El 20 de septiembre de 2017 es una fecha que muchas y muchos recordaremos, aunque ahora los hechos puedan parecer muy lejanos; más todavía después de la irrupción de la covid en nuestras vidas. En cierto modo, el día ha quedado eclipsado por todo lo que pasó después en fechas sucesivas de igual o más importancia histórica, tanto en la calle como en los juzgados, por la prisión y por el exilio. Todo es tan grande y fue tan intenso que a veces incluso acabemos mezclando imágenes, hitos y acciones. No importa, aunque no tuviéramos la hemeroteca. Lo más importante es no dejar de tener presente la gran importancia que tuvo; lo que significó para nosotros como pueblo, en el sentido de ciudadanas y ciudadanos, y lo que significó para el mundo, aunque ahora no parezca que ha significado nada para nadie que no seamos nosotros mismos y mismas.
Ciertamente, con la revisitación de los hechos realizada por jueces y fiscales, amplificada hasta el paroxismo por la práctica totalidad de empresas de comunicación del estado español y por determinados partidos políticos ―como artistas principales y, el resto de partidos, como figurantes entregados a la causa―, parece que todo haya quedado un poco manchado. Incluso las imágenes propias que almacenamos directamente, sin intermediarios. Cuidado: el relato sólo te lo imponen si quieres; si tú te lo dejas imponer. Pueden decir lo que quieran, ahora y antes. Es la suma de la vivencia de muchísima gente, y reunimos suficiente capacidad crítica y conocimiento para saber qué es lo que realmente pasó y la importancia que tuvo. No sólo el 20 de septiembre y el 1 de octubre y el 3...
Los que se empeñan en dar por muerta alguna cosa es que tienen que esconder alguna otra o, sencillamente, que no juegan limpio. Los hay también que quieren enterrar lo que les molesta para que todo el mundo crea que está muerto
No tenemos que perder de vista que una buena película es una buena película, acabe bien o mal. Además, ahora que el tiempo es de series, tenemos que saber que el final todavía no está escrito; la cosa va por capítulos y temporadas. Es a largo plazo, y no a corto, que una lucha se gana.
Hace cuatro años y un día tuvimos bien claro que nos jugábamos la democracia y nos jugábamos el país. No sólo desde el punto de vista independentista, sino del de la defensa de las instituciones autonómicas que precisamente queríamos superar. Poco ha cambiado desde entonces la vigencia de esta necesidad y poco cambiará mientras dependamos del estado español; tanto si el poder de escaparate lo tienen los de izquierdas como los de derechas. Si alguien los distingue, que me lo explique, por favor. De hecho, a día que pasa, se hace más evidente la necesidad imperiosa, como sociedad, de avanzar hacia la autodeterminación y el autogobierno. No es esta una pantalla pasada ―como se dice ahora―, además, vivir en el presente, que me parece muy útil y operativo, no quiere decir en ningún caso dejar de tener memoria histórica. De hecho, los que se empeñan en dar por muerta alguna cosa es que tienen que esconder alguna otra o, sencillamente, que no juegan limpio. Los hay también que quieren enterrar lo que les molesta para que todo el mundo crea que está muerto. Volvemos a estar en el punto crítico: cada uno de nosotros somos los únicos responsables de dejar que nos impongan una determinada verdad, más todavía cuando hemos vivido y seguimos viviendo los hechos en directo. Y más todavía cuando los hechos del futuro todavía están por determinar.