A miles de kilómetros de casa, la noticia me parece una fake news de las muchas que contaminan el universo de la comunicación. Como dice Malena Busquets, es tan impensable que cierre el Bar Boia, como lo sería el cierre del Florian de Venecia o el Deux Magots de París, sin recordar que las leyes que tendrían que preservar la vida de los pueblos a menudo no son nada más que las apisonadoras que las arrasan. El Boia no puede cerrar, como no pueden cerrar los Boias que hay en tantos lugares de la costa. Hay locales emblemáticos, densos de vida colectiva, que no son simples espacios para tomar alguna cosa y pasar un rato, sino auténticos cajones de sastre donde depositamos la memoria de un pueblo.
Así es el Boia, un enorme guardián de la memoria, y no solo por las décadas de vida que acumula desde aquel difícil 1946, ni por los Dalí, los Pla, los Foix, los Duchamp y tantos otros nombres relevantes que lo han disfrutado, sino porque cada uno de los millares que hemos pasado desayunos interminables con Pere Vehí, aperitivos ociosos con amigos de todas las condiciones, y noches de cócteles con la maestría de Manel Vehí, hemos dejado piel de vida. Es una identidad forjada rato a rato, conversación tras conversación, sentados en el mirador del mar, o en el fondo, contemplando a la gente que pasa. Y con cada conversación, el Boia ha construido la identidad de un pueblo a ratos salvaje, a ratos civilizado, y siempre singular. Un espacio de humanidad desbordante que no destruye el paisaje, sino que, al contrario, lo conforma, lo completa y lo identifica.
Es difícil imaginar cómo todo este legado de vida, memoria y urbanidad no ha pesado a la hora de tomar la decisión de hacerlo cerrar. Sí, ya sabemos que hay una ley de costas, que hay que preservar las playas, que bla, bla, bla... Y es muy probable que la absoluta mayoría de la gente que amamos el Boia estemos de acuerdo con una ley que preserve las costas. La cuestión no es desmentir la ley, sino aplicarla allí donde corresponde con la necesaria mirada humana que tendría que haber detrás del político de turno que toma la decisión. Tengamos en cuenta la norma, pero también las contingencias, las circunstancias, en definitiva, la necesaria excepción. El problema viene cuando, lejos de tener políticos de altura, tenemos mediocres y cretinos que actúan más preocupados por preservar su cargo que por servir a los ciudadanos y que, además, lo hacen con una doble moral tan evidente como denunciable.
Ustedes, estos que se esconden detrás de una normativa, han destruido un pedazo sensible y querido de nuestra historia
¿Nos hablan de ley de costas? ¿Nos hablan de preservar el litoral cuando lo tenemos destruido por todos lados, cuando no hay ni uno solo de estos politiquillos de baja estofa que sea capaz de enfrentarse a grandes grupos económicos que no han dejado ni un milímetro de Mediterráneo? Eso sí, cuando se trata de hundir un local emblemático, que no hace daño a nadie, que es un abrigo de vida compartida, que lejos de impedir el paisaje, le otorga una tribuna donde disfrutarlo, y que, año tras año, día tras día, ha construido la esencia del pueblo, entonces sí, entonces todos estos funcionarios de pacotilla se atreven, porque siempre será más fácil osar cerrar el local de Pere Vehí, que enfrentarse a una gran corporación hotelera. ¡Hipócritas, insensibles, aprovechados, deshumanizados! ¡Tocasardanes!
¿Y ahora qué? ¿Está mejor Cadaqués? ¿Disfrutamos de un paisaje más bello? ¿Hemos salvado alguna playa? En absoluto: Cadaqués está peor, es más feo y está más desprotegido cuando pierde, de golpe, una parte sensible de su memoria. No solo no han ayudado al pueblo de Cadaqués con esta inflexibilidad descarnada, sino que le han hecho daño. Ustedes, estos que se esconden detrás de una normativa, han destruido un pedazo sensible y querido de nuestra historia. Una norma nacida para hacer el bien, aplicada con la inflexibilidad de los mediocres, convertida en una norma para hacer el mal.
Ara el Boia “ha recogido velas”, como recuerda el sabio Pere Vehí. Pero no tendríamos que permitirlo. Esta vela latina todavía tendría que tener muchos mares por surcar, y ningún mal viento tendría que hacer que se recoja. Pero bien sabemos que “pez daña a pez”, que decimos en Cadaqués, y así es, hay personas que devoran personas, o memorias, o identidades, o vida. Esperemos que en algún lugar escondido de la política lata un alma con un poco de juicio y mucha humanidad, porque cerrar el Boia no es hacer buena ley, es hacer mala política.