Una de las cosas que nos genera más complicidad es compartir gustos musicales. En general, nos suelen gustar las piezas musicales que hemos escuchado durante nuestra juventud, o que podemos unir a momentos concretos que hemos disfrutado de manera especial. Tengo amigas del instituto con las cuales nos hemos reencontrado y ahora volvemos a disfrutar de compartir cenas, ideas y excursiones. Cada una tiene su vida, pero cuando estamos juntas, además de explicarnos cómo nos sentimos y lo que nos pasa ahora, nos divertimos recordando hechos concretos del pasado y, la gran mayoría de veces, hay una canción asociada. Es escuchar aquella canción y la mente viaja en el tiempo, volvemos a sentirnos jóvenes y despreocupadas, y de una canción vamos a otra, y recordamos experiencias, cada una con algún matiz diferente y complementario. Reímos y sonreímos, cómplices de los recuerdos, que nos hacen revivir emociones. La música tiene este efecto, nos hace sentir, nos recuerda quiénes somos, nos devuelve el contexto del pasado, nos hace rememorar experiencias con una vividez inesperada. Por eso, todos nosotras tenemos listas musicales compartidas y Spotify está lleno de recopilaciones de "Música de los 70's" o "Música de Supertramp y grupos similares".
Es evidente que la música es un potente generador de emociones. Según la pieza musical, podemos sentirnos tristes, melancólicas, calmadas, guerreras o "de buen rollo", y los compositores nos transmiten y al mismo tiempo nos influencian porque nos sentimos de una determinada manera. ¡Qué poder más especial tiene la música! ¡Casi parece magia! Una sola canción y revivimos el temblor de aquel primer baile con la persona de la que estábamos enamoradas. Piel de gallina.
Elucidar cómo adquirimos, archivamos y recuperamos memorias puede ser muy útil para tratar amnesias causadas por síndromes postraumáticos y otros trastornos de la memoria
Este poder de la música para generar emociones y despertar recuerdos puede ser utilizado como herramienta para profundizar en cómo almacenamos y rememoramos los recuerdos. Para estudiar si las emociones nos ayudan a memorizar y recordar, por ejemplo, la música es una herramienta más "neutral", ya que las palabras —escritas o escuchadas— contienen significado, mientras que la música contiene menos significado, pero nos genera más emociones. ¿Recordamos mejor aquello que nos impacta emocionalmente? La respuesta a esta pregunta no es sencilla. Los humanos tenemos una gran capacidad para el aprendizaje y, en este proceso de aprendizaje, la memoria es crucial, ya que aprendemos según las experiencias vividas y recordadas. Nuestra vida es un continuo de experiencias y vivencias, pero, evidentemente, tenemos que seleccionar aquello que queremos recordar para poder utilizarlo como referencia en un futuro. No podemos guardar todo aquello que hacemos o vivimos, sino que nuestra mente (nuestro cerebro) selecciona qué recuerdos quedan grabados, como si dijéramos, almacena dentro de una caja diferente los recuerdos, para que puedan ser rememorados en el momento adecuado. Experiencias y percepciones que han sucedido de forma concomitante suelen recordarse conjuntamente, de aquí el poder de la música que forma parte de la banda sonora de nuestra vida. Es escuchar una canción y recordar toda una serie de vivencias vinculadas —en nuestra memoria de forma diferente a la de los demás— a aquella pieza musical en concreto. Se sabe que recordamos mejor las memorias que son congruentes con las emociones que nos genera la música. Por ejemplo, si escuchamos una pieza musical cuando estamos mirando unas imágenes que nos generan la misma emoción, se produce un refuerzo positivo y las recordaremos mejor, pero no se detecta ningún refuerzo si la música nos parece neutral o no hay una especial concordancia entre música e imágenes. Nuestra mente interpreta que no hay nada que recordar. Los cambios emocionales dentro de una misma pieza musical nos despiertan curiosidad y atraen, por eso recordamos la letra de Bohemian Rhapsody de Queen, aunque no tenga ningún significado aparente. Es un juego musical y emocional que se convierte en un juego mental, y nos gusta. Por el contrario, también nos impacta (y mucho) la discordancia entre la emoción que nos genera la música y la que nos genera una imagen. Cuanto más conflictivas son las dos emociones generadas en nuestra mente, más sensación de intranquilidad y angustia (es lo que sucede en la película La naranja mecánica de Stanley Kubrick, donde las acciones de extrema violencia están acompañadas de música agradable y feliz). Este contraste nos disgusta, pero, de nuevo, tampoco lo podemos olvidar fácilmente y perdura en nuestra memoria.
