¿Te has fijado en que hay parejas que, de tanto de estar juntas, se mimetizan? Quizás porque los que tenemos necesidades afectivas no cubiertas seguimos buscando la validación externa. A los que no nos gustan los conflictos o no nos cuesta perdonar, nos gusta estar con gente que no abuse de nuestra condición de sobreexplicarnos y que podamos confiar en su empatía. El psicólogo Robert Zajonc, de la Universidad de Michigan, hizo un estudio con esta conclusión. Las parejas se parecen más físicamente según pasa el tiempo. Pensemos en los Beckham y como les gusta el ácido hialurónico a los dos. ¡Alguien lo tenía que decir! Años más tarde, en Stanford, se hizo un estudio sobre cómo nos sentimos atraídos por la gente que tiene características físicas similares a las nuestras. Ya me lo decía mi padre, que su mejor decisión fue casarse con la vecina de al lado. Lo puedo corroborar: todos mis ex son extranjeros, mientras que mi pareja actual es de Barcelona. Todo lo que te atrae de diferente en un principio también es lo que te deja exhausta al final. Tuve un amor que lo que compartíamos era la capacidad de comunicación e, incluso así, una vez que la relación fue avanzando, nos olvidamos de hablar claramente sobre nuestras expectativas. Por muy parecidos que seamos, no tenemos la capacidad de leer mentes y es mejor decirnos las cosas que esperamos del otro. Hay grandes historias de amor que se quedan reducidas en una playlist en común, como películas que tienen una gran banda sonora pero una historia mal explicada.

Separados al nacer. Me encanta esta expresión. Y es que es verdad que a menudo nos gusta o desagrada la gente por las cosas que tienen en común con nosotros. ¿Sabéis eso de "te pega el nombre de Silvia" porque tenemos el concepto de que todas las mujeres con este nombre tienen una característica en común?

¿También nos sucede con las amigas, con las que acabamos hablando con ciertas expresiones o gestos iguales? Dicen que imitamos las cosas que más nos gustan de los demás. Hablando de imitación, tengo que contarte que este miércoles por la noche estuve en la gala que Carlos Latre hizo en el Nuevo Teatro Alcalá por su vigesimoquinto aniversario y que se emitirá el próximo 23 de julio por Movistar. Superó su número Guinness de imitaciones... ¡y hasta aquí puedo leer! Al final, más que la voz, es un gesto, una maridada, un tono, o cómo se emplea una palabra, lo que marca la semejanza. Como una mezcla de los rasgos que más nos fascinan de la gente que nos rodea. De aquí el dedo "quien va con un cojo, acaba cojeando" o "quien va con un corredor, acaba corriendo más lejos". Ya nos lo decía nuestra madre, que teníamos que ir con cuidado con nuestras amistades. En Yale descubrieron, hace unos años, el promedio de cómo somos genéticamente similares a nuestros amigos. Como decían los presocráticos, "Lo semejante atrae a lo semejante". O la de toda la vida:"Dios los cría y ellos se juntan". Al final, los amigos son la familia que escogemos nosotros mismos.

Por más que salgamos de la misma tina de fermentación, cada uno de nosotros es como una botella de vino: única, irrepetible y casi inimitable

Cuando era joven e iba a discotecas con mi mejor amiga, no nos divertíamos ligando (que también), sino mirando a la gente que pasaba y buscando a quién se parecía. Rollo: "esta se parece a Brandon o a Brenda de Sensación de Vivir". Por supuesto, todo eso sucedía antes de que el bótox hiciera que todas las caras se parecieran. ¿No os ha pasado eso de ir por la calle y pensar que había alguien que se parece a vosotros? Por ejemplo, en la cola del servicio de señoras siempre hay alguien que con una copa de más se atreve a hablar demasiado. ¿"Nadie te ha dicho nunca que te pareces a la de La Oreja de Van Gogh"? "Sí, sí, que me parezco a Amaia Montero, porque tengo cara pan," contesto con una sonrisa. Lo más fuerte es la anécdota que me sucedió en la Gran Vía de Madrid hace una decena de años. Iba caminando y... ¡la mismísima Amaia Montero me paró! Entre la multitud de gente de la calle, me escogió a mí para pedirme fuego. Le dije: "¿sabes que la gente me dice que nos parecemos?". Ella me miró y me dijo: "¡Claro! ¡Por la cara redonda!".

¿Cuántas veces, con mis hijos, comentamos la teoría de que los dueños se parecen de manera sorprendente a sus perros? Resulta que existe una base científica. Escogemos a nuestra mascota en función de la que tiene más parecido con nosotros. Como ese hombre musculoso y agresivo, que sostiene la correa del pitbull. Igual que las mujeres con el pelo largo, que son dueñas de perras de pelo largo, y los hombres voluminosos, que prefieren animales grandes. A menudo, estas criaturas son el espejo de nuestra naturaleza. La película Mujer blanca soltera busca marcó una época. Igual que las madres que queremos vestir a los niños como nosotros con la moda "mini-me". Sabemos que, por más que salgamos de la misma tina de fermentación, cada uno de nosotros es como una botella de vino. Única, irrepetible y casi inimitable.