Carme y Dolors vuelven a estar 24 horas en la prisión siete días a la semana. Ninguna sorpresa. Pero no por esperada la resolución del Supremo duele menos. La sorpresa, en todo caso, ha sido la reacción de aquellos que se han agarrado "nítidamente" no contra el Supremo sino contra aquello que ellas representan, cuando no directamente contra ellas.
Carme nos dejó una última entrevista en semilibertad en el FAQS, convencida de que el Supremo revocaría el tercer grado. Así ha sido, tanto el tercer grado como los permisos de trabajo penitenciarios. Los únicos permisos que continuarán de pie son los de Forn, Cuixart, Sánchez o Rull, que ya han cumplido una tercera parte de la condena. El resto, recluidos de lunes al domingo sin interrupción. Para muchos, estas seran las cuartas Navidades seguidas en la prisión.
En la última entrevista, Carme fue clara, concisa, pedagógica. Y no rehuyó las cuestiones coyunturales. Sí, ella también habría aprobado los presupuestos a Madrid ni que fuera con la nariz tapada. Algunas voces, del universo más tronado, no le pasaron por alto la osadía de decir lo que piensa. Improperios a chorro disfrazados de patriotismo -algunos de dirigentes políticos atizando el fuego. Unos señalan y después la turba ruge. No olvidemos, todo dicho sea de paso, que las acusaciones sobre haber negociado unos presupuestos para obtener la libertad también habían resonado con fuerza. La inventiva torpe y mezquina hace tiempo que es el pan nuestro de cada día.
Y precisamente por eso, más triste todavía -y más incongruente- fue que la entrada de Carme Forcadell en la prisión, como la de Dolors, fuera aprovechada por los nítidos para arremeter no contra el Tribunal Supremo sino contra los independentistas que habían negociado contrapartidas al presupuesto del Congreso. Entre estas, su hermana, Montse Bassa. O la madre de uno de los presos de Altsasu, todos en la picota del universo esencialista, incluidas acusaciones miserables, que más que indignas dan lástima.
Que Carme defendiera la negociación presupuestaria dice mucho de ella, de cómo es capaz de no dejarse llevarse por la cólera, de cómo prioriza el bienestar global por encima de sus circunstancias personales. Es admirable y no debe de ser fácil. Como tampoco lo debe ser para la hermana de Dolors, Montse, una mujer que es todo corazón y pasión. O para la madre de uno de los chicos de Altsasu, Adur, que lleva más de cuatro años encarcelado. Suerte que la diputada navarra de Bildu, Bel Pozueta, no está en Catalunya, y suerte que se ahorra el estercolero de las redes sociales porque sentiría repugnancia. Por lo que se dice(insultos de todo tipo con amenazas de muerte incluidas y actitudes propias de una extrema derecha que se está incubando) y por los que inspiran y animan la locura.
Si sumar sinergias con el independentismo vasco para arrancar recursos al Gobierno es ahora también un anatema, nos tendríamos que preguntar hasta qué punto de degradación se ha llegado
Lo que quizás no debe saber la madre de Adur es que estos mismos que se rasgan las vestiduras y utilizan palabras como "traición" dirigidas a los que han participado de una negociación presupuestaria son los mismos, exactamente los mismos, que han oxigenado al PSC en toda la región metropolitana y que siguen extendiendo pactos por toda Catalunya. También en ciudades como Sabadell. El 1 de Octubre celebraron la efeméride en Calonge pactando la alcaldía con el PSC y este viernes mismo, en Piera, volvieron a hacerlo, en una cascada ininterrumpida de mociones y acuerdos con los de Iceta, que van mucho más allá de la sonada entrega de la Diputación de Barcelona al PSC. Todo sin manías, con toda la desvergüenza, con una frivolidad que da pavor. Mientras con una mano se dan golpes el pecho fardando de patriotismo y fidelidad al 1 de Octubre- con la otra hacen el pasillo torero al PSC. Y siempre listos para señalar con el dedo a traidores y colaboracionistas de todo tipo, todos los que consideran que no son nítidamente independentistas. Si antes el independentismo intentaba sumar, ahora hay uno de sobrevenido que ha entrado en una nueva fase: reparte carnés de autenticidad.
Negociar contrapartidas presupuestarias para afrontar la crisis de la Covid no es sólo reprobado de traición por aquellos que pactan sistemáticamente gobiernos con el PSC, también es el pretexto para utilizar el nuevo cachete del Supremo dándole la vuelta como un calcetín. Es tan chapucero, es tan bajo, es tan desvergonzado, que más que vergüenza ajena da pena. Si sumar sinergias con el independentismo vasco para arrancar recursos al Gobierno es ahora también un anatema, si el listón es este, nos tendríamos que preguntar hasta qué punto de degradación se ha llegado y cuáles serán las consecuencias. Nada que ver con la práctica sistemática, de facto, de reavivar la sociovergencia que debe ser la estrategia -en ausencia de otra conocida- de llegar para algunos a la independencia.