A lo largo de vuestras vidas, tendréis que hacer muchas elecciones, y no quiero estresaros, pero cada elección que hagáis condicionará el resto de vuestros días en este mundo. Así pues, pensadlo bien antes de escoger, meditadlo detenidamente y a conciencia porque, una vez hayáis elegido, ya no podréis dar marcha atrás. No sé si me he explicado bien, pero por si acaso: si la cagáis en una elección, arrastraréis este fracaso para siempre. ¡Es broma!, ¿cuántas veces hemos votado partidos políticos que han acabado haciendo la puta y la Ramoneta o nos han dado gato por liebre, y seguimos felices como perdices y creyéndonos, año tras año, sus promesas? Ojos que no ven (o que no quieren ver), ¡corazón que no siente! Y nos quedamos tan anchos.
Tan importante es elegir bien quién gobernará en el país en el que vives, como el estampado de los calzoncillos o de las braguitas que te pondrás mañana por la mañana. Todas las elecciones son cruciales, no subestimes ninguna o te caerá encima la maldición del efecto dominó: eliges mal un corte de pelo y acabas votando a VOX en las elecciones municipales. Una cosa suscita la otra. Todo esto para deciros que este fin de semana ha habido elecciones municipales. Esto quiere decir que hace ya unos días que, como era de esperar —a los políticos, no les gusta decepcionarnos—, los candidatos a la alcaldía nos están mostrando su cara más seductora y simpática, llena de promesas y sonrisas. Me parece que si, esta semana, veo una sonrisa más, desarrollaré algún tipo de fobia a los payasos.
Yo, como la mayoría de vosotros, dediqué las últimas semanas a sopesar los pros y los contras de cada partido político para no cagarla; y al final, el día de las elecciones, opté por ponerme unas braguitas con un estampado muy bonito de flores e ir a pasar el día al campo. Conozco a uno, pero (que había votado toda la vida Esquerra Republicana), que aquel día prefirió comer patatas y huevo frito en vez de verdura hervida y acabó votando al partido socialista. Supongo que la digestión pesada le hizo una mala jugada. Nunca sabes hacia dónde te puede llevar una elección.
En las relaciones de pareja ocurre un poco como con los políticos: cuando prometen mucho y sonríen demasiado, acaban decepcionando
Pero no nos centremos solo en la política, que hay que hacer elecciones en muchos otros contextos. Hay personas que creen que, si toman una mala decisión, podrán rectificar más adelante. Lo que no saben es que esta mala decisión habrá afectado tantos ámbitos de su vida que no sabrán ni por dónde empezar a solucionarlo. Por ejemplo, conozco el caso de una mujer adinerada que, para ahorrarse diez céntimos en el supermercado, no compró huevos y su vida se fue al garete: como no tenía huevos, no pudo hacer tortilla de patatas para cenar (como cada jueves) e hizo lentejas estofadas; su marido no pudo soportarlo y le pidió el divorcio, y, una semana más tarde, el pobre hombre, abatido por la tristeza, empezó una relación con una chica treinta años más joven que él. Son cosas que ocurren cuando haces una elección: una cosa lleva a la otra.
Lo mismo ocurre cuando eliges a una persona para compartir la vida: es muy importante que, antes de elegirla, elabores un PowerPoint y un Excel con todos los datos que tengas y que no te dejes llevar por la primera impresión (a veces las mariposas del estómago no te dejan ver la mala decisión que tienes delante). Mírate el PowerPoint unas cuantas veces y asegúrate de que todo cuadra, que no haya ninguna palabra en Comic Sans, porque, a la larga, te acabarás arrepintiendo de tu elección. En las relaciones de pareja ocurre un poco como con los políticos: cuando prometen mucho y sonríen demasiado, acaban decepcionando. Por lo tanto, si no te quieres equivocar de elección, es imprescindible que te fijes más en las acciones que hace que en lo que dice.
Y por hoy ya es suficiente. Elijo terminar el artículo aquí y desearos que paséis una buena semana. Hasta la próxima semana.