La única lucha que se pierde es la que se abandona. Tengo otro lema en el zurrón, si lo prefiere; resistir es vencer. Estos lemas sirven para casi todos los aspectos de la vida, pero vienen muy a cuento a raíz del debate de esta semana. ¿Tenemos que irnos de Twitter (conocida ahora con el nombre de 'X', aunque la mayoría todavía lo llamamos Twitter)? Respeto enormemente a los medios, a las instituciones públicas y a las personas que honestamente han decidido marcharse de esta red, y puedo entender perfectamente sus motivaciones. No solo las entiendo, sino que puedo llegar a compartirlas. Tienen razón en el diagnóstico. X se ha convertido en una conversación llena de mentiras, desinformación y rumores, con bastante toxicidad, donde los ultras y los charlatanes de todo tipo pescan con dinamita gracias a la desinformación y a los bots. Su dueño, Elon Musk, es a la vez un visionario y un populista, y ha convertido esta red en una máquina al servicio de una ideología, y, por tanto, ya no es el ágora romántica que había sido y que todavía soñamos. Todo esto es cierto y, apelando a esta realidad, algunos grandes medios y algunas instituciones se han ido, porque dicen que no quieren ser cómplices, engordar esta red, rebajarse o contribuir a hacer más rico a su propietario.
Sin embargo, creo que no es la labor principal ni la misión fundacional de los medios convencionales combatir el populismo, la desinformación y la demagogia de forma específica; no obstante, este combate lo libran de forma natural y sin querer cuando realizan su trabajo correctamente. Por eso, marchándose de X, en el fondo, lo que hacen es ampliar el radio de acción de la desinformación, porque ellos se marchan, pero la inmensa mayoría de usuarios se quedan. Y si las voces sensatas, contrastadas, centrales y reflexivas desaparecen, la demagogia avanza. Si cuando juegas al ajedrez pierdes un peón no es el fin de una partida, pero tu rey está algo más débil y amenazado. Y el adversario progresa. Por eso es necesario construir y reforzar el dique de contención en vez de dar una patada al tablero de juego. Hay mucha gente que se informa en las redes sociales y no consume medios tradicionales. De hecho, según el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), las redes sociales son la principal fuente de información política de los ciudadanos catalanes menores de 60 años. Y lo seguirá siendo. Al menos, hoy, pueden leer tuits de diarios generalistas, que eventualmente pueden conducirlos a informaciones veraces y contrastadas si clican en los enlaces correspondientes. Si los medios generalistas se van, la gente leerá otros tuits y pulsará en otros enlaces; lo que difícilmente harán es comprarse los periódicos que se han marchado. No sé si han reflexionado bien sobre todo esto, porque tengo la sensación de que se han ido un poco precipitadamente y en caliente. En este sentido, hay una pregunta legítima que debemos hacernos. Si Kamala Harris hubiera ganado las elecciones presidenciales americanas, ¿los medios que se han ido de X lo habrían hecho? Creo honestamente que no. En esta hipótesis, el argumento para permanecer habría sido que, a pesar de que Elon Musk ha degradado la red y de que la desinformación campa a sus anchas, la democracia y la información veraz habrían prevalecido y, por tanto, sería una victoria colectiva.
Si Kamala Harris hubiera ganado las elecciones presidenciales americanas, ¿los medios que se han ido de X lo habrían hecho?
Parte del problema es que el mundo de la información ha cambiado. Ya no es unidireccional. Ya no existen solo algunos actores y muchos receptores. Y esto vale para los medios y también para las instituciones públicas. Unos y otros estaban acostumbrados a tener consumidores y usuarios, pero desde hace cierto tiempo estos consumidores y estos usuarios tienen opinión y tienen, sobre todo, el modo de hacerse oír. Y no es algo malo por sí mismo: lo que dicen a menudo es interesante o, si están equivocados, a menudo se puede hablar y razonar con ellos. Por eso tiene parte de razón Elon Musk cuando dice a los usuarios de X, aunque lo dice perversamente, que “you are the media now”. Hay usuarios singulares, personas normales y corrientes, pero con cosas interesantes que decir que tienen más audiencia que algunos medios convencionales. Su opinión cuenta y tiene influencia. Los grandes medios deben entender que estas son las reglas de juego, gusten o no, y que su mundo ya no existe y no volverá. Y la mejor decisión, tal vez, no es replegarse tras los muros de su castillo y abandonar el campo de batalla. La mejor decisión, y quizás incluso su obligación, es estar ahí, participar y dar su punto de vista. No se puede abandonar a la gente de buena fe, que son —por suerte— la mayoría, en medio de las trincheras.
X empezó siendo un lugar único, libre y revolucionario, donde compartir información y aprender cosas nuevas, donde hablar virtualmente con personas que podían vivir en la otra punta del planeta o a dos calles de tu casa. Naturalmente, he tenido disgustos y cabreos en Twitter, como todo el mundo. Por eso tengo más de dos mil usuarios bloqueados; cualquier persona que insulta (a mí, a un amigo mío o a mi país) es bloqueado automáticamente, junto con ultras, sectarios y perturbados varios. Recomiendo hacerlo, por cierto. Pero Twitter me ha dado muchísimas más cosas buenas que malas. He aprendido un montón de cosas, he conocido a mucha gente y, de rebote, me ha servido para difundir mi trabajo. El saldo es más que positivo, y a coste cero. Pero, por encima de todo, existe también una razón de carácter nacional para no irse de esta red. Desde una óptica catalana, es un lugar donde leer, escribir, compartir y comentar en catalán con tantísima gente de los Països Catalans. Para los principatinos puede ser menos importante, pero en otros territorios de habla catalana es una auténtica ventana de normalidad, empezando por la Catalunya Nord o l’Alguer. Como decía Josep Pla, “mi país es aquel donde, cuando digo 'bon dia', me responden 'bon dia'”. Pues lo mismo ocurre en Twitter, y de forma muy nítida; si un desconocido me responde en catalán, significa que es de mi país y ya me siento cercano a él. Si los Països Catalans existen en plenitud en algún sitio, es precisamente en el mundo digital. ¿Nos lo dejaremos perder? Yo no.