Si de alguna cosa está sirviendo la guerra arancelaria abierta por Donald Trump es para acabar con la leyenda del no nacionalismo, aquella fábula según la cual algunos nacionalistas dicen que no lo son y, en cambio, acusan a otros nacionalistas de serlo. Y estos otros nacionalistas acostumbran a ser, por cierto, defensores de naciones pequeñas o medias que solo pretenden reivindicar su lugar en el mundo, no invadir la Groenlandia, la Crimea o el Taiwán de turno. Diré más: el principal objetivo de estos pequeños nacionalismos suelen tener como razón de ser prevenir ser engullidos por los nacionalismos mayores, aquellos que se llaman no nacionalistas. Esta semana se ha empezado a ver, leer y escuchar una ambiciosa campaña publicitaria del Gobierno contra los aranceles de Trump que tiene como eslogan "Nuestros valores no están en venta. Nuestros productos, sí".

El vídeo principal de la campaña dura un minuto, empieza con un toque de guitarra flamenca y la frase: "Esto es España, un gran país". Y sigue: "un país que produce, que investiga, que cultiva, que fabrica. Un país que no se para y que no se va a parar por muchos obstáculos que nos encontremos". Y la conclusión del spot es contundente: "Compra lo tuyo, defiende lo nuestro". No tengo ninguna duda sobre tres cosas: la primera es que cuando desde Catalunya se hacen planteamientos de reafirmación propia no hay miramientos a calificarlos, con tono despectivo, de nacionalistas. La segunda es que la última campaña equiparable a la contundencia de esta pero hecha desde Catalunya – "Ahora toca productos catalanes"— es de hace cinco años. Y la tercera es que si Vox hubiera hecho una campaña similar con carteles en el metro y su verde oliva pidiendo "Compra lo tuyo, defiende lo nuestro" y que "España es un gran país" no nos habría chirriado.

Los no nacionalistas se refieren a las cosas como "lo tuyo" y "lo nuestro" en contraposición a los de fuera

Donald Trump ha provocado una reacción nacionalista por todo el mundo y ha dejado al descubierto que los no nacionalistas se refieren a las cosas como "lo tuyo" y "lo nuestro", en contraposición —imagino— a las de los otros, los de fuera. Es más: la campaña de la Moncloa no se refiere a los productos europeos, sino a los españoles. En la UE, la competencia arancelaria no pertenece a ningún país miembro sino a la UE en su conjunto, de manera que o hay un descalabro, o ninguna Meloni ni ningún Macron puede negociar en solitario sus aranceles. Por lo tanto, en coherencia, las campañas publicitarias de cada gobierno tendrían que promover el consumo de los productos europeos. Pero claro está, no se concebiría que, por ejemplo, Pedro Sánchez fuera a la fiesta de inicio de la vendimia de la DO Burdeos porque los Rioja o Ribera de Duero se le tirarían encima.

El gobierno no nacionalista del PSOE asegura en este mismo vídeo que los españoles tienen "una manera muy especial de hacer las cosas". Cuando en Catalunya decimos que tenemos nuestra manera de hacer (que en ningún caso es ni mejor ni peor, sino diferente) se nos acusa de supremacismo. A veces, este hecho diferencial catalán (tan abastamente criticado) se explica con ejemplos tan sencillos como que en Catalunya cuando las parejas se casan llegan al matrimonio en régimen de separación de bienes. Así lo recoge el código civil catalán, diferente al español, y que desde hace siglos es una lección permanente de feminismo mucho antes de que al movimiento se dijera así: cada miembro de la pareja va al enlace con sus bienes (también las deudas) y cada uno es el responsable y propietario; antes, durante y después del matrimonio. Los catalanes, pues, también tenemos "una manera muy especial de hacer las cosas".

A diferencia de Catalunya, se considera que aquello que hace España no es nacionalismo

España, como también Italia o Francia, han sacado a lucir la bondad de sus productos en detrimento de los otros, sean norteamericanos, asiáticos o —directamente— de sus vecinos europeos. Si gigantes como estos temen una pérdida de identidad del sentimiento español, italiano o francés, qué no pasará con naciones con menos recursos económicos, logísticos y demográficos. España tiene la necesidad nacional de imponer el castellano a las escuelas catalanas o su bandera en la Casa de los Canonges. España tiene la necesidad de decir que "nuestros valores no están en venta, nuestros productos sí. Compra lo tuyo, defiende lo nuestro", y es más, a través de una campaña realizada solo en castellano (no se ha hecho ni en catalán, ni en vasco ni en gallego). Sin embargo, a diferencia de aquello que se hace en Catalunya, todo eso no es nacionalismo.