El escándalo de las mascarillas, ya sea vía Koldo-Ábalos o vía González-Ayuso, desde mi punto de vista, solo es asomar la nariz al desbarajuste que supuso la gestión de la crisis de la covid-19.
No sé hasta dónde se tirará del hilo y cuánto acabaremos sabiendo de los casos, aunque parece que como el fuego es cruzado quizás algo más saldrá de lo que es habitual; pero a pesar de que el dinero, en este caso el dineral que como ciudadanía hemos perdido con toda esta corruptela, es muy importante, a mí me preocupa mucho más otra cosa. ¿Hasta qué punto para que alguien hiciera dinero —insisto que mucho— se ha puesto en riesgo nuestra salud o se han desatendido aspectos relacionados de la misma?
Es decir, en cuántas cosas y en qué concretamente se han dejado en un segundo término las necesidades y /o recomendaciones médicas a fin de que se pudiera continuar con el negocio. ¿Con respecto a las mascarillas, cuántos días de más, de lo que era recomendable, las hemos llevado de manera obligatoria? ¡Y no me vengáis ahora que siempre es recomendable y nunca está de más ser prudentes!
¿Hasta qué punto para que alguien hiciera dinero —insisto que mucho— se ha puesto en riesgo nuestra salud o se han desatendido aspectos relacionados de la misma?
Para siempre en la retina tatuadas las imágenes de las ruedas de prensa semanales con los militares y los otros despropósitos descarnados a las cuales asistíamos como espectadores boquiabiertos. De hecho, que no se conociera quiénes eran los expertos que asesoraban al Gobierno ya era un mal síntoma de entrada, porque no solo iba en contra de lo que es habitual e incluso preceptivo con el fin de asegurar la pericia, sino que dejaba clara y bien clara la opacidad antidemocrática con la cual se actuaba y que pasó sin más crítica que la que se ahogó de manera burda y grotesca gracias a las dosis por miedo que se insuflaban, diligentemente, desde el gobierno a la ciudadanía.
Los días de pandemia tienen que ser convulsos por definición; los días de la pandemia de la covid-19 en el Estado español lo fueron por mucho más que las razones médicas de emergencia que las asociadas a una crisis epidémica. Seguro que todavía no estamos preparados y preparadas, aunque lo tendríamos que estar, para hacer una disección con bisturí fino de todo lo que pasó en torno a la crisis sanitaria y hay que saberlo cuanto antes mejor. Por dos razones: por el bolsillo, porque justo ahora empieza a ponerse en evidencia cuánta gente se ha enriquecido empobreciéndonos más a todos y todas, y por la salud. En nuestro mundo, una cosa va ligada completamente con la otra y no hacen buena pareja.