Este fin de semana el fútbol catalán ha estado de enhorabuena, el Barça y el Girona han disfrutado de celebración multitudinaria. Especialmente importante el palmarés de las mujeres del Barça, aunque parezca que no sea el caso. Son muchos los incidentes —o detalles, depende de la importancia que se les quiera dar— que acompañan las victorias de las futbolistas que pueden catalogarse de hechos "curiosos". Hechos que nos enseñan, una y otra vez, que las mujeres no son consideradas iguales que los hombres y que, por lo tanto, sus victorias, por importantes que sean, se acaban minimizando o menospreciando y/o invisibilizando de una manera u otra. Sí, en el fútbol es exactamente como en la vida, como el resto de ámbitos de nuestra vida en sociedad.

Ya habíamos visto cosas como que las ganadoras de una gran final se tienen que poner las medallas solas, es decir, ellas mismas, cogiéndolas directamente de la mesa, sin ninguna autoridad como en las ceremonias hechas para los hombres; o la cobertura mediática diferente, aparte de discusiones interminables para no reconocer las capacidades y las destrezas, también técnicas, de las mujeres en hazañas directamente comparables a las de los hombres. Todo esto ahora en primer plano, porque el fútbol, aunque sea femenino, es el rey de las pantallas, pero, en todo caso, nada que no hayan vivido ya las ganadoras, mujeres, de muchos otros deportes.

Un hecho aislado de menosprecio puede ser casualidad, pero uno tras el otro no tiene más explicación que la libertad, impunidad y chulería con las que el machismo todavía campa a sus anchas

Siempre que las mujeres, y algún hombre, señalamos estas evidencias —que, por otra parte, se pueden analizar y constatar de manera científica—, somos tildadas de tiquismiquis, como si los detalles no importaran, y lo que pasa es que solo no importan si resultan damnificadas las mujeres. Hay que señalar también que un hecho aislado de menosprecio puede ser casualidad —aunque sabemos que no—, pero uno tras el otro no tiene más explicación que la libertad, impunidad y chulería con las que el machismo campa a sus anchas, todavía. Eso sí, duele especialmente que determinados políticos de izquierdas hagan una gran inversión en publicitar la igualdad y, en cambio, no hagan la misma inversión en creérselo y, especialmente, en actuar a partir de este principio del feminismo que tantos votos les ayuda a recoger.

De hecho, en general, el discurso de muchos va por un lado y las acciones por otro, y son estas últimas las que muestran de verdad quién es el personaje y dónde está en el termómetro de la igualdad y de los derechos de las mujeres. Son muy reveladores los gestos que se escapan al protocolo. Y eso es lo que le ha pasado, sin ir más lejos, a Jaume Collboni.

Collboni fue hasta San Mamés, Bilbao, a ver la final del Barça con el Olympique de Lyon, de la Women's Champions League; quizás por gusto, seguro que por campaña. Todo le iba de cara, porque ganaron las catalanas, que se llevaban su tercera Champions, más este año —ahora sí— la Liga, la Copa de la Reina y la Supercopa de España. Toda una gesta a celebrar. Llegadas a casa, el desfile en la calle más la protocolaria visita a Generalitat y ayuntamiento. Una foto importante, sin duda, el Barça en el ayuntamiento y, entonces, el relato publicitario se tuerce por un gesto, feo, muy feo, del alcalde de Barcelona a Alèxia Putellas. El vídeo es impagable, Jaume Collboni dejando de lado a Alèxia Putellas para coger la camiseta del Barça y hablar con Jan Laporta, echando de la foto a la protagonista principal. Quizás la vio, pero no la miró y, lo que es más importante, no la tuvo en cuenta y menos todavía consideró. Mirad la imagen, vale la pena para entender que es imposible que alguien como él haga nunca nada por la igualdad de género.