Así como la amnistía se resiste a la mayoría de protagonistas del procés, parece que la judicatura española ha tenido un ataque de celeridad a la hora de indultar a los cuarenta y seis policías investigados por las cargas del 1-O en Barcelona. En nombre de aquello que los socialistas denominan la "normalización política en Catalunya", el juzgado número siete de Barcelona ha liberado a decenas de agentes que defendieron la unidad de la patria a base de unas patadas que el lector tendrá bien presentes en la retina. La toga amnistiadora del caso ha aducido que sus acciones no llegaron a superar "el umbral de gravedad necesaria" para considerarlos delitos contra la integridad moral y los derechos humanos. Curiosa lectura de la Carta Magna Planetaria, aquella por la cual hostiar a la gente mientras vota no lesiona ninguno de sus derechos fundamentales.
A pesar de haberse mostrado contrario a la ley de amnistía, el sindicato mayoritario de la policía española, Jupol, se ha mostrado encantadísimo con la resolución. Los fundamentos argumentales de la pasma son bastante fantasiosos, pues defienden la violencia de los policías aduciendo que solo seguían una orden judicial con la intención de impedir el 1-O y "mantener el orden público y la seguridad ciudadana". Mira qué curiosa es la vida, porque yo diría que la judicatura española había pedido impedir el referéndum (no partir la cabeza a sus manifestantes), a lo cual habría que sumar que ir regalando porrazos a nuestros abuelos resulta una metódica la mar de curiosa, si se quiere garantizar la tranquilidad en las calles. Pero todo esto son cuentos, porque nuestros líderes firmaron una ley tan "sólida y robusta" como las tortas que recibió una ciudadanía que todavía tenía estómago para creérselos.
Toda esta violencia, queridos amigos, ha acabado en la papelera de la historia por obra y gracia de nuestra singular partidocracia
A gente como Roger Español, quien recibió una pelota de goma que le quitó el ojo durante los hechos de octubre, también le debe haber quedado una cara bien "robusta y sólida", y perdonadme la grosería de la metáfora. También a aquel joven que, con todo el espíritu naïve del mundo, se dirigió al aeropuerto de El Prat y recibió el idéntico objeto en sus partes, con la consecuente pérdida de medio cojón (él mismo me explicó que, al llegar al hospital, parecía que llevara una bolsa dentro de los pantalones). Todo esto, queridos amigos, ha acabado en la papelera de la historia por obra y gracia de nuestra singular partidocracia; espero que a ninguno de estos genios que escribieron la amnistía se le ocurra gritar nunca aquel adagio nuestro de “ni oblit ni perdó", ni la cancioncilla de "fuera las fuerzas de ocupación" porque entonces la torta se la tendríamos que meter nosotros. Ellos han salvado un puñado de agresiones intolerables.
La gracia macabra de todo es que la amnistía no solo no ha acabado absolviendo a muchos activistas que, de hecho, ya habían sufrido la represión del Estado, sino que, a su vez y como ya han dejado bien claro el Tribunal Supremo y el juez Aguirre, la judicatura todavía tiene la carta de la malversación para alargar la agonía. Ante los mecanismos para frenar la amnistía, nadie tendría que hacerse el sorprendido. Los jueces españoles no tuvieron ningún tipo de rubor en imputar delitos de rebelión y terrorismo a los líderes del procés; enmendada la sentencia del Supremo, es totalmente lógico que los jueces a quien Pedro Sánchez ha intentado enmendar la plana, liderados por el juez Marchena, hayan abierto el melón de la malversación. Tampoco hay que ser un genio para ver cómo el líder del Supremo volverá a cogerle el gustito a salir en la tele a base de interpretar la ley como él quería, de igual manera que sentenció a los líderes del procés por una sedición ficticia.
Pero todo esto no pasará con los cuarenta y seis, cuarenta más seis, policías que ayer mismo debieron pedir un día de fiesta para poder salir de farra toda la noche y rememorar los guantazos que aplicaron a los votantes del 1-O. Imaginadlos a todos, disfrutando de una dieta de gin-tonics de tubo, de whisky baratillo y de polvo de tercera división, cantando de nuevo "a por ellos", e invocando elogiosamente a la madre que parió a la jueza Lamela. Y después todavía os quejaréis de la normalización política en Catalunya. Desagradecidos...