Desde que conocí al Filósofo Jordi Pigem, reconozco que me he enganchado a sus publicaciones. Cada vez que da una entrevista, que publica un escrito o un libro, siento una enorme ilusión por escucharlo, por leerlo y tomar apuntes. ¡Qué alegría es tener un autor de referencia que te enseña, te hace pensar y te muestra el mundo con una pedagogía ágil y dinámica! Y qué importante es, además, tener “material” para ejercitar el pensamiento, para seguir los senderos que nos muestra: autores, textos que cita, referencias que nos van abriendo caminos hacia otros.
Supongo que a lo largo de la Historia, en cualquier momento en el que nos detuviéramos, podríamos sentir más o menos lo mismo: una especie de oscuridad, de dificultad para hallar luces que nos guíen y nos sirvan para comprender mejor nuestro entorno. Ciertamente, esta no es una época ajena a esa sensación. Y atemorizados por la censura, inmovilizados por la propia autocensura, incluso a la hora de pensar, este tipo de pensadores me resultan especialmente valiosos.
Pigem es un hombre cercano, es un excelente comunicador, y como filósofo es todo un personaje, pues vive volcado en los libros, en las personas. Asentado en la costa, es un hombre de mar, con quien compartir momentos para conversar es un verdadero regalo. No utiliza “teléfono inteligente”. Marca sus ritmos, marca sus tiempos. Y es plenamente consciente de la importancia que tiene no dejarse llevar…
Es Pigem, en sí mismo, un ser extraordinario en estos tiempos. Y conocerle permite comprender la coherencia de aquello que plasma en sus obras. Es difícil encontrar personas coherentes en esta vida. Y en lo referente al enfoque ante el sistema, Jordi sin duda lo es. Durante los últimos años he podido disfrutar (y mucho) de sus últimos trabajos: Pandemia y Posverdad (2021) y Técnica y Totalitarismo (2023). Ambos publicados con Editorial Fragmenta.
Como decía al principio, sus textos son como encontrarte una fuente en medio del desierto. Y beber a sorbitos te sabe a gloria. Recorrer en sus libros las teorías, planteamientos de otros filósofos, científicos, sociólogos y mentes brillantes que ya nos advirtieron hace décadas sobre lo que hoy viviríamos resulta una experiencia enriquecedora. Analizar, desde la lógica, desde la razón, los acontecimientos que nos toca vivir, sirve para tratar de comprender mejor a qué responden.
Y después de las dos obras citadas, esperábamos ya la tercera, que ha venido a ser otra maravilla para disfrutar durante el pasado verano. Conciencia o Colapso, recién publicada, llegó a mis manos como si los Beatles estuvieran aún activos y acabasen de sacar su último disco. Y saber que tendría el verano para leerlo generó en mí una sensación indescriptible: la de buscar el momento, preparar la hamaca, aprovechar cada instante de paz para leer. ¡Qué gran placer!
Descubrir de qué manera operan la propaganda, los gobiernos, los hemisferios de nuestro cerebro, las estructuras del poder sirve para, por lo menos, ir vislumbrando la enorme rueda de hámster en la que andamos sin darnos cuenta
En esta ocasión, Pigem analiza los entresijos de la mente, del pensar. Cómo se nos puede hechizar para que creamos algo absolutamente contrario a lo real. Cómo nos embaucan con sortilegios como "Inteligencia Artificial" o "Realidad Virtual" como parte del embrujo. De qué manera es posible anular lo más esencial y humano para que pasemos a formar parte de un ejército de autómatas, de mano de obra desprovista de criterio que no vaya más allá del "producir-consumir".
Descubrir de qué manera operan la propaganda, los gobiernos, los hemisferios de nuestro cerebro, las estructuras del poder sirve para, por lo menos, ir vislumbrando la enorme rueda de hámster en la que andamos sin darnos cuenta. Y quizás, siendo más conscientes de ello, o al menos mínimamente conscientes, podremos intentar dar el salto para salir de ella.
Por si no fuera suficiente para mí haber disfrutado de esta entrega de uno de mis filósofos favoritos, he tenido el placer de entrevistarle esta semana. Por aquí dejo la entrevista, pues lo que una considera bueno es justo compartirlo. En nuestra conversación recorremos el eje del libro, y hacemos paradas para analizar de qué manera una sociedad es permeable a los "algoritmos", que están actuando a veces de manera evidente y otras no tanto, arrancándonos la esencia de la humanidad, la conciencia. Y lo hacen suprimiendo la consciencia. La falta de mecanismos para reflexionar, para dotar a nuestras acciones de una reflexión previa, basada en el razonamiento ético, es lo que nos empuja —cuesta abajo y sin frenos— hacia el abismo que hoy estamos sufriendo. ¿Qué puede hacer que los hombres se asesinen, se aniquilen, se odien sin conocerse, sino la falta de conciencia y de consciencia?
No es casual que los libros se sustituyan por pantallas. No es casual que los parques estén cada vez más vacíos. Que las agendas estén llenas, pero que cada vez nos sintamos más solos. Que la información se convierta en propaganda y se persiga al disidente. Que sintamos miedo por pensar diferente a la mayoría. Que nos sintamos a veces raros por, simplemente, pensar y tener dudas.
Una sociedad sin filósofos nos empuja de cabeza a la oscuridad. Una juventud que se sienta en un banco y codo a codo, se imbuye en sus pantallas, es una señal de alerta. Asumir dócilmente que una "inteligencia" pueda ser artificial nos somete sin darnos cuenta en una gran mentira.
Renunciar a lo humano, en definitiva, nos lleva al colapso. ¿No estamos acaso ya en ello?