Pintan bastos para la cuarta lista. Lo tenían todo de cara para justificar su irrupción después del giro copernicano de Waterloo, que ahora ya agradece y reconoce públicamente incluso las buenas intenciones —como con el catalán en Europa— del PSOE. Pero ni así. ¿Que si investirán a Pedro Sánchez? ¡Oh y tanto! Si el pacto no prospera será más bien porque Pedro Sánchez se hartará de tanta gesticulación y optará por ir a elecciones. El último CIS ya parece allanar esta opción.
Pero tal como va la Cuarta Lista, no triunfará. No sin Puigdemont que es quien ha alimentado el cuarto espacio, ni que fuera para trinchar a los republicanos. El cuarto espacio no triunfará más allá de lo que representó Solidaritat o quién sabe si del extinto Reagrupament, que acabó mansamente en la CDC de Mas. El espacio natural —el gen convergente nunca muere— es donde acaban desembocando este tipo de inflamadas iniciativas patrióticas.
El drama del cuarto espacio es que no tiene espacio sin la bendición de Waterloo. Y Puigdemont ya ha abrazado sin despeinarse la estrategia de diálogo y negociación de Junqueras con el PSOE. Eso sí, reafirmando el jugadamaestrismo. Toda una curva argumental sin ningún coste aparente a pesar de haber estado seis años condenando esta estrategia —la del diálogo y la negociación— como si fuera una herejía. Y llamando a los fieles a denunciar y tratar a los herejes como tales. El quinto aniversario del 1 de Octubre fue la sublimación. Lisa y llanamente, insultos de todo tipo tan pronto Carme Forcadell puso los pies en la tarima ante silencios ignominiosos.
Puigdemont ya ha abrazado sin despeinarse la estrategia de diálogo y negociación de Junqueras con el PSOE. Eso sí, reafirmando el jugadamaestrismo. Toda una curva argumental sin ningún coste aparente a pesar de haber estado seis años condenando esta estrategia —la del diálogo y la negociación— como si fuera una herejía
El cuarto espacio habría triunfado si los contrarios a seguir a Puigdemont hubieran resistido el embate y hubieran impuesto la tesis de seguir al Gobierno. La derrota fue meritoria. Cerca del 43 por ciento desafió a Waterloo. Pero derrota al final con pena de purgatorio incluida —aviso a navegantes— para los que como el exconseller Jaume Giró se atrevieron a defender sus convicciones. Si Puigdemont hubiera perdido el plebiscito habría articulado un cuarto espacio. Así lo hizo saber a los que dudaban qué hacer.
Evidentemente que el cuarto espacio tiene una notable presencia en la calle. Y predicamento en el seno de la dirección de la ANC. Pero así como contra los republicanos dispararon con bala, con Puigdemont utilizan guante de seda. No se acaban de atrever. Porque de hecho es el padre espiritual del cuarto espacio, al menos mientras sus votos eran prescindibles en el juego de mayorías en el Congreso. Una vez pesan, Waterloo se ha apresurado a erigirse en interlocutor único y aquello que ayer era un anatema hoy es rol de estadista.