La temporada de la segunda legislatura en su primer año de vida cierra muy en alto. Con la imagen de un juez entrando en el Palacio de La Moncloa para interrogar como testigo al presidente del Gobierno antes del habitual despacho de Pedro Sánchez con el Rey en Marivent. Si el interrogatorio a los cinco meses de instrucción es insólito, el contraste juez-Sánchez-rey lo es más. Antes de la cita, la comitiva judicial habrá instalado el sistema informático para grabar la comparecencia e inmortalizar a Sánchez en la debilidad a la que le somete una causa polémica por cómo la conduce el juez Juan Carlos Peinado. La foto será la de Sánchez rodeado por el magistrado, Vox como anfitrión de las acusaciones, la Fiscalía y la defensa de su mujer, Begoña Gómez. Es imposible saber qué preguntas le hará y qué indicios maneja Peinado. Las resoluciones son genéricas y no concretan cómo se habría articulado un tráfico de influencias por el que le cita en condición de marido después de reconocer que investiga a Begoña Gómez durante el mandato del Sánchez presidente. 

A izquierda y derecha, los expertos constitucionalistas señalan la vulneración del derecho de recurso. El hecho de que Peinado interrogue a Sánchez sin permitir que su defensa acuda a la Audiencia Provincial para que tres magistrados avalen la diligencia. Una celeridad que causa un daño irreparable de las posibles garantías arrolladas. El juez no elevará de momento exposición razonada al Supremo para imputar a Sánchez. Primero, porque sería incapaz de exponer un relato penal coherente. Segundo, porque el tiempo mediático no es propicio. 

Con todas las formaciones nacionales exhaustas y sin mucho más que ganar, toca parar

Así que después de la foto, vacaciones. El parón esta vez sí toca. Hace un año, tras la cita del 23-J, vino la constitución de las Cortes a mediados de agosto y desde ahí continuaron las negociaciones de investidura con Junts. Todos tenían incentivos para apurar cada minuto. Ahora, el incentivo es bajar el ritmo. Nadie tiene nada que ganar convirtiendo agosto en un mes útil. El PP no ha conseguido forzar un adelanto electoral en 2024 y la estrategia interna del partido acusa desgaste. Al agotamiento de un año duro se suma una línea de oposición que no acaba de conectar con el votante, basculante entre el discurso convencional y el más extremista en su competición con Vox. Una táctica que ni siquiera saca el rédito necesario en las urnas. Y luego está la construcción del liderazgo de Alberto Núñez Feijóo. En las encuestadoras privadas, no ha llegado al 5 de valoración media que sí tenía cuando fue elegido presidente del PP en 2022. En Sigma Dos, Sociométrica, GESOP, Invymark o GESOP no aprueba y en la comparativa del CIS de abril de 2022 y junio de 2024 cae más de 20 puntos. En cuanto a Vox, después de romper los gobiernos autonómicos, necesita más tiempo para recolocarse.

 

En agosto el Gobierno tampoco conseguirá avanzar en los presupuestos generales por más que el equipo de María Jesús Montero haya exprimido el mes. El Ejecutivo no contaba con las derrotas parlamentarias del último pleno del Congreso (reforma de extranjería y techo de gasto) y las conversaciones con Junts tienen el cortafuegos de las negociaciones con ERC para investir a Salvador Illa. A esto hay que sumarle una ley de amnistía que se aplica en juzgados de instrucción, pero tiene el freno del Supremo. Y los acuerdos que soliviantan al partido socialista fuera de Catalunya, como el de ERC para investir a Salvador Illa que reaviva la tensión en las filas territoriales de Sánchez y rearman a la oposición.

Por parte de Yolanda Díaz, después de un ciclo electoral nefasto y dejar a Sumar sin liderazgo orgánico y una pseudogestora con cuatro miembros de la ejecutiva, espera al otoño para elegir nuevo coordinador. Entre tanto, agosto no le va mal para reubicarse y visualizar su espacio en el Gobierno.

Así que con todas las formaciones nacionales exhaustas y sin mucho más que ganar, toca parar. Hay una sensación compartida por todos. Septiembre arrancará con el termómetro de la dureza política mucho más alto. El Ejecutivo intentará arrancar una legislatura que sigue en punto muerto con unos presupuestos que el Gobierno necesita para continuar. Son el contador de Sánchez. Si no los saca en 2024, será difícil que el Ejecutivo aguante la presión más allá del próximo verano. Por su parte, la derecha continuará compitiendo entre sí y apretará para forzar un adelanto electoral convirtiendo el clima social en irrespirable. La moción de censura sobrevolará entre las opciones. Y así, hasta que el termómetro aguante. Pero eso será a partir de septiembre.