A Dolors le daba miedo que la prisión se le pusiese dentro; y no me extraña, no estamos preparados para muchas cosas, pero seguro que no estamos ni preparados ni preparadas, de ningún modo, para estar privados de libertad. Si además le añades que esta es una privación institucionalizada y legal, basada, en su caso, en una doble injusticia, la situación se complica mucho más. Las presas que comparten módulo con Dolors Bassa lo tienen muy claro, más que mucha gente supuestamente sensata.
El miedo a la prisión va más allá de que te encierren dentro y secuestren tu vida, en todos los sentidos, también en el de decidir por ti; va de cómo te puede hacer cambiar, de en qué te puede convertir. Desde fuera es fácil, más que no pensar, apartarlo de nuestro pensamiento para que no nos sobrepase, o positivizarlo en forma de oportunidad política o vital. Dentro tiene que ser, es, toda otra cosa. Sólo aquellas y aquellos que pierden su libertad entienden el significado real de esta situación y el alcance de sus consecuencias.
No es fácil que la prisión no se te ponga dentro cuando estás dentro, pero también se te puede poner estando fuera. La prisión nos secuestra la libertad a todas y a todos, a la ciudadanía en conjunto
Hemos visto demasiadas películas para pensar que estar en la prisión puede ser edificante, por mucho que las prisiones, y los funcionarios que en ellas trabajan, sean modélicas. Pero, ciertamente, que el medio en el que estás no sea favorable no quiere decir que no puedas vivir con dignidad y que no vivas y te puedas llevar regalos de todo tipo. Y no estoy idealizando, en ningún caso, lo que allí pasa, o cómo es estar encerrado.
A Dolors la vi bien, reímos y eso me conectó con los recuerdos de las largas charlas-discusiones que teníamos sin necesidad de excusa y como estos momentos, en días estresados de trabajo frenético, nos llenaban y nos regeneraban el conocimiento y el alma. Nos separaba un cristal ―la primera vez que fui no pude obviarlo y se convirtió en una barrera infranqueable―, pero hubo igualmente conexión. Es la misma Dolors, más sabia de lo que ya era, y lo era mucho. La encontré más viva todavía y con mucho más a ofrecer de lo que ya ha dado a todo el mundo que la conoce, de lo que ha dado al país. Me muero de ganas de que salga para volver a tener estos ratos. Ella evidentemente tiene más; es muy duro no poder dormir en casa. Es muy duro tener todo el tiempo del mundo pero no poder disponer de él. Es muy duro que te tengan que dar permiso y que no puedas escoger más allá de lo que las ordenanzas recogen...
No es fácil que la prisión no se te ponga dentro cuando estás dentro, pero también se te puede poner estando fuera. La prisión nos secuestra la libertad a todas y a todos, a la ciudadanía en conjunto, si la aceptamos como un medio para solucionar algo ―cualquier cosa, y hablo más allá de la política―, más todavía cuando es injusta; si lo aceptamos como un castigo necesario. Si la normalizamos, y comiendo o cenando decimos no ya que se la merecen o que estaban avisados o que se veía venir, y la banalizamos al decir que en cuatro días estarán fuera o que tienen unas condiciones excelentes, como piscina o no sé cuántos otros privilegios. Qué mentecatos somos y cuántas prisiones existen más allá de las físicas; otra cosa es que las sepamos ver.