Una de las sonatas más conocidas de Beethoven es la melancólica "Claro de luna". La Luna, el astro que nos ilumina de noche, ha sido siempre un icono en todas las sociedades humanas, muchas veces como símbolo religioso contrapuesto al poder luminoso del Sol. El Sol y la Luna, el día y la noche... Los humanos somos animales diurnos y la mayor parte de nuestra actividad la realizamos de día, mientras que reservamos la noche para actividades más reposadas y el descanso. Aunque lo sabemos, no solemos ser conscientes de la gran diferencia entre nuestra visión diurna y la nocturna. Los ojos, que son nuestra ventana al exterior, nos dan una medida del mundo. Así, de día, vemos los objetos que nos rodean a todo color, claros y definidos, y podemos descubrir todos sus detalles. En cambio, por la noche, si no tenemos ninguna luz adicional y solo nos guiamos por la luz de la luna, todo el mundo se define en una escala de grises, con el blanco y el negro como contrapuntos extremos. Si es luna llena, aún podemos atrevernos a andar por un camino si no hay ningún obstáculo, pero sabemos que no tenemos precisión en nuestras medidas de los espacios, ni distinguimos los detalles de los objetos. Verdaderamente, la falta de luz nos impide distinguir los objetos con claridad y la realidad nos es escondida.

Nos podemos preguntar, ¿por qué existe esta gran diferencia entre el día y la noche? Pues la diferencia radica en nuestras células fotorreceptoras que tapizan el fondo de nuestra retina. Los vertebrados tenemos dos tipos de células fotorreceptoras, que denominamos bastones y conos, que se excitan con la luz que entra cruzando todo el ojo. Tenemos muchos más bastones que conos, y en la retina humana hay en torno a un 92% de bastones por un 6-8% de conos. Los bastones son muy sensibles a la luz, se pueden excitar con el impacto de un solo fotón de luz, por lo tanto, aunque haya solo la luz tenue de la luna, se pueden excitar. A pesar de esta elevada sensibilidad, los bastones no nos permiten distinguir longitudes de onda, es decir, no nos permiten ver los colores, y por eso cuando hay muy poca luz solo vemos en blanco y negro. Están repartidos por toda la retina y nos proporcionan visión periférica. Por otra parte, los conos necesitan fotones de elevada intensidad, y solo se excitan cuando hay bastante luz. Los humanos tenemos de tres tipos, los cuales se excitan con luz de longitudes de onda distintas, concretamente nos permiten distinguir los colores azul, verde y rojo, en todas sus combinatorias. Hay gente que ha calculado que nuestro espectro visible nos permite distinguir aproximadamente un millón de colores. Tenemos una pequeña región de la retina donde abundan mucho los conos, la mácula, en cuyo interior, la fóvea, solo presenta conos, en una altísima concentración; por eso, cuando hay luz intensa, además de ver los colores, tenemos agudeza visual y podemos distinguir detalles de los objetos y leer un texto. Todos los vertebrados tenemos una combinatoria de conos y bastones distinta, en proporción, y también, con respecto a los conos, distintos conos sensibles a longitudes de onda diversas, que a veces coinciden con las nuestras, pero también hay organismos que pueden detectar la luz infrarroja y otros que pueden detectar la luz ultravioleta. Si queréis saber más sobre nuestra visión y la de muchos otros organismos, os recomiendo este libro de divulgación científica sobre visión y tipos de ojos en los animales. Descubriréis, entre otras curiosidades, que las galeras (sí, el crustáceo que ponemos en el arroz cuando es temporada) es uno de los animales que puede distinguir más colores distintos.

