Joan Rigol (Torrelles de Llobregat, 1943-2024) era, por encima de todo, un político de consenso, que trascendía la sigla a la que durante muchos años perteneció, la de Unió Democràtica de Catalunya (UDC). De consenso dentro del bloque nacionalista, entre CiU y ERC, y de consenso con un espacio que durante mucho tiempo había abrazado el catalanismo político, a pesar de provenir de otros mundos, como lo hicieron el PSUC y sus sucesores y el PSC. Esto explica los apoyos que tuvo para presidir el Parlament del 1999 al 2003 o para encabezar el Pacte Nacional pel Dret a Decidir, constituido en junio del 2013 para impulsar una consulta sobre el futuro político de Catalunya, que desembocaría en la celebración del proceso participativo del 9 de noviembre de 2014, conocido como el 9-N.
Doctorado en Filosofía y Teología, fue también un espíritu crítico, tanto en el partido en el que militó, UDC, como en la coalición que formó con Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), CiU. Afiliado a UDC desde 1976, fue su presidente entre 1987 y el 2000 y lo representó como diputado, justamente en filas de CiU, en diferentes etapas en el Parlament (1988-2003), en el Congreso (1980) y en el Senado (1993-1999), que en su momento no pudo presidir a pesar de haber sido esta la opción de la federación nacionalista. Fue también conseller de Treball en el primer gobierno de Jordi Pujol, de 1980 a 1984, y en la segunda legislatura pasó a la cartera de Cultura, pero que ocupó sólo un año, de 1984 a 1985. La causa de que permaneciera tan poco tiempo fue que, en contra del criterio del propio Jordi Pujol, impulsó el llamado Pacte Cultural, que, a pesar de la mayoría absoluta que tenía CiU, abría el espacio de la cultura a la oposición y muy especialmente al PSC. Joan Rigol dejó el puesto junto con el entonces conseller de Comerç, Consum i Turisme Francesc Sanuy, en la que se podría considerar la primera crisis de gobierno seria del largo mandato de Jordi Pujol.
Joan Rigol era, por encima de todo, un político de consenso, que trascendía la sigla a la que durante muchos años perteneció, la de Unió Democràtica de Catalunya
La maniobra le costó el cargo y la iniciativa quedó abortada, y durante unos cuantos años figuró en la lista negra del 126º president de la Generalitat. Circunstancia que el PSC no desaprovechó para, siempre que podía, utilizar a Joan Rigol para censurar precisamente a Jordi Pujol. Este espíritu crítico provocó también que el 2015, tras la ruptura entre CDC y UDC debido a la hoja de ruta independentista para las elecciones del 27 de septiembre que la dirección demócrata cristiana liderada por Josep Antoni Duran Lleida no compartía y después de la posterior escisión dentro de la formación, abandonara el partido y participara en la fundación de Demòcrates de Catalunya junto con otras figuras de relieve como Núria de Gispert o Antoni Castellà. En Demòcrates de Catalunya militó hasta el último momento y en su nombre, en las elecciones del 23 de diciembre de 2017 —las convocadas por Mariano Rajoy en virtud de la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Catalunya—, formó parte de las listas de JxCat cerrando testimonialmente la candidatura de Barcelona que tenía de número uno a Carles Puigdemont.
Creyente y de profundas convicciones cristianas —de las que nunca se había escondido públicamente—, el 2019 fue galardonado con la Creu de Sant Jordi por su trayectoria política y su compromiso con el país. Un compromiso que también había puesto de manifiesto no sólo con el apoyo al referéndum del 1-O, sino igualmente con la petición del indulto para los dirigentes catalanes encarcelados que en agosto de 2020 presentó junto a dos expresidentes más del Parlament, Ernest Benach y Núria de Juncosa. Es por todo ello que la muerte del histórico dirigente de la desaparecida UDC, ayer por la mañana a la edad de 81 años, provocó de manera transversal sentidas muestras de condolencia entre la clase política.