A mí —en general y en particular, y de cualquiera de las maneras— los reyes y las reinas, y todo el mundo que los acompaña, me molestan. Sin embargo, ahora más que nunca, e independientemente de mi racionalidad republicana, es inevitable hacerse la pregunta: ¿hay que ir de gira? Más ahora que se suspende todo, o convendría, si no se diera el caso de que tenemos que comer. En unos tiempos en que todo son videocosas queda muy antiguo salir a visitar a los súbditos, por mal que les vayan las videollamadas. Y lo sabemos, hay documentos gráficos, que las que hicieron en el confinamiento, emulando la sencillez y proximidad de otras casas reales, no fueron muy exitosas. No sé qué les pasa, no sé quién los asesora, quizá se ha que ser monárquica o de la monarquía —que no es lo mismo, pero una buena parte de sus defensores y defensoras lo piensan— para entenderlo. Ya lo tiene que la corona suele apretar la cabeza. Ir de gira no sólo tiene que ser una medida pensada para simpatizar con el pueblo, tiene que tener que ver con el simbolismo de demostrar que el territorio, todo, es suyo; por otra parte estarían locos, como diría Obélix, por venir a Catalunya. El CIS no pregunta por la monarquía porque saben que suspende y ellos también lo saben, por eso es tan importante escenificar que son los amos y que los aclaman allí donde van. De los gritos de “Fuera los Borbones”, “República” o “Los catalanes y las catalanas no tenemos rey” se dirá bien poco; ya sean de aquí o de cualquier otro lugar.
Rara manera de justificar el sueldo, más todavía a estas alturas, que la idea principal para que no se extienda el virus es que nosotros circulemos lo menos posible
A mí también me es inevitable pensar que como ahora sería un escándalo más que se supiera que se van a la Polinesia Francesa o cualquier lugar donde vayan a pasar el rato los megarricos y megarricas del mundo, se dedican a ir a provincias para hacer ver que trabajan, que se ocupan de la gente, que son normales y próximos. Rara manera de justificar el sueldo, más todavía a estas alturas, que la idea principal para que no se extienda el virus es que nosotros circulemos lo menos posible y así él, el virus, quizá también dejará de hacerlo. Quizá la familia real piensa, como que el Covid-19 de hecho no es sólo un virus, es un coronavirus, que son primos hermanos y que con ellos no va la enfermedad. Ya lo tiene que las cosas que le pasan al pueblo no le pasan a la realeza, por aquello de que los poderes fácticos y no fácticos, y en España el gobierno del estado y la ley, ya se ocupan de que así sea, cuando menos en todo, o casi todo. Aún así a mí me preocupa que el virus no esté informado de este hecho diferencial y la gira de los monarcas conlleve efectos colaterales.
Y en general, ¿qué es lo que no entienden nuestras autoridades de los mismos mensajes que ellos emiten? ¿No tendrían que ser ellos y ellas los que predicaran con el ejemplo? O están todas y todas tan endiosados que de hecho hablan para el pueblo, no para ellas y ellos mismos, que son una élite aparte, y además ya ni hay que disimularlo. ¿Qué desastre de estado es el que tenemos, si sólo en los últimos tres días podemos poner tres ejemplos de irresponsabilidad de tres máximas autoridades? Empezando por los monarcas y acabando con Fernando Simón que ha ido a surfear a Portugal. Pasando por el compañero y los hijos de Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, que se han ido de la ciudad después de que se haya pedido que la población no se mueva debido al aumento de los contagios de la Covid-19. La alcaldesa ni lo ha aclarado, de hecho, ha dado dos explicaciones diferentes, ninguna de ellas ni honorable ni edificante, y ni ha considerado que tenga que rectificar. A alguien le sorprende que haya colas por todas partes, incluso en lugares recónditos de la montaña, o que se tenga que cerrar playas, si incluso los que viven en un palacio no se quedan en casa.