Antes de que Carles Puigdemont amnistiara a Pedro Sánchez invistiéndolo presidente del Gobierno, nuestro 130 perjuró que —desde ese instante en adelante— las negociaciones con el PSOE se cobrarían por adelantado. De hecho, en un discurso previo a la investidura de épica casi wagneriana, el Molt Honorable adelantaba un acuerdo histórico, un compromiso "como el que ningún régimen ni Gobierno ha sido capaz de hacer realidad desde la caída de Barcelona, el 11 de septiembre de 1714". Uno de los condicionantes básicos de estos flamantísimos Traités de Paris era la defensa del catalán (y las demás lenguas oficiales del Estado) en el Congreso y la implicación total del Gobierno en la promoción del catalán en Europa. De la primera causa que se cobró por adelantado poco sabemos, pues muchos diputados ya han vuelto a hablar en español, aún preocupados por salir en La Sexta y ampliar la base secesionista.

Con respecto al segundo asunto, como escribía ayer mismo John McAulay en este diario, parece que la Unión Europea ha vuelto a esquivar la oficialidad de nuestra lengua en el continente, mientras el Gobierno se ha sacudido la cuestión a la manera de Artur Mas; diciendo que no es bueno poner plazos a las cosas. Ayer mismo, por la mañana, se celebraba una reunión del Consejo de Asuntos Generales en Bruselas destinada a tocar temas esenciales para el futuro europeo, como la guerra de Ucrania; pero, de esto del catalán, nada de nada. El motivo, en este caso, no es imputable a las autoridades del Viejo Continente, si excluimos a las españolas; por el simple hecho de que nadie lo puso en la agenda de la reunión. El secretario de estado para la UE del Gobierno, Fernando Sampedro, dice que todo va de coña y que cada día hay más afines a la causa: pero de momento, el #pressingPSOE de Junts en el arte de cobrar por adelantado va flojo de cash.

De hecho, en la reunión previa del consejo —el pasado 19 de marzo— sí que se abordó la cuestión de la oficialidad del catalán, lo cual quiere decir que la administración española repartió un memorándum donde explicaba al resto de socios europeos que la UE debe respetar la identidad nacional de los estados miembros"; en el caso de España, el mandato tendría que incluir "la diversidad lingüística". Cabe añadir que, según cuentan los corresponsales más experimentados de Bruselas, el punto en cuestión ocupó solo diez minutitos de la reunión, un tiempo suficiente para que los colegas funcionarios de Sampedro consultaran su teléfono móvil para repasar si tenían menciones en la red X o algún DM en Instagram. Esta es la parsimonia real con la que los burócratas continentales, en definitiva, han recibido las pretensiones históricas de Carles Puigdemont y su voluntad de emular a Rafael Casanova.

Como siempre pasa con un convergente, el famoso canto a la estrategia compartida siempre pasa por que el timón lo acabe guiando el principal beneficiado

Todo esto de cobrar por adelantado, evidentemente, Puigdemont y los suyos lo dijeron antes de que Salvador Illa ganara las elecciones (siendo el presidenciable preferido de los catalanes no abstencionistas por casi doscientos mil votos) y con el grueso del independentismo convertido en minoría parlamentaria. Como el president ha visto que la matemática supera a la épica, Puigdemont ha vuelto a hacer uso de ese juguete denominado Consell de la República para volver a resucitar de nuevo el tema de la unidad independentista. El gesto tiene cierta gracia, porque Puigdemont ha llamado a la unión desde una entidad que preside él mismo para reclamar un Govern que acabe liderando él mismo, en un ejemplo de egolatría rotatoria difícilmente igualable en Occidente. Como siempre pasa con un convergente, el famoso canto a la estrategia compartida siempre pasa por que el timón lo acabe guiando el principal beneficiado.

Mientras tanto, en Catalunya pasan cosas extrañas pero comprensibles. Un convergente de toda la vida, como Andreu Mas-Colell, instaba a Esquerra a dar su 'sí' a Salvador Illa. Ya me diréis si es irónica la vida; uno de los constructores de las celebérrimas (¡e inexistentes!) estructuras de Estado con qué el Govern de Artur Mas debía llevarnos a Itaca... ahora va y vuelve a situar a Esquerra como simple peón de la sociovergencia. Poco sospechan, tanto Puigdemont como Mas-Colell, que a Oriol Junqueras le importan muy poco los resultados del 12-M mientras estos le permitan mantenerse en la oposición, hacer ver que Esquerra se radicaliza un poco, aun manteniendo un pie en el Govern sin acabar de entrar, de forma sibilina (los elogios de Illa a la consellera Natàlia Garriga no fueron un hecho tan casual como pueda parecer). Junqueras, por mucho que la gente ahora se ría, ya hace tiempo que cobra por adelantado.

Sea como sea, visto el éxito del cobro general, supongo que al lector le están cogiendo unas ganas locas de votar a las próximas elecciones europeas, y más todavía cuando estamos a punto de afrontar una campaña electoral con la presencia de Tomàs Molina. De cara el interés nacional, habrá que ayudar a nuestro antiguo meteorólogo nacional: desde que no lo vemos en el Telenotícies, ha vuelto a llover.