perros de caza— o el retraso en la ley de familias.

A seis meses de la cita de mayo, la inercia es la colisión entre Podemos y Sumar. En Ferraz, el PSOE y el Ejecutivo están pendientes y miran de reojo el proceso con preocupación. La reedición de la coalición pasa por la suma de bloques ideológicos y cada fracción a la izquierda del PSOE resta a Sánchez.