La Luna es un astro que impacta en los ecosistemas de nuestro planeta de distintas formas, y la intensidad de la luz nocturna en las diversas fases lunares determina la actividad de muchos animales

Sabemos que los perros o los gatos, aunque ven en colores, no pueden distinguir tantos como nosotros, porque no tienen conos sensibles a tantas longitudes de onda. También sabemos que los ratones o las ratas, al ser animales de vida nocturna, no tienen muchos conos, ya que por la noche no hay luz de alta intensidad y, por lo tanto, ver en color no es una necesidad. Además, hay muchos animales que tienen vida nocturna, y por la noche salen a cazar y a beber, a hacer su madriguera o nido, y a socializar. Existen muchos estudios que analizan el movimiento de mamíferos y otros vertebrados, dependiendo de la hora del día, es decir, dependiendo de la luz solar que nos llega. No hay tantos estudios sobre cómo la noche, con una luna cambiante, afecta a la vida de los animales. Recordemos que no recibimos la misma iluminación ambiental si es una noche de luna llena o una noche de luna nueva. La luna tiene fases lunares con diferentes niveles de iluminación, y parece bastante lógico pensar que los animales puedan cambiar sus costumbres en función de si hay más o menos luz ambiental por la noche. Además, dentro de un bosque, la distribución e intensidad de la luz es muy diferente que al aire libre.

Una investigación recién publicada analiza el comportamiento de 86 especies de mamíferos distintas, en 17 bosques tropicales protegidos de tres continentes distintos, como respuesta al ciclo lunar. Este estudio utilizó hasta 1.062 cámaras, colocadas estratégicamente dentro de los bosques, para realizar seguimientos de movimiento durante años (entre dos y diez años, según el lugar), con más de dos millones de imágenes recogidas. Las preguntas de los investigadores eran si los animales se mueven más o se mueven menos cuando hay luna llena. ¿Qué efecto tienen las fases lunares sobre el movimiento y las actividades de las especies de vida nocturna? Entender cómo responden otros mamíferos a la luz de la luna según su fase lunar (el ciclo completo es de 29 días) también permite inferir si podrán tener comportamientos distintos cuando estos bosques sean eliminados por el cambio climático o por la acción humana. Los resultados muestran que de las 86 especies estudiadas, diecinueve eran eminentemente diurnas y tres solo nocturnas. Además, doce especies presentaban fobia a la luna llena (casi no se movían ni salían), mientras que solo tres especies (una especie de pecaríes, una de musaraña y una de conejo) sentían una atracción preferente por la luna llena. De forma general, los roedores (ratas, ratones...) tienen una especial fobia a la luz de la luna, mientras que los ciervos o los jabalíes (artiodáctilos) están más activos con la luna llena. Muchas especies no parecían estar afectadas por el ciclo lunar con respecto a la actividad total, pero sí que cambiaban su tipo de actividad en función de la fase lunar. Hay que recordar que muchos animales son presas de animales depredadores o de los humanos, y que la luz de la luna no les permite camuflarse tan bien como cuando no hay tanta intensidad de luz lunar.

Este estudio también permite sugerir que la actividad humana —que siempre conlleva más luz nocturna— puede distorsionar mucho los hábitos nocturnos de estos animales, y que habrá muchos animales afectados si iluminamos zonas próximas a los bosques, que son su hábitat natural. Hay que tener en cuenta que este estudio se ha centrado en mamíferos terrestres, pero habría que ver cómo se afecta la actividad de animales eminentemente arbóreos, y otros tipos de animales no mamíferos. En definitiva, la Luna es un astro que impacta en los ecosistemas de nuestro planeta de distintas formas, y la intensidad de la luz nocturna en las diversas fases lunares determina la actividad de muchos animales, así que deberíamos ser conscientes de que el exceso de iluminación nocturna puede tener un alto impacto ambiental sobre el comportamiento de otros seres vivos, muy sensibles a la intensidad lumínica.

Y ahora yo ya me doy por satisfecha si pensáis en vuestros fotorreceptores un día en el que caminéis bajo la luz plateada de la luna y no podáis distinguir qué hay más allá de las sombras negras que os rodean. Recordad que lo poco o mucho que veis es gracias a la gran sensibilidad de vuestros bastones y que, si encendéis una linterna, entonces vuestros conos también se añadirán a la fiesta visual. ¡Y suerte que es así! Porque cuando los bastones o los conos no funcionan correctamente, nos volvemos ciegos. Pero esta es historia para otro día.