Junts per Catalunya hace una afirmación contundente en la ponencia política aprobada por su congreso este fin de semana: "Somos el partido de todos". La cuestión es: ¿de todo el mundo o solo de todos los que sean independentistas?

Dice la ponencia que actuará "desde el pluralismo ideológico que se expresa en sus tendencias internas" y contando con "la aportación de los diversos espacios ideológicos que lo integran". O sea, como cantaba Sisa: bienvenidos, pasad, pasad, de las tristezas haremos humo, mi casa es vuestra casa y cualquier noche puede salir el sol.

A esto los politólogos lo llaman un “catch all party”, un partido atrapatodo sin pronunciamientos ideológicos rotundos que se sitúa en la centralidad sociológica para captar votos de todos los sectores sociales. Para no mojarse, Junts se declara “abierto al mundo” e “inequívocamente comprometido con el proyecto europeo”, pero evita abrir melones difíciles de cerrar como sería pronunciarse ahora sobre la guerra de Ucrania o sobre el conflicto de Oriente Medio. Inevitablemente, recuerda a Convergència Democràtica cuando se escaqueó del referéndum de la OTAN y uno de sus eslóganes fue “Por una Catalunya válida para todos”. Sin embargo, Convergència, que tenía muchos militantes independentistas, no era un partido independentista y su Occidentalismo estaba fuera de duda.

JXCat se declara el “partido de todo el mundo”, pero falta aclarar si es de todo el mundo o solo de todos los que sean independentistas

Efectivamente, CDC y aún más CiU fueron un ejemplo paradigmático de partido que recogía simultáneamente votos conservadores en Sarrià, apoyos del mundo rural en el Segrià, del mundo industrial de las cuatro demarcaciones y adhesiones incondicionales de los ciudadanos con sentimiento nacional catalán. Tanto fue así que en un momento determinado los convergentes se preguntaron si eran un partido o eran un movimiento. Y mientras fueron un movimiento mantuvieron la hegemonía y cuando ejercieron como partido primero perdieron el poder y después la identidad. Ahora Junts parece estar en el mismo dilema.

Así que Junts pretende, según la ponencia, "volver a construir un movimiento independentista fuerte" suprimiendo cualquier obstáculo ideológico que dificulte el reagrupamiento. Es la lógica de cualquier movimiento nacional, tanto si el objetivo es la unidad de la nación, como la independencia o la liberación nacional. El proceso soberanista fracasó por varios motivos, pero un factor clave fue la división también ideológica de los partidos que se decían independentistas. Ganar la independencia es una batalla muy complicada, pero es un objetivo imposible sin la unidad nacional, una unidad en la que debe participar todo el mundo, derechas e izquierdas, ricos y pobres, sindicatos y patronales, ecologistas, industriales, constructores, campesinos, hombres y mujeres y niños remando en la misma dirección. Cuando a la reivindicación nacional se le pone un apellido ideológico, táctico, sectorial o estético, la prioridad ya no es la nación, sino asegurarse el apoyo de una parte y la cuota de poder que corresponda para ir tirando. Sin ir más lejos, durante el proceso ha quedado muy claro que los independentistas más exigentes, la CUP, fueron los principales dinamitadores del movimiento independentista en aras de su anticapitalismo. Y lo de ERC y Junts se ha presentado sobre todo por el partido de Junqueras como una batalla entre derechas e izquierdas que a fin de cuentas ha debilitado a ambos.

Con estos antecedentes, ahora el partido que lidera el president Puigdemont, aprovechando que ERC y la CUP se han perdido por el camino, invita a todo el mundo que se sienta "fiel a la independencia de Catalunya". Con todo lo que ha pasado, pese al fracaso del procés, pero habida cuenta de la persistente hostilidad del Estado español, hay argumentos suficientes para mantener el estandarte independentista. Sin embargo, el principal problema que debe superar Junts es la credibilidad de la propuesta independentista. La independencia no se vislumbra por ninguna parte y todo el mundo sabe que el Estado español, como haría cualquier Estado, mantendrá su beligerancia, legal o ilegal, en defensa de la integridad territorial; la Unión Europea ya se ha mostrado poco o nada solidaria con la causa catalana, y geoestratégicamente Catalunya tiene su ubicación en el mundo occidental y en la OTAN y pretender salir sería suicida.

Cuando a la reivindicación nacional se le pone un apellido ideológico, táctico, sectorial o estético, la prioridad ya no es la nación sino asegurarse el apoyo de una parte y la cuota de poder que corresponda para ir tirando

Además, hay ciudadanos que no creen en la independencia con razones de peso, porque la ven imposible o demasiado conflictiva, o consideran el independentismo un obstáculo para poder hacer política útil en España. O sencillamente no quieren la independencia porque sus abuelos eran andaluces. Y mucha de esa gente sí quiere una Catalunya con más poder político, con más poder financiero, un país moderno, que progrese con una economía competitiva, unos servicios públicos que funcionen y también una lengua propia respetada. En este sentido, cualquier reagrupación que no incorpore a este sector, llamémoslo catalanista, será tan independentista como quiera, pero será una minoría para ir tirando, no será nacional y no será “de todos”.

Si tenemos en cuenta la historia reciente, la correlación de fuerzas, la sociología, la demografía, las encuestas y las estadísticas electorales un resurgimiento estrictamente independentista, es decir, que todos los independentistas votaran la misma candidatura, serviría en el mejor de los casos para ser la primera fuerza en el Parlament de Catalunya, pero sin mayoría absoluta y con enormes obstáculos para formar gobierno dada la falta de complicidades. No hay que olvidar que PSC, PP y Vox suman ahora mayoría absoluta en el Parlament y siempre es un botón que se puede activar, dado que cuando el independentismo sube, el españolismo también.

El principal problema de Junts es recuperar la credibilidad de la propuesta independentista, dado que la independencia no se vislumbra como algo cercano y no aparecen aliados internos y sobre todo externos con los que establecer complicidades

Algunos sectores independentistas caen en la trampa de considerar una renuncia todo lo que no sea reclamar la independencia, pero puestos a construir un movimiento nacional fuerte, la independencia consigue a lo sumo un apoyo del 40%. El apoyo a la soberanía —derecho a decidir, referéndum— que es el paso necesario e imprescindible para la independencia, llega todavía hoy al 75%, por lo que hay un 35% catalanista/soberanista contrario a la independencia. Independentistas y catalanistas ya tendrán tiempo de competir el día del referéndum, pero de momento tienen bastantes intereses coincidentes y el país demasiadas urgencias como para entretenerse en disquisiciones estériles en vez de trabajar juntos. Con complicidades transversales será la única manera de hacer país, de hacer política y llevar adelante ese proyecto de “esperanza y buen gobierno” que anuncia Junts.

PS: Terminado este artículo, irrumpe en la pantalla del ordenador un vídeo de Xavier Trias donde el doctor lo dice todo más corto y más claro. Pienso que debería escribir otra cosa, pero es que hay fútbol y ya empieza. “Nosotros —dice Trias— lo que tenemos que hacer es buscar complicidades, ser el auténtico pal de paller y ser capaces de aglutinar a nuestro alrededor a toda la gente que esté dispuesta a que nuestro país avance desde el punto de vista económico, pero sobre todo, sobre todo, sobre todo que avance en los aspectos sociales”.