Fuera como fuese —y ya sabemos cómo escuece lo que repite el PNV— Convergència se despistó cuando se negoció la financiación en el posfranquismo. Mientras los vascos —materialistas— tenían clara cuál era la prioridad, los catalanes hacían poesía. David Madí, en Merèixer la victòria, admite que así parece que fue. David, que está de vuelta, tiene la dudosa virtud —por los tiempos que corren— de decir a menudo lo que piensa. Y si es necesario, señalar errores, aunque sean cercanos.
Convergència dio continuidad a una funesta tradición histórica del catalanismo. ERC, cuando era hegemónica, tropezó con ello repetidamente, dramáticamente, en la fase final de la República. Cuando esta ya agonizaba. Los republicanos de Companys y Tarradellas se dejaron coger la llave de la caja por el jefe de Gobierno de la República, el jacobino Juan Negrín. Cuando este mandó, asentado en Barcelona, que catalanes y vascos transfirieran todos sus recursos económicos al Gobierno, el Govern Companys pataleó airadamente. Pero cedió. A partir de aquel día todo fue limosnear, un calvario económico que posteriormente repercutiría en la comunidad catalana de exiliados, que quedó a la intemperie.
Los vascos se hacen los sordos
En cambio, los vascos, el PNV, se hicieron los sordos ante el doctor Negrín. A pesar de su fragilidad. Desde junio de 1937 el gobierno vasco se había refugiado e instalado en Catalunya, como también lo tenía que hacer despóticamente el gobierno Negrín. O el mismo Azaña, que se pasó media guerra cómodamente refugiado en Montserrat, como si fuera el virrey, a cuenta de la Generalitat, que pagaba todas las facturas. No se recuerda nunca que Lluís Companys salvó primero el monasterio (inicialmente, a todos sus monjes), lo preservó durante tres años de la fiebre incendiaria de las hordas libertarias y, finalmente, lo hizo gestionar económicamente, todo el complejo de Montserrat, abierto a la ciudadanía con toda normalidad, garantizando su viabilidad. Montserrat, a pesar de la guerra y la criminal caza de brujas, siguió siendo un oasis espiritual.
Cuando Negrín y sus sucesores tuvieron los recursos de la Generalitat y la llave de la caja, no dudaron en asfixiar a la Generalitat. Hasta el punto que en el exilio, ¡los vascos hicieron de prestamistas del gobierno catalán! Lloraba Irla, lloraba Tarradellas, lloraba Companys en el año y medio que estuvo en Francia antes de ser extraditado y asesinado. Un valle de lágrimas por no haber defendido cuando tocaba la autonomía financiera.
Los republicanos catalanes no tenían un duro para mantener una infraestructura digna del gobierno en el exilio, porque en el momento clave cedieron a favor del centralismo democrático que encarnaba Negrín. Ya entonces, aunque la lehendakaritza tuvo una vida efímera, los vascos tenían siempre la bolsa llena. Sobrados. Lo cual les procuraba un exilio ordenado. Gracias —hay que recordar— a que en su momento fueron intransigentes ante las pretensiones recentralizadoras de Negrín. Se pusieron a trabajar mientras en ERC se picaban el pecho ufanamente.
La financiación tendría que ser un objetivo prioritario del conjunto del catalanismo, una prioridad compartida por todos los que defienden una Catalunya próspera y más justa, con recursos y solvencia financiera
No hay dos tropiezos sin tres
La amnistía arrancada al gobierno del PSOE ha sido un hito importante a pesar de la férrea oposición judicial, cándidamente ignorada por Waterloo cuando tiraron cohetes antes de tiempo. Como, aunque pese, antes habían sido importantes los indultos o la derogación de la sedición, que abrieron camino, y que sí que tuvieron efectos inmediatos. Eran medidas antirrepresivas, justas. Pero aquello fundamental, sustancial, de país, era, ha sido y es la financiación. Es en este punto que toma todo el sentido cuando Josep Pla dice "lo que más se parece a un español de derechas es un español de izquierdas". Para Catalunya, infinitamente mejor un Govern insulso con una verdadera autonomía financiera, que uno catalanista de pies a cabeza con las limitaciones actuales.
Pero parece ser —de hecho, todo indica que así será— que el catalanismo —ahora el independentismo encendido— volverá a tropezar con la misma piedra. No por desidia, ni por confusión estratégica, sino por puro partidismo disfrazado de maximalismo. Poner palos a las ruedas será la máxima.
Tras Sánchez Llibre tocando el timbal
En ausencia de alguna idea mejor, de alguna mínima inteligencia estratégica, el nuevo y principal objetivo del mesianismo será hacer fracasar cualquier posibilidad de mejora sustancial de la financiación. La lírica, la retórica, la poesía, pasarán nuevamente por encima de aquello que tan claro tenían personajes como Samaranch, a quien se atribuye aquello de "no hay autonomía política sin autonomía financiera". ¡Cuánta razón!
El independentismo se tendría que haber puesto al abrigo de las patronales catalanas cuando hace cuatro días volvían colegiadamente a denunciar el maltrato fiscal a Catalunya. Una iniciativa a la cual también se sumó Foment del Treball con el astuto Josep Sánchez Llibre al frente, con sus moderadas y encantadoras artes de seducción. Da lo mismo si por necesidad o por convicción. Más todavía, al independentismo le hubiera bastado con tocar el timbal tras Sánchez Llibre haciéndole de caja de resonancia, que fuera su estampa la que liderara y apadrinara la mejora de la financiación, tanto si se inspira en el concierto vasco —como mantiene ERC— como si es más aguada, que viene a decir el exconseller de Economia Jaume Giró, una de las escasas voces que desafían públicamente los planteamientos del jugadamestrisme.
El ruego a 'la Morena de la serra'
Una buena financiación no tendría que ser una bandera exclusiva del independentismo —como quien estúpidamente lo ha pretendido— cuando resulta que, además —afortunadamente—, no es así. La financiación tendría que ser —como mínimo— un objetivo prioritario del conjunto del catalanismo (como lo tendría que ser la lengua catalana), una prioridad compartida por todos los que defienden una Catalunya próspera y más justa, con recursos y solvencia financiera.
Desgraciadamente, no será así. Hay quienes subirán a Montserrat no para pedir la intercesión de la Moreneta a favor de una buena financiación. Todo lo contrario, irán rogando para que la Morena de la serra haga lo posible para evitar que prospere. Cirio en mano, lo depositarán a pies de la Virgen con un pecaminoso ruego: que todo vaya por el mal camino y que sus impulsores se hagan daño.