La furia desproporcionada con la que el concejal de Ciudadanos en Gavà, Miguel Ángel Ibáñez, se ha dirigido por carta a las autoridades francesas de Perpiñán, ayuda a entender que los incidentes contra el Ayuntamiento de Reus y los enfrentamientos, contra pacíficos ciudadanos por los lazos amarillos, forman parte de una inaceptable campaña de intimidación política, de incitación a la violencia. A través del uso de la fuerza y de los hechos consumados. La doctrina de Jordi Cañas según la cual “os vamos a montar un Ulster que os vais a cagar” se ha acabado imponiendo como la estrategia prioritaria del partido del resentimiento anticatalanista, que de este modo, expresa su frustración por haberse convertido en políticamente irrelevante, tanto en el Parlamento español como en la Cámara de la Ciutadella. Ciudadanos es hoy el partido de la exaltación tumultuaria, de la confrontación contra todo lo que sea independentista, catalanista o catalán en Catalunya y, no hay que olvidarlo, es el partido que tiene en la práctica la impunidad necesaria para hacerse dueño y señor de las calles de las poblaciones catalanas, gracias a la pasividad de las fuerzas del orden. La policía de Catalunya continúa perfectamente bloqueada bajo los efectos del artículo 155, la situación hoy es ésta, y los paramilitares de la Guardia Civil y los agentes de la policía española ya no sirven al interés general de la ciudadanía sino que actúan como una fuerza de ocupación colonial. La agresión al fotoperiodista Jordi Borràs por parte de un inspector de la policía que se identificó públicamente como fascista —al grito de Viva España y Viva Franco— no sólo no ha sido castigada sino que ha sido aplaudida por el secretario de la Unión de Oficiales de la Guardia Civil (UO), Juan Ramón Manzanares, quien se burló recientemente del agredido. La convivencia en Catalunya hoy es ejemplar pero tampoco se puede negar que hay quien hace todos los esfuerzos posibles para que deje de serlo. Para que se llegue a un enfrentamiento físico entre catalanes que sirva para desatar, como reacción, una durísima represión contra el independentismo, hasta el punto de que se deje fuera de la ley a todas las formaciones políticas que reclaman la separación de Catalunya del resto de el Estado. Esta es, lamentablemente, la estrategia de tierra quemada del españolismo, la última estrategia, porque está convencido de que la independencia catalana es irreversible, y que sólo a través de la violencia se podrá mantener la sacrosanta unidad de España.
A través de Twiter, el españolista Eduardo Llorens (@Eduardo_Llorens) decía esto ayer a las 7 y 30 minutos: “La acción es buena. Muy buena. Hay que forzar la reacción violenta de los independentistas. El relato de rotura social lo tenemos bien construido pero faltan actos de violencia suyos donde consolidarlo. Al final saltarán, es cuestión de insistir.” Los enemigos de Ciudadanos —me parece que ya se han ganado sobradamente el derecho a que les llamemos así— son conscientes de que la violencia policial y paramilitar del primero de octubre contra una población indefensa ha sido fatal contra el españolismo. Son conscientes de que estamos ganando a cada minuto la batalla incruenta por la independencia. Pero también saben que, ante la opinión pública internacional, partidaria siempre de la democracia y del pacifismo, cualquier agresión física por parte del independentismo catalán sería el pretexto ideal para destruirlo, para aniquilarlo. Porque si esto ocurriera se acabaría suspendiendo de nuevo la ridícula autonomía que tenemos, los partidos independentistas serían declarados ilegales y, en nombre de la reconciliación y de la buena armonía de los habitantes de Catalunya, se nos exigiría someternos a una españolización radical, a una lobotomía que nos pacificara al menos durante algunas generaciones. La única respuesta a las provocaciones del partido de Inés Arrimadas, la hija del policía, es la de siempre. Indiferencia pacífica y buen humor, aunque sea una respuesta difícil de mantener cuando la sangre te corre por la cara. La única respuesta a las provocaciones violentas del españolismo debería ser la unidad provisional del independentismo en un único movimiento político, para que no puedan decir nunca más que son el partido que ganó las elecciones y que Ciudadanos representa a la mayoría de los catalanes. Dejemos de lado, de una puñetera vez, las ideas primarias de la violencia y del partidismo entre compatriotas. Eh, sólo es una opinión.