A mí no me han sorprendido las denuncias que han salido a la luz de casos de acoso en el Institut del Teatre, y no porque conociera alguno, sino porque ahora ya no es hora de callar, sino que hay un nuevo clima social, que ha venido para quedarse, que es más proclive a la denuncia que a la ocultación de los casos. No solo por acciones concretas, sino porque, como en muchos otros aspectos, en este momento están saliendo —y todavía saldrán muchas más— todas las malas prácticas que el sistema social, político y económico en el que vivimos arrastraba y arrastra de puertas adentro. Insisto que en todas partes, pero, con respecto al acoso, ocurre especialmente en las instituciones educativas, de diferente tipo y nivel — deportivas, artísticas, extraescolares, universitarias—, por las condiciones que se dan en ellas y por la edad de los y las estudiantes.
Aparte, tenemos que tener muy presente que una parte importante de las generaciones más jóvenes —y las no tan jóvenes— ya no aceptan lo que se había normalizado como conductas inofensivas, o cuando menos invisibilizadas, cuando eran todo lo contrario, pero toleradas e, incluso, en algunos casos, animadas entre iguales. Se ha tomado conciencia, aunque solo sea porque tenemos etiqueta y, por lo tanto, nombre para identificar comportamientos inaceptables; sean solo conductas de abusadores gracias a posiciones de poder o de acosadores machistas. Todos ellos imagino que hasta ahora parapetados por un montón de salvaguardias patriarcales, entre otras, desde el complejo de Pigmalión hasta el genio o el talento que, supuestamente, los hace grandes hombres, admirados por todo el mundo y apoyados por la comunidad.
Hacer público un caso de acoso o abuso sigue teniendo más consecuencias negativas para la víctima que para el agresor. Es habitual que muchas víctimas digan que es peor denunciar que sufrir el acoso
A pesar de todo, a pesar del cambio importante que se está dando, hacer público un caso de acoso o abuso sigue teniendo más consecuencias negativas para la víctima que para el agresor. Es habitual que muchas víctimas digan que es peor denunciar que sufrir el acoso, porque mayoritariamente se sigue culpabilizando a la víctima y se pone en funcionamiento un acoso de segundo orden que revictimiza y que represalia tanto a quien denuncia como a quien le ayuda, o solo se pone de su lado.
Por lo tanto, es mucho el camino que queda por recorrer, pero ya se ha empezado. No basta con los protocolos contra el acoso en todo tipo de instituciones y organizaciones —de hecho en el Institut del Teatre existe desde el 2018—, hay que hacer principalmente un trabajo de concienciación, de educación conductual y relacional con el mensaje de que la tolerancia solo puede ser 0, y que, por lo tanto, no vale tampoco mirar para otro lado.