No te quiero confundir: quiero hablar de técnicas ecológicas en la viña y de la nueva serie de Rocco Siffredi. Te recuerdo que me llamo Wines and the city en las redes sociales porque soy como la Carrie Bradshaw, pero con vino. Y Sarah Jessica Parker y sus amigas tomaban cosmopolitans y chardonnay hablando de sexo. Parece que quede lejos, pero a muchas nos ha marcado esta serie de mujeres empoderadas. En un par de semanas arranca la preparación de las viñas de cara a la nueva temporada de lucha contra el gusano de la uva. Para combatirlo de manera que no te tengas que cargar ningún ser vivo que forme parte de la cadena trófica, se ponen feromonas para que las mariposas no se encuentren y vayan a copular a la viña de al lado. Esta práctica tan sostenible como maléfica se llama confusión sexual. Y es que nosotros también lo estamos, y más, cuando las hormonas se revolucionan en primavera. Somos australopithecus y nos enamoramos a través de los aromas. No se trata de los beneficios de una ducha y del jabón con que nos limpiamos la piel y el pelo. Se trata de un poder sensorial que tenemos las hembras y que nos capacita (lo siento, pero en los mamíferos somos nosotras las que escogemos) de reconocer quién es compatible genéticamente. Los poetas lo llamarán enamoramiento; nosotras, la salvación de la especie, especialmente dotadas en moléculas olfativas. Sucede también en casos contrarios: no es que alguien te caiga mal al azar, sino que hay algo en su olor corporal que nos provoca rechazo.
Cuando tuve a mi hija Vita, después de un largo embarazo con graves riesgos de aborto —el miércoles la niña hizo nueve años—, mi ginecólogo, el magnífico Pablo Grases, me llevó un ramo de tulipanes porque los dos lo habíamos pasado francamente mal a lo largo de los nueve meses de embarazo con largas temporadas de reposo. Pablo me miró y me preguntó: "Te acabo de hacer una cesárea hace un par de horas, ¿cómo es que vas maquillada si no te has podido levantar de la cama?". Y yo, riendo, le dije que me había maquillado con la pantalla del móvil porque quería sentirme guapa, ya que era mi primer día como MILF. Una vez nació Vita, mi vida pasó del blanco y negro a ser a todo color. Estaba inmensamente feliz y lo quería expresar tanto por dentro como por fuera. La enfermera nos preguntó qué quería decir la palabra MILF y le contesté que se notaba que "no veía porno".
La serie de la mayor estrella del porno me ha hecho reflexionar sobre la prostitución, la pornografía y la sexualidad
Espero que en las próximas generaciones y fruto de la política de la cancelación, se vayan borrando estas prácticas sexuales que, en una edad que no toca, no se pueden metabolizar. Mi generación es la que veía porno por Canal +, descodificado, evidentemente. Y en estas sesiones pornográficas, Rocco Siffredi fue, ahora convertido en mito, el rey en la materia. Ahora hay una serie en Netflix dedicada a la vida de Siffredi y me la he tragado, espero que no haya mal pensados, con el interés que provocan estos biopics. La de la mayor estrella del porno me ha hecho reflexionar sobre la prostitución, la pornografía y la sexualidad, y eso siempre está bien. En las escenas eróticas se nota que está la mirada femenina de su directora. En cómo trató a sus compañeras de rodaje o cómo y por qué ellas habían llegado allí no quiero entrar (aunque es la reflexión más importante). Lo que os puedo decir que lo que atrae de la vida de Rocco es, aunque parezca una cosa obvia, que le encantaba su trabajo y que había nacido para follar. Un don que se traducía y se traduce en la pantalla. Ahora, Siffredi tiene sesenta años y, sin hacer spoiler, porque es biografía, se casó con una mujer que conoció haciendo porno. Siguen viviendo juntos, porque era la única que entendía que el trabajo del marido era copular delante de la cámara.
Tampoco debe ser fácil estar siempre con el pene erecto, preparado para la acción y tener un orgasmo cuando te lo ordenan. Parece un chiste, pero demuestra una gran maestría y autocontrol. Muchos lo envidian porque no ven su trabajo como tal, algo parecido al mío, porque muchos se piensan que mi trabajo es el mejor del mundo porque estoy todo el día probando vino. No quiero decir que sea la Siffredi de los sumilleres, pero reconozco que disfruto cuando comparto una buena botella con los amigos. También hago degustaciones de buena mañana escribiendo informes o trabajando con maridajes. By the way, mi trabajo es probar y sé cuándo tengo que escupir.
Tuve una pareja que era impotente y eyaculador precoz. Después de un año de paciencia infinita, le pedí que hiciera algo. Sí, sí, eran otros tiempos y yo no lo quería herir. Se llenó de coraje y fue al médico. Cuando volvió, mi compañero me explicó lo que le había dicho el profesional de la medicina: "No te preocupes, a las mujeres no les gusta tanto el sexo. Cómprale flores y le dices que la quieres". Yo no sabía si reír o llorar. Finalmente, se compró un libro donde la premisa principal era que la mujer se corriera primero. Cómo no, acabamos yendo al sexólogo los dos y cortamos, finalmente, por otras razones.
La brecha salarial y la brecha orgásmica tienen cifras parecidas. Que levante la mano la que no haya suplicado en su interior que fuera el dedo y no la chorra. ¿Quién no ha fingido porque no podía más? ¿Sabes que en la viña hay un fenómeno que se denomina "corrimiento"? Para que se entienda: el corrimiento en la viña es el accidente que sufre el racimo en la época de floración y hace que se quede sin frutos.
Dice la leyenda que había una mujer que solo llegaba al orgasmo pensando que estaba con Mick Jagger. Al final pudo hacerlo con él y, para correrse, tuvo que imaginar que estaba con Mick Jagger. Y es que el mejor polvo es el que nunca harás o, como dice Woody Allen (personaje ingrato en algunas cosas), "no hablemos mal de la masturbación; después de todo, es una manera de hacer el amor con alguien que amamos mucho".