Muy reciente en nuestras retinas o en nuestras lecturas de los medios, Barcelona ha acogido en 2024 la celebración de la Copa América de vela. Las cinco ediciones previas de esta competición habían tenido lugar en Auckland (Nueva Zelanda, 2021), las Bermudas (2017), San Francisco (2013) y València (2010 y 2007).

Envuelta en varias polémicas y con resultados reales que todavía no conocemos lo suficientemente bien, parece ser que la experiencia no ha dejado muy satisfechos a los organizadores, de forma que ya han dado a entender que para la próxima edición cambiarán de aires. Se habla de volver a València, o sea, que la Copa seguiría en el Mediterráneo y en los Països Catalans. Tal como en su día hicieron los grandes bancos catalanes.

La Copa América es un tipo de competición deportiva singular por dos motivos. El primero es por el lugar donde se celebra, dentro del mar, lo que condiciona el alcance del seguimiento en vivo. Este depende casi al 100% del mundo de la imagen, vía televisión, vía redes sociales, vía grandes pantallas para el público. El segundo es que se trata de un deporte elitista, muy poco conocido y menos practicado, con predominio de patrocinadores asociados al mundo del lujo. No obstante, se trata de un acontecimiento prestigioso, histórico, con proyección mundial, aunque pertenezca a un universo relativamente tan reducido como la navegación vela. Y todavía más reducido, si hablamos de la navegación en embarcaciones millonarias y de alta tecnología.

La Copa América celebrada en València en dos ediciones anteriores respondió a la vocación del equipo de gobierno de la ciudad de lograr presencia internacional, de situar la ciudad en el mapa del mundo a través de grandes acontecimientos. En aquellos años en los que València celebraba la Copa América, también se celebraron dos grandes premios de Fórmula 1, en un circuito urbano. El paso de los años había dejado hasta ahora en el olvido tanto un acontecimiento como el otro: la F1 en València es historia y la Copa América generó una deuda de 370 millones que se arrastró durante quince años, hasta que en 2022 se pagó la última factura. Eso a pesar de las positivas estimaciones de resultados efectuadas por el IVIE durante el periodo 2004-2007 relativas a la edición de 2007.

Un trabajo más reciente en el tiempo, el relativo al impacto de la Copa América de 2021 en Auckland, técnicamente riguroso de costes y de beneficios estimados, basado en datos reales y contrastados después de la competición, hace un balance muy discreto, por no decir negativo, de la Copa América AC36. La inversión pública en el acontecimiento fue de 358 millones de dólares neozelandeses (unos 210 millones de euros), aportados en dos terceras partes por el gobierno local, y el resto, por el gobierno central. Los asistentes a los acontecimientos fueron 281.000, el 97,5% de ellos neozelandeses.

A pesar de las valoraciones triunfalistas de impulsores y organizadores, la hora de la verdad será cuando, sobre la base de resultados reales, se conozca si todo esto era cierto

Los costes totales estimados (públicos y privados) en Auckland fueron de 744 millones de dólares, mientras que los beneficios sumaron 588 millones, de modo que el balance fue negativo en 156 millones de dólares, es decir, una ratio beneficio sobre coste de 0,79. De cada dólar de coste se recuperaron 79 céntimos, frente a las proyecciones iniciales que se habían realizado, en las que se hablaba de una ratio de entre 0,997 y 1,14 (resultado equilibrado o beneficio). Estos resultados, inferiores a los previstos, se justificaron por el menor gasto de entidades extranjeras y por el menor número de participantes y visitantes por culpa de la COVID-19, y Auckland renunció a organizar la competición de 2024. Resulta significativa la reacción de dos asistentes neozelandeses a la competición en Barcelona (recogida por TV3), en la que afirmaban que era mejor que se celebrara aquí, que en Nueva Zelanda tienen otras prioridades para gastar dinero, como la salud y la educación.

Lo que ha trascendido hasta el momento sobre la Copa América en Barcelona son proyecciones de impacto previas y valoraciones triunfalistas de impulsores y organizadores. Ahora bien, la hora de la verdad será cuando, sobre la base de resultados reales, se conozca si todo esto era cierto, como se hizo en Auckland. En cualquier caso, una vez más, Catalunya, con Barcelona al frente, a partir del impulso inicial de una parte de la élite empresarial, ha querido significarse internacionalmente poniendo la capital en el mapa mundial marítimo, por si no lo estaba lo suficiente. Las administraciones aportaron inicialmente 45 millones de euros al acontecimiento y algunas estimaciones las sitúan en más de 60, sin contar los gastos en especie (limpieza, seguridad, personal administrativo, etc.). Además, el Estado ha concedido importantes ventajas fiscales a equipos y organizadores.

Todo, en un deporte extraordinariamente minoritario, asociado al lujo y, por lo tanto, a practicantes de gran poder adquisitivo. Habría que ver si una ciudad hipersaturada de turismo como Barcelona necesitaba reforzar su atractivo dirigiéndose a un colectivo que muy probablemente ya la conocía. Todas las administraciones implicadas en el acontecimiento "compraron" la idea de los impulsores y de los organizadores, y pusieron dinero público. Del dinero que ha puesto el sector privado, poco se sabe.

Finalmente, hay que apuntar un aspecto significativo, y en cierto modo curioso, de los criterios de gestión del dinero que pagamos la ciudadanía. Todas las administraciones que han puesto dinero público en la Copa América, todas (desde el gobierno central, Generalitat, diputaciones, Ayuntamiento de Barcelona), son de izquierdas. Eso hace todavía más necesario que se realice un análisis técnico riguroso, hecho por independientes de prestigio, de costes y beneficios reales, una vez concluida la Louis Vuitton 37th America's Cup.

Mientras tanto, a tomar viento, organizadores y competición.