Hace unos días, Espar Ticó emplazaba al independentismo a sumar una mayoría sólida que cifraba en un 60 por ciento. La sinceridad le podía haber costado una fetua, en la nube. Como Espar Ticó quiere el mejor para Catalunya anhela la independencia, como tantos pujolistas desengañados. Y en consecuencia decía que dedicaría el resto de su vida a sumar un 60 por cien de catalanes. Es de sentido común, en lógica coherencia, que si consideras este requisito imprescindible (para Espar Ticó, Europa no nos hará caso en defecto) proclamas que a este propósito le dedicarás todas tus energías el resto de tu vida. Espar Ticó señala un anhelo, apunta a un requisito y llama a entregarse a este propósito. Sumar.
Es una honesta y sentida afirmación, se comparta o no, que contrasta con otras declaraciones más entusiastas. Tanto es así que, por ejemplo, un diputado en Madrid (y al mismo tiempo abogado de Waterloo), expujolistas todos, proclamaba 'un momentum' inminente. En el tiempo de descuento, nos fuimos animando, y se acabó por difundir la toma de control del territorio. Era una charla de agosto, de 2018, hacía calor en el Empordanet. Y se sentían fuertes, decían, de la Casa de la República, para anunciar los planes y culminar el procés. El anuncio fue muy celebrado por la concurrencia, con los oradores generando expectativas. Ya hace dos años. Sólo era el prólogo de un relato fantasioso. Y todo está por hacer.
Hace unos meses, el mismo político y abogado volvía afirmando que Catalunya sería independiente en diez años porque así lo había predicho Deulofeu, filósofo y alcalde republicano de Figueres. Lo decía en TV3. Al lado mismo tenía un periodista de Vilaweb que se tuvo que aguantar la risa. De estas apoteósicas predicciones lleva unas cuantas. Y no hay que dudar que nos volverá a obsequiar con nuevos momentos hilarantes de gloria.
Como que a la tercera va la vencida, esta vez sí, no es descartable que antes de elecciones (alguien) se haga el Tarot en una taberna para proceder a comunicar la proximidad de una nueva efeméride patriótica. Y así vamos, patada y adelante.
Las ocurrencias postoctubre de 2017 no son una excepción, son el resultado de una profunda desorientación estratégica, el síntoma de la impotencia e incapacidad de hacer un diagnóstico, de aceptar los hechos, terreno adobado para todo tipo de vendedores de ungüentos. Cuando la niebla no deja ver el camino, es fácil señalar una dirección con toda la frivolidad.
A todos los dirigentes políticos de este país, a todos, les tendríamos que exigir que no nos expliquen más historias y que se ahorren las ocurrencias. Y, por el contrario, que nos hagan saber no ya lo que querrían que pasara sino cómo pasará. No tanto la voluntad de volver a hacerlo, que también, sino sobre todo cómo lo piensan volver a hacer. Qué proponen y cómo. En particular a los independentistas, que según La Vanguardia podrían sumar más del 50 por ciento de los votos. Todo el resto, en particular los anuncios proféticos y las declaraciones pintorescas que rozan la parodia, parole parole parole.
El mínimo exigible es la sinceridad a partir de un diagnóstico de situación que advierta debilidades y fortalezas y que nos explique cuáles son y como podemos maximizar estas fortalezas y corregir estas debilidades, sobre todo las debilidades que, al final, son lo que lastra cualquier proyecto. También las alianzas y las complicidades, como fueron camino del 1 de octubre. Rigor, miradas lúcidas y serenas, como siempre pide Raül Romeva. Mirada larga, no miope. Dibujar un itinerario y qué nos hace falta para poder hacerlo. Y al mismo tiempo estrategias compartidas por encima de confrontaciones cainitas que de tan sabias no sólo no llevan a ningún sitio sino que crean un abismo entre todos aquellos que hicieron posible el 1 de octubre. Los hay que acabarán confrontándose con su sombra.
Y eso requiere un ejercicio de honestidad, poner negro sobre blanco. Claridad expositiva, qué nos falta y cómo nos proveeremos. No antologías del rencor. Es imprescindible que cada uno de los espacios políticos haga una propuesta y la ponga al servicio del conjunto del independentismo (con voluntad de ganar el país entero) para poder debatirla honestamente. Reanudar el camino, no seguir dando un rodeo derrapando a cada curva.