A ver, no vamos bien, pero vamos mucho mejor de lo que puede parecer a simple vista. Más todavía si leemos todo lo que se ha escrito y se ha dicho sobre el 11 de septiembre de este año. El sábado no era un buen día para mí, no tenía ánimo ni ganas de ir a ningún sitio, pero, evidentemente, fui a la manifestación. Y, dicho sea de paso, volví a casa mejor de lo que salí. Me puso muy contenta ver que todavía estamos ahí; de pie, ante todo el mundo que no quiere ni saber que existimos y especialmente quiere que desaparezcamos. Ya sea figuradamente o de verdad.
Aparte de las circunstancias personales, el sábado era difícil salir porque hay muchos elementos en contra de la reunión en la calle de gente, sea por el motivo que sea, a partir de toda la doctrina covid-19 que nos han inoculado. Y, sin duda, había muchos elementos más en contra para el tema que nos ocupa. La independencia de Catalunya parece que no esté de moda, ni entre los propios políticos independentistas o supuestamente independentistas. En todo caso, de palabra sí, en el caso de algunos y algunas; pero cada vez más sólo en sus términos. Dejaré para otro día el tema de la famosa mesa, que de tan bien puesta como está no ha servido todavía para nada más que para una cosa muy útil: dejar pasar el tiempo. Tras un día viene otro. No hay que pensar demasiado para saber a quién beneficia.
Nadie "nos hará" la independencia si no somos nosotros quienes la hacemos, y eso quiere decir empezar por tener claro que no la tendremos si nosotros no estamos insistiendo en reclamarla
En definitiva, la gente en la calle volvemos a molestar. Es tan viejo como andar a pie: la ciudadanía da miedo si se expresa con libertad. La ciudadanía empoderada, es decir, consciente de la fuerza que tiene en una sociedad democrática —que lo sea y ejerza como tal—, no gusta a los políticos porque no la pueden gobernar, cuando menos en la medida que quieren y como quieren. Es en este sentido, con respecto al proceso iniciado para conseguir la independencia de Catalunya, que ya se ha llegado al final. Muchas personas que no han ido a esta manifestación se han quedado en casa porque están hartos y hartas de la clase política, sin embargo, de hecho, el espejismo era pensar que jugábamos juntos y en el mismo partido. Evidentemente, necesitamos la política y quien la representa para culminar la independencia de Catalunya —a quiénes todavía no lo sabemos, cada vez está menos claro—, pero también tenemos que ser bastante conscientes de que lo tendremos que hacer por delante de ellas y ellos.
Nadie "nos hará" la independencia si no somos nosotros quienes la hacemos, y eso quiere decir empezar por tener claro que no la tendremos si nosotros —todo el mundo a ser posible, o cuanta más gente mejor— no estamos insistiendo en reclamarla. Dejando claro que no desistimos, no deja de ser este un juego de desgaste. Quien no aguanta, quien no persiste, quien no se implica seguro de que no gana. Tenemos que hablar todavía mucho más y hay que pensar cómo hacerlo; pero, para acabar, sólo una cosa: Tardà, si la solución te la tenemos que dar los que no hacemos política de manera institucional, los que tenemos la calle para reclamar, dime, ¿qué hacéis vosotros? ¿Qué papel os reserváis en este proceso? En todo caso, si no ves salida, y no vais a hacer nada, apartaos o, por lo menos, explicad, claramente, adónde vais. Perdona, pero "alguien lo tenía que decir".