Cuando la derecha y la extrema derecha tienen posibilidad de tocar el poder, está claro su objetivo: la lengua. Es lo primero que atacan. Saben que es el eje vertebrador, identitario y de unidad de los Països Catalans. Lástima que a la inversa no pase lo mismo: cuando gobiernos —supuestamente— de izquierda nos gobiernan, hacen defensas tibias, débiles y tímidas, por si las moscas. Esta equidistancia con la que se cuida la lengua y la cultura catalanas no es equivalente a la forma burda, chapucera y malintencionada con la que es atacada por parte de los enemigos de la patria, que al final hay que decir las cosas por su nombre.

En el País Valencià es momento de resistencia, de nuevo. Después de una travesía por el desierto de veinte años —encabezada políticamente por aquella Mónica Oltra—, la actual coalición de la Generalitat, con PP y Vox al frente, es la antítesis del pacto del Botànic que aportó cierta luz durante dos legislaturas. Como suele pasar, la trinchera ahora es defendida —otra vez— por entidades y activistas, por los que siempre están. Esta semana que acabamos de dejar atrás, dos acontecimientos son, al mismo tiempo, muestra de ello y esperanza: la manifestación de maestros y la jornada cultural organizada por la entidad Maestrat Viu.

El pasado jueves, la comunidad educativa tomó las calles de València, Alacant y Castelló en defensa del uso del valenciano en la escuela y con mensajes en contra de los recortes en recursos y en plazas de profesorado. Miles de docentes se manifestaron para mostrar el rechazo a tanta mediocridad surgida de los despachos neofascistas. Igualmente, el sábado, la entidad Maestrat Viu organizó en Càlig (Baix Maestrat) una jornada por la lengua y celebró la undécima edición de los premios que llevan su nombre y que reconocen el trabajo hecho desde diferentes ámbitos.

La entidad Maestrat Viu es ejemplo de dignidad, como tantas otras asociaciones que vertebran el País Valencià y contribuyen a tener conciencia de pueblo, por encima de ataques y mediocridades

Cuatro fueron los galardonados: la plataforma No a la MAT de las comarcas de Castelló, el investigador y profesor rosellano Ferran Grau, la asociación Amics del Bureo d'Albocàsser y el doctor en geografía e historia Emili Ferrando, de Benassal. Todos ellos contribuyen a hacer grande esta patria nuestra pequeña y completa, promoviendo y desarrollando, respectivamente, tareas de vertebración del país entero a través de la lucha social por una verdadera transición energética, a través de la publicación de estudios de la Diócesis de Tortosa, de la defensa de las tradiciones, el baile y la fiesta popular y también en el ámbito de la sublimación de las fuentes orales en la vida rural.

En un país normal, sin colonizadores que invadan nuestro marco mental y lingüístico, no haría falta defender la lengua porque ya estaría protegida por el estado en cuestión. Ellos —ya sabemos quiénes son— tienen identificado al enemigo y no pierden el tiempo, y nuestros representantes políticos demasiadas veces van con el lirio en la mano, intentando no herir sensibilidades y tratando de ser correctos, como si eso nos garantizara algo. La lengua tendría que estar blindada y en el pueblo, a pesar de que lo necesitamos movilizado, no tendría que recaer la responsabilidad única de salvar los muebles.

En todo caso, a todos los mencionados premiados y a todas aquellas personas que llenaron las calles, les unen dos palabras comunes: ejemplo y dignidad. Llamarse Maestrat Viu quiere decir estar a pesar de que algunos los querrían muertos. El activismo social y cultural siempre ha estado al pie del cañón, para saber quiénes somos y recordar de dónde venimos, para construir aquel sentido comunitario e identitario que, desgraciadamente, los partidos no saben construir. Cuando menos, no con raíces tan profundas y fuertes como para aguantar la ventolera de derechas que ya nos azota. Que la gente salve a la gente y que el tejido asociativo siga combatiendo, porque, como magistralmente decía el gran Vicent Andrés Estellés, de quien este año conmemoramos el centenario: "Allò que val és la consciència de no ser res si no s'és poble".