Un grupo de investigación en psicología de la Universidad de California (UCLA) ha hecho un estudio para analizar si las emociones son relevantes para almacenar y recuperar memorias. Y lo hicieron mediante música que no tenía ningún precedente anterior. De hecho, contrataron a músicos para generar piezas musicales nuevas, que expresaran y transmitieran cuatro tipos de sentimientos básicos: calma, alegría, ansiedad y tristeza, que se pueden clasificar de manera fácil si consideramos cuatro posibles combinaciones de intensidad/suavidad y positividad/negatividad de las respuestas. Pidieron a diferentes voluntarios que escucharan estas piezas musicales, mientras miraban una serie de imágenes de objetos totalmente neutros (una pelota, un paraguas, una lupa, trozos de sandía, un monedero...). Después de distraerlos un rato, les enseñaron una pareja de imágenes y les pidieron que recordaran cuál había salido primero y si habían salido de forma consecutiva o separada en el tiempo. Este primer ensayo analiza un recuerdo de corta duración, pero, al día siguiente, les volvieron a pasar parejas de imágenes, de nuevo preguntando lo cerca o lejos que estaban en la secuencia temporal.
El proceso de memorizar experiencias implica dos pasos: un primer paso de integrar estas vivencias en memorias "comprimiéndolas", es decir, grabándolas y clasificándolas como episodios únicos; mientras que el segundo paso separa cada memoria y permite su expansión cuando las recordamos. Cada memoria necesita estar integrada y al mismo tiempo ser separada de las otras, ya que esta información tiene sentido dentro de un contexto espacial y temporal. Cada memoria que podemos recordar tiene que estar almacenada en un archivo diferente que podamos recuperar cuando nos hace falta. Pues bien, los estudios de este grupo de investigación demuestran que podemos separar temporalmente y rememorar mejor cuando las memorias están unidas a emociones diferentes. Los participantes del estudio recordaban mejor las imágenes y su secuencia temporal si las habían visto justo antes o justo después de un cambio de música (por lo tanto, con un cambio de la emoción asociada), mientras que no podían recordar tan bien la secuencia de imágenes visualizadas en el mismo tipo de música. Además, la memoria temporal era mejor si el cambio emocional era hacia positivo (música más calmada o más animada). De estos resultados los investigadores deducen que el cambio emocional ayuda a integrar, clasificar y archivar mejor las memorias, particularmente cuando están unidas a sentimientos positivos. En cambio, tenemos tendencia a olvidar o a "mezclar" en el tiempo las memorias cuando van unidas a emociones más negativas. Nuestras memorias, dentro de nuestra mente, también comparten complicidad emocional.
Ahora tenemos más pistas de cómo funciona nuestra memoria, que, claramente, está unida a nuestra vivencia emocional concomitante. Elucidar cómo adquirimos, archivamos y recuperamos memorias puede ser muy útil para tratar amnesias causadas por síndromes postraumáticos y otros trastornos de la memoria (no relacionados con la neurodegeneración). Sin embargo, la música está íntimamente unida a nuestras emociones y, ahora también, a nuestra memoria. Complicidad... ¡Quizás por eso la terapia musical tiene tanto futuro para estudiar y tratar enfermedades neurológicas!