Estuve pensando un rato en el título de este artículo. Y la razón era por si los náufragos de Ciudadanos todavía tienen pasta para pagar la luz de sus sedes después de una caída al vacío electoral. "Cualquier tiempo pasado fue mejor", del poema de Jorge Manrique, sería el eslogan perfecto para Ciudadanos de cara a las próximas elecciones autonómicas, pero ellos, con el siempre conciliador Jordi Cañas como ideólogo, han escogido "Detenlos", con la fotografía de Puigdemont y Sánchez dándose la mano. Hay que decir que la fotografía está editada. La expresión de perversidad de Sánchez y Puigdemont es digna de una fétida película gore. Y es que como partido amante de la sangre, Ciudadanos quiere morir matando.
Ciudadanos es ya la crónica de una muerte anunciada. Un cadáver que apesta igual que cuando se formaron y convirtieron la política catalana en un estercolero de improperios y malas praxis. En aquellos tiempos, con Rivera tapándose las vergüenzas, los tuvo a él y a Cañas como pistoleros. Los ideólogos de aquella formación neófita, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Albert Boadella y Félix de Azúa, prefirieron mantenerse a la sombra y es que eso de la política es una cantidad de trabajo para aquellos que no han movido un dedo en su vida. Y lo hicieron bien. Rivera era adorado como un joven abogado de locución florida y agresiva. Lástima que detrás de la musculación, solo había esteroides anabolizantes intelectuales. Cada vez que Rivera introducía en su discurso una frase extraída de un libro de un pensador X, se le veían las costuras de la Wikipedia. El joven Rivera era como el Rivera madurito, un fake.
Ciutadans o Ciudadanos nació para destruir. Era y es una formación tan anticatalanista que se vieron mimados por los poderes mediáticos españoles para hacer todo aquello que ni el PP ni el PSOE se atrevían a hacer en Catalunya y entraron en el Parlament como matones de taberna convirtiéndose en un modelo de conducta política. No se entendería la delincuencia verbal que vive el Congreso de los Diputados en 2024 sin el paso de Ciudadanos por la política, primero autonómica, después nacional. Y poco a poco, Ciudadanos fue derivando de la socialdemocracia, un fake, al reaccionarismo nacionalista español, la realidad. Hay discursos de Albert Rivera que recuerdan, en la forma y el contenido, a los de José Antonio Primo de Rivera previos a la Guerra Civil. Y si no me creen, viajen por Youtube.
Ciudadanos nació para hacer antipolítica y anticatalanismo, con aquel famoso Foro Babel como piedra filosofal y el catalán como obsesión
Cuando Albert Rivera dio el salto a la política española, dejó a Inés Arrimadas como líder de Ciudadanos en Catalunya. Y la dejó bien adiestrada. Detrás de aquella cara de buena niña, se escondía una política con los escrúpulos a la altura de la cloaca. Inés es de aquellas personas que con una sonrisa son capaces de enviarte a galeras por un amor incondicional a la España de sus ancestros. ¿La sede de la Policía Nacional en Via Laietana en la época de los hermanos Creix? Quién sabe.
Como muchos recién llegados de otras regiones de España, Arrimadas justificaba su objetividad hacia Catalunya por el hecho de hablar perfectamente el catalán siendo de Jerez de la Frontera, por haberse casado con un exconvergente y por ser del Barça. El aprendizaje del catalán es meritorio. Y para andar por el duro camino procesista, escogió a Carlos Carrizosa como segundo. Y es cierto. Ganaron unas elecciones, pero una vez convertida en la formación con más diputados en el Parlament, a Arrimadas le pasó como a Rivera. Detrás de la imagen, solo había esteroides anabolizantes intelectuales. Cuando cayó Rivera en Madrid, lo sustituyó Arrimadas, y de aquí, a la nada electoral. Ciudadanos iba de Titanic, pero tenía menos calado que una chalupa.
Ciudadanos nació para hacer antipolítica y anticatalanismo, con aquel famoso Foro Babel como piedra filosofal y el catalán como obsesión. Aunque hay ciertas dudas de si estos padres fundadores hubieran creado un partido político si el president Maragall les hubiera obsequiado con un cargo del tipo director del Teatre Nacional o secretario de la Presidència por los servicios prestados al socialismo.
Carlos Carrizosa será el último en apagar la luz. Metafóricamente hablando, claro, y es que se intuye la defunción de su partido. Y no habrá que hacerle una autopsia, porque todo el mundo sabe de qué ha muerto. Ha sido la bestia perfecta y, ahora, sus votos y sus diputados tránsfugas ya han huido al PP o a Vox. Carlos, Anna y compañía ya se verá qué hacen para seguir la ardua tarea de envenenar la política.
Y como colofón, quiero explicar una anécdota. Al día siguiente de la Via Catalana, se celebró una fiesta literaria en la sede de RBA. Y allí coincidí con Carlos Carrizosa, entonces un político en la sombra de papá Rivera, y con Carina Mejías. Misteriosamente, Carlos creía, ya que yo colaboraba en El Mundo y mi padre escribía en castellano, que era de los suyos y le paré los pies. "Vuestro partido me parece execrable", le dije, y para acabar de rematarlo, añadí que había participado en la Via Catalana. Carrizosa me miró con desprecio. "Tu padre sentiría una gran vergüenza de ti", contestó. Pensé en mi padre y la vergüenza por la Via, y no vi relación, y para cerrar la conversación, le deseé que volviera a casa para seguir la lectura de las obras completas de José Antonio Primo de Rivera. Carrizosa y Mejías se quejaron a Álex Sàlmon, y mi vida periodística ya no fue tan fácil.
Me sabe mal por Carrizosa. Y me sabe mal que sea él el encargado de apagar la luz de Ciudadanos y darse cuenta de que ya lo habían dejado a oscuras desde Madrid. España no es generosa ni con sus hooligans.