Hay reivindicaciones a las que es difícil no apuntarse. Si alguien nos pregunta: oiga, ¿usted está en contra de las guerras?, la gran mayoría responderemos que sí. Ahora bien, si la pregunta es: ¿hay guerras justas y necesarias?, quizás la respuesta no es tan evidente.

La Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, sirvió para parar a Hitler. Sin aquella guerra que causó 60 millones de muertos, ¿en qué se habría convertido el mundo? Hicieron falta las vidas de 60 millones de personas para defender un modelo de sociedad “de libertad”. Puedo hacerle una pregunta trampa: ¿usted cambia la vida de 60 millones de personas para no caer en un régimen nazi?

O llevemos la provocación dialéctica al límite. El horror de las bombas atómicas lanzadas sobre la población civil de Hiroshima y Nagasaki sirvieron para acabar con una guerra que habría seguido provocando centenares de miles de muertos que fueron evitados. ¿Fue justo tirarlas contra gente indefensa si sirvió para acabar con la barbaridad de la guerra? Es aquello de, ¿el fin justifica los medios en según qué casos?

¿Y la causa de la defensa de los animales, qué? Es una de las causas consideradas justas. Si preguntamos a la gente si les gusta ver cómo sufre un animal, la mayoría de respuestas serán que no. Y a quien diga que sí, le será difícil explicar como en pleno siglo XXI te puede entretener e interesar mirar cómo provocan dolor a una pobre bestia, en algunos casos hasta la muerte. Sin embargo, incluso algunos aficionados a ir a ver corridas de toros se declaran amantes de los animales y defensores de los toros. Consideran que las corridas son arte, que ennoblecen la figura del toro y argumentan que sin este espectáculo desaparecería la especie.

Cada vez más hay más personas sensibilizadas con la defensa de los animales. Ha sido una corriente de opinión que se ha impuesto mayoritariamente en poco tiempo y que nos ha permitido erradicar imágenes que la sociedad encontraba normales tampoco no hace mucho, como la de los circos. Sin embargo, ¿por qué circos no y zoológicos, animales en casa o pruebas de laboratorio, sí? ¿Dónde está el límite de la causa justa?

Y así vamos a parar a Torroella de Montgrí. Este jueves pasado no el otro, el PACMA presentó en el pleno del ayuntamiento una moción para declarar la villa “libre de correbous”. Fue aprobada por 8 votos a favor, 5 en contra y 4 abstenciones. Como el texto no es vinculante, el alcalde anunció la apertura “de un proceso de debate para estudiar qué fiestas se tienen que prohibir". Pero añadió un detalle que ha pasado bastante desapercibido y que considero una discusión apasionante. Tal como está redactado el texto, también se abre la posibilidad de prohibir el tradicional concurso de perros pastores que hacen en la villa o “algunos espectáculos incluidos en el festival Internacional de Magia” (refiriéndose a los trucos aquellos de hacer aparecer y desaparecer conejos del sombrero).

La defensa de los animales es una causa noble, sin embargo, ¿lo es al 100%? ¿Es defendible todo el que defienden los animalistas? De la misma manera que, ¿es defendible todo el que defienden los pacifistas? ¿O los ecologistas? ¿O los capitalistas? ¿O los anticapitalistas? ¿O las izquierdas? ¿O las derechas? ¿Todo tiene que ser siempre blanco o negro? ¿Es posible el gris y sus diferentes tonos? ¿Y sobre todo, en un mundo cada vez más intolerante, es posible defender el término medio sin tener que recibir desde las dos trincheras?