No sólo Albert Rivera, todos los de Ciudadanos, cuando menos lo que ha trascendido, hacen un análisis muy parcial de lo que les ha sucedido. Me diréis que es normal, primero porque analizarse a uno mismo no es fácil, segundo porque todavía hay que digerir los resultados, tercero no sé qué otra cosa, y cuarto y quinto también. Pero todo el mundo deja de lado una de las razones que más claramente ha dejado fuera de la política española a Ciudadanos: “son catalanes”. Sí, quiero decir que vienen de aquí de Catalunya y eso España no lo perdona; y sólo podrán seguir adelante en la medida en que el estigma ya no sea verdad.
Hay que saber muy poco de la historia de la patria que tanto aman y estar ciego ante el menosprecio constatable que se ha hecho una práctica habitual hacia los y las catalanas y pensar que a uno mismo no le afectará
Girauta quizás pensaba que los de Toledo no se darían cuenta de que era precisamente nacido en la tierra que personifica todos los males de los españoles: Catalunya. Se puede disimular con la castellanización del nombre, verbalizando con furia las expresiones y el odio hacia Catalunya, con la excusa del independentismo ―separatismo, en su argot― o sin ella, o sólo por el hecho diferencial de la lengua, pero la realidad es muy tozuda y muy clara para los otros: eres catalán. Hay que saber muy poco de la historia de la patria que tanto aman y estar ciego ante el menosprecio constatable que se ha hecho una práctica habitual ―en años y años de historia, no sólo recientemente― hacia los y las catalanas y pensar que a uno mismo no le afectará. Forma parte de tu ADN, porque has nacido ahí, y eso ni lo olvidan ni permitirán que tú lo olvides cuando ya no les seas útil. No entender eso es no entender nada de la propia lógica de la discriminación, de cualquier tipo de discriminación, también la de un territorio o una nacionalidad. Por eso el enardecimiento con que Ciudadanos ha hecho crecer la catalanofobia, ha sido exactamente como pegarse un tiro en el pie ya en la misma línea de salida. Un tiro en el pie que ciertamente te permite avanzar en la carrera, incluso tener alguna etapa de gloria en la misma, pero que al final marcará un desenlace que seguro no te permitirá estar en la línea de meta, cuando menos en el podio de los vencedores.
Rivera y los suyos ―aparte de muchos otros, cierto, pero ellas y ellos especialmente― pueden estar muy orgullosos de haber ayudado a agrandar la idea de la España más antidemocrática, más intolerante y más retrógrada, a la cual han hecho de antesala con una imagen de chico de anuncio, aparentemente moderno y liberal para desacomplejar el fascismo que no se atrevía a sacar la cabeza. Ahora no sólo la ha sacado, les ha pasado por encima, y, además, a caballo.