Plácido Domingo se ha visto acorralado, y ha reconocido lo que primero había negado a la vez que lo menospreciaba. Sí, atacaba a las mujeres. Él llamaba "galanterías de otra época" a imponer su conducta de abuso a las compañeras de profesión y posiblemente a otras mujeres que se han cruzado con él. No a una, a muchas más, aunque con una ya basta. Ha acabado admitiendo los hechos porque de oficio, en los Estados Unidos, AGMA, el sindicato de músicos de ópera, puso en marcha una investigación, y porque pensó que no saldría bien parado: su comunicado lo precipitó, incluso quizás generó, la sentencia que en aquel país condenaba a Harvey Weinstein por hechos similares.
La cronología es muy importante, porque demuestra que el reconocimiento y la petición de perdón son de hecho resultado de la imposibilidad de irse de rositas y la posibilidad real de tener que asumir las consecuencias; si no de la mayoría de los hechos, sí de una parte de ellos. Pero Plácido Domingo no es el problema, o cuando menos el problema más grande. No lo digo, sólo faltaría, en el sentido de quitar importancia a su comportamiento, sino de querer constatar que él, y los otros casos que han visto la luz, son sólo la punta del iceberg. Hay un montón de hombres que han actuado así y siguen haciéndolo, en todas partes y en todos los ámbitos; y seguramente de muchos de ellos no oirán decir nada, por varios motivos, pero especialmente porque tienen un montón de cómplices.
El caso del tenor vuelve a ser paradigmático de lo que hace nuestra sociedad con las mujeres que denuncian: ponerse en un gran parte, por no decir mayoritariamente, a favor del agresor
El caso del tenor vuelve a ser paradigmático de lo que hace nuestra sociedad con las mujeres que denuncian: ponerse en un gran parte, por no decir mayoritariamente, a favor del agresor. ¿Dónde están todos aquellos hombres y mujeres que enseguida al saltar la primera denuncia contra Domingo se pusieron de su parte? ¿Dónde está su condena pública de su propio comportamiento y la del cantante? No tuvieron ningún problema en condenar en un primer momento a la denunciante, directa o indirectamente, tanto de palabra como no anulando sus contratos o llenando los teatros donde él actuaba. ¿Este tipo de comportamiento es el que tiene que tener una sociedad, esto quiere decir cada uno y una de nosotros, hacia la violencia machista? ¿De verdad alguien cree que así desaparecerá? Evidentemente, hay que respetar la presunción de inocencia, pero al mismo tiempo, a estas alturas, todo el mundo sabe que con los casos de denuncia de violencia machista lo que se pone en marcha son todas las herramientas del patriarcado para negar la mayor. ¿Cuánto tiempo pensamos seguir escudándonos en excusas de mal pagador? Una de las más recurrentes, cuando ya no se puede rehuir la evidencia, es sentenciar que "una cosa es el arte y la otra la persona"; no digo que no sea así, pero dime a quién admiras y por qué y sabré exactamente quién eres. Pero, además, tampoco debe ser exactamente así, no debe ser tan clara esta separación entre arte y ética ni siquiera por los que la defienden; nos lo ha dejado muy claro otro caso reciente de un ilustre.
Kobe Bryant, jugador de baloncesto, ha muerto de manera repentina en un accidente y su figura ha sido alabada a diestro y siniestro. Una periodista, Felicia Somnez, del Washington Post señaló que el jugador había sido acusado de una violación el año 2003, de la cual pidió "perdón" a la víctima en el acuerdo al que llegaron para no ir a juicio. No sólo la atacaron los furibundos seguidores del arte de Bryant con la pelota, su mismo diario la censuró y suspendió. No hay que añadir nada más, más significativo no puede ser. Tenemos que seguir alerta y denunciando todo lo que podamos. No sé si sólo a mí las noticias, fotos incluidas, de las manifestaciones del día de las mujeres de este año me han parecido que querían empequeñecerlas y, por lo tanto, hacernos menos visibles a nosotras y a nuestras reivindicaciones. Tengamos claro que cada paso que damos es combatido de manera feroz.