Los brutales ataques y el asalto masivo contra Israel iniciado este sábado por parte de Hamás, en el quincuagésimo aniversario de la guerra del Yom Kippur, ha sorprendido e impactado a todo el mundo. A estas alturas, cuando escribo estas líneas, es muy difícil poder evaluar fríamente la situación en que nos encontramos, entre otros, porque la situación sobre el terreno no es del todo clara.
Ahora bien, a pesar de la volatilidad de la situación, sí que hay algunos elementos que se pueden apuntar.
El primero es el desconcierto que genera el hecho que Israel, que tiene uno de los supuestamente mejores, y más invasivos, sistemas de inteligencia del mundo, haya sido incapaz de prever un ataque de esta envergadura. Es decir, cómo puede ser que ninguna de las múltiples fases de preparación de este ataque —bien planificado, masivo y en varios frentes— haya sido detectada o interpretada correctamente por los mecanismos de seguridad del Estado de Israel, sobre todo teniendo en cuenta que proviene de la franja de Gaza, uno de los territorios más monitorizados del mundo.
De nuevo es demasiado pronto para dar una respuesta clara, también a esta pregunta, pero varios analistas apuntan que uno de los muchos motivos que lo podrían explicar es el contexto de profunda división interna que precisamente se vive, o se vivía, en la sociedad israelí justo antes del ataque. Una fractura muy marcada, también en los cuerpos de defensa y de inteligencia (pensamos por ejemplo con los reservistas o el mismo Mosad) causada por las políticas iliberales —sobre todo la reforma judicial— que promueve el polémico primer ministro, Benjamin Netanyahu, y que muchos consideraban que rompen principios y valores fundacionales del Estado de Israel. Una crisis interna también alimentada por el crecimiento del poder de la extrema derecha que, en el gobierno actual, ocupa espacios centrales de poder; algunos de los cuales hoy muy cuestionados por su falta de preparación y previsión.
No será cuestión de días. Vienen tiempos muy complicados en una región ya de por sí enrevesada y tensa.
La segunda cuestión es la relativa a la escala, la complejidad y la potencia de los ataques de ayer, que hace que algunos se pregunten si algo de esta dimensión lo ha podido llevar a cabo Hamás a solas. Dicho de otra manera, con qué apoyos –y complicidades— ha contado Hamás para esta operación, también a escala regional e internacional. O peor, en caso de que Hamás realmente hubiera actuado solo, qué apoyos puede despertar su "victoria" de ayer, si tenemos en cuenta la imagen de debilidad que ha proyectado hoy Israel. Y es en este sentido que se tienen que entender las declaraciones del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, cuando ha advertido con total rotundidad que nadie se equivocara ni intentara "sacar ventaja" de la situación, en una clara referencia a los diversos enemigos de Israel que estuvieran tentados a llevar a cabo algún tipo de acción aprovechando el desconcierto del momento.
El tercer aspecto es el relativo a la respuesta que Israel dará al ataque recibido, y el impacto que eso tendrá en la estabilidad no solo de la región, sino del mismo Israel. Las terribles imágenes que hemos visto de pánico, de matanzas y secuestro de civiles israelíes —entre ellos niños y ancianos—, marcarán un antes y un después en la región. El mito de un muro infranqueable y de un ejército israelí invencible se ha resquebrajado, y lo más probable es que la respuesta sea durísima y prolongada en el tiempo. Y si bien las diversas decenas de rehenes civiles y militares que los milicianos de Hamás han secuestrado pueden hacer pensar que los protegerán, a ellos o a Gaza, no está claro que no acaben envenenando todavía más la situación, y convirtiéndola en más irresoluble.
En cualquier caso, esto no será cuestión de días. Vienen tiempos muy complicados en una región ya de por sí enrevesada y tensa. Y en un contexto ya lo bastante complejo y volátil a causa de la guerra en Ucrania. Vienen, por lo tanto, tiempos todavía más difíciles.