Por suerte, y por alguna otra cosa, han encontrado sanos y salvos a los excursionistas que se perdieron en la Cerdanya este fin de semana. La noticia la oí en TV3 y me quedé helada, primero, por la situación que se dibujaba y, segundo, porque la reportera que explicaba los hechos añadió que el cambio de hora no favorecía en nada la búsqueda, dado que se había tenido que terminar temprano. Un agravio más para el horario de invierno.
Os parecerá una pequeñez insignificante a las puertas de una posible tragedia fijarme en un detalle como este, pero lo cierto es que las pequeñas cosas, o sus consecuencias, hacen grandes males a largo plazo, y son los más difíciles de identificar. Sí, a la mayoría no le gusta el cambio de hora en él mismo y menos todavía aquel que nos hace ganar una hora un día, pero nos hace llegar más oscuro a casa. Un drama que tiene mucho contexto de llegada del invierno y que nos hace creer en cosas que no tienen ningún fundamento.
Que la madrugada de sábado a domingo retrasáramos el reloj no quiere decir que se haya perdido ninguna hora de luz; menos, evidentemente, los minutos que se acortan inexorablemente de día a día hasta que damos la vuelta y se vuelven a recuperar también día a día. La diferencia de sábado a domingo sólo era una cuestión de cambio de hora social, no de perder o ganar una hora y, por lo tanto, a no ser que los del rescate se hubieran levantado tarde, el tiempo para la búsqueda era el mismo, las horas disponibles de luz, con o sin horario de invierno.
Ahora bien, la sensación de tener una hora más por la tarde en verano es muy poderosa en unas generaciones de ciudadanas y ciudadanos criados en un desbarajuste horario sin precedente mundial. Sólo nos parece que tenemos más tiempo en el horario de verano porque hay más horas de luz, porque el día es más largo y no tanto porque, aunque eso también es así, -se ha cambiado la hora del reloj.
No es sólo una cuestión de mal sueño, también lo es de salud, de rendimiento laboral y de rendimiento en el aprendizaje; de bienestar social, en el sentido más amplio
Todo un importante enredo que parecía que con la decisión, ahora ya no tan firme, de este verano de la Comisión Europea se solucionaría, pero que tiene más peligro de resolverse mal que bien. Los cambios de horario nos van muy mal, se marea el cuerpo y no parece que los supuestos beneficios energéticos y/o económicos sean ya tan claros. Eso es así para todas y todos los europeos; en nuestro caso más todavía, porque desde que Franco alteró los horarios para estar en la onda del fascismo europeo, no hemos enderezado la situación.
En Catalunya llevamos más de cinco años trabajados intensivamente en el tema de la Reforma horaria. Por muchas razones, la más importante, a mi entender, para generar una verdadera cultura responsable e informada entre la ciudadanía sobre la importancia del tiempo y su organización social.
Tenemos bastantes patologías asociadas que lo exigen, como el porcentaje tan alto de insomnio u otros trastornos del sueño como el jet lag social. Aunque no es sólo una cuestión de mal sueño, también lo es de salud, de rendimiento laboral y de rendimiento en el aprendizaje; de bienestar social, en el sentido más amplio.
Aunque no nos lo parezca, el horario de invierno es el que más nos acerca al horario solar. Poner una hora menos en el reloj nos deja sólo con una hora más de desfase respecto del huso horario que nos correspondería, el del meridiano de Greenwich. En cualquier caso, lo que tenemos que tener muy claro es que variar las horas de luz al inicio o al final del día ―lo que hacemos con el cambio horario― es especialmente importante en invierno; dado que es cuando menos horas de luz hay y es cuando más importante es la sincronía entre el horario social y el horario solar.
Sólo nos fijamos con el reloj del móvil o lo que llevamos en la muñeca, pero no en el reloj interior que marca nuestro ritmo circadiano. Nos activamos con la luz: la necesitamos por la mañana para despertarnos y tener energía, y nos preparamos para el sueño a medida que esta va desapareciendo. Quien quiera vivir de noche que encienda la luz.