El 'caso Errejón' ha copado buena parte de la actualidad de los últimos días. Al político se lo acusa de comportamientos desatinados e indignos. A buen seguro que el escándalo hará daño tanto a Sumar como al gobierno de Pedro Sánchez. Intentando ir más allá de la riña política, a continuación redacto cuatro breves apuntes, cuatro reflexiones de circunstancias, nacidas a partir de la observación de cómo la opinión pública —en la que ahora las redes juegan un rol determinante— ha reaccionado en hacerse públicas las acusaciones contra el político.
Fuego en la plaza pública
Íñigo Errejón está siendo violentamente devorado, lo está siendo sin remedio. Él, los partidos por los cuales ha pasado, encendieron, abanicaron y agrandaron esta hoguera. Ahora, es víctima el hasta hace unos días portavoz de Sumar en el Congreso. Defensor de un feminismo a la ofensiva, confrontante, recalcitrante, azote de cualquier desviación de la doctrina, Savonarola con tejanos, ahora es el cuerpo del pequeño Torquemada el que quema en la plaza pública, mientras la multitud grita, insulta y, también, libera el resentimiento contra quien antes los reñía y censuraba. Que Errejón blandiera el estandarte del feminismo como si fuera una lanza, que perteneciera a un grupo político que hacía y hace lo mismo, sin duda ha contribuido al entusiasmo con el que tanta gente se ha ensañado con él. En el núcleo de todo reside la hipocresía sideral de Errejón, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pasado de vueltas de noche, catequista de día. Se ha repetido hasta cansarse que el 'caso Errejón' es más grave porque él era una figura política de la izquierda, más todavía: de la izquierda a la izquierda. Es exacto. Sin que eso quiera decir que los partidos que no hacen del feminismo su gran leitmotiv y una señal de identidad puedan actuar como neandertales. Ni que ser de derechas pueda ser considerado una atenuante, como a veces se puede dar a entender. Que Errejón sea muy de izquierdas, por otra parte, me hace venir a la cabeza una ley que personalmente descubrí hace una eternidad: las buenas y las malas personas se encuentran increíblemente bien repartidas, diría que matemáticamente bien repartidas, entre todas las ideologías y partidos.
Que Errejón blandiera el estandarte del feminismo como si fuera una lanza sin duda ha contribuido al entusiasmo con que tanta gente se ha ensañado con él
Anónimos y redes
Que las versiones anónimas y las redes hayan tenido un papel tan central, fundamental, a la hora de encender esta gran hoguera, resulta muy inquietante. Los juicios —tampoco los juicios morales o de opinión— no se pueden sustentar sobre estas cosas. Hay que ser serios y arreglados, porque hay mucho en juego. Y no olvidar —como ha pasado en este caso de manera palmaria— la presunción de inocencia. Quemar en la hoguera a partir de anónimos propagados por las redes o autodenominados "espacios seguros" (¿qué significa eso, más allá de dejar claro que los hombres no son bienvenidos?). Las redes están diseñadas para atrapar nuestra atención y retenerla cuanto más tiempo mejor. No para ser honestas, buscar la verdad, ponderar no promover un debate hablado. Gana quien consigue más clics. Quién grita más, quien hace más ruido. El cómo es secundario. Desgraciadamente, el mundo incontrolable y bestia que generan las redes ha contaminado también en este aspecto —y en otros— el periodismo. ¿Quizás hay que recordar que una de las leyes fundamentales del periodismo es contrastar los hechos? ¿Y también evaluar adecuadamente las consecuencias de cada palabra, de cada imagen? Es una praxis antiperiodística hacer públicas graves acusaciones que no se sabe si son ciertas solo porque circulan por las redes o alguien más lo ha difundido antes. Es una excusa, esta, impresentable.
La defensa de Errejón
Errejón se ha defendido con un escrito de una petulancia y un ideologismo fuera de lugar, que seguramente es un reflejo de su personalidad. Pero lo importante no es eso. Lo importante es que ha sido una pésima defensa, sazonada con excusas muy débiles. De hecho, no se puede decir que se haya defendido. Ha sido una admisión de culpa integral, sin distinciones, al por mayor y sin mención de ninguna situación determinada. Además, ha dimitido y abandonado la política. Todo ha hecho que cualquier cosa dicha contra él pase automáticamente a adquirir, ante los ojos del público, veracidad. Como no ha negado nada en concreto ni se ha querellado contra nadie, todo lo que se ha hecho circular ha pasado a parecer ser cierto. Esta mala defensa de Errejón ha facilitado que la hoguera creciera y creciera, alimentada indiscriminadamente con toneladas de material combustible. La hoguera se ha hecho tan alta y violenta que si alguien la viera estando lejos, deduciría que a quien se está quemando es a un asesino despiadado o un torturador salvaje.
Errejón se ha defendido con un escrito de una petulancia y un ideologismo fuera de lugar, que seguramente es un reflejo de su personalidad. Ha sido una admisión de culpa integral, sin distinciones, al por mayor y sin mención de ninguna situación determinada
La privacidad
Una de las cosas más chocantes que hemos contemplado es lo fácil que es reventar las puertas de la privacidad de una persona. Tenemos que recordar que la privacidad, este espacio, es un fundamento de nuestra libertad. De cada uno de nosotros. Errejón ha llevado a cabo comportamientos impresentables, por lo visto. Pero eso no da derecho a todo el mundo a irrumpir en su privacidad, descuajarlo todo y exhibirlo como un trofeo de caza. Yo no tengo derecho a saber determinadas cosas que he oído. Estos días la privacidad de Errejón ha sido saqueada. A la hora de escribir estas líneas dos mujeres lo han denunciado judicialmente. Y está bien que lo hayan hecho. Las mujeres tienen que poder vivir tranquilas, sin miedo y sin sentirse intimidadas. Veremos cómo acaban estas acusaciones —que relatan comportamientos decididamente criticables y censurables— y si merecen una condena desde el punto de vista de la ley. Los jueces ordenarán las investigaciones correspondientes y, si las causas salen adelante, finalmente habrá una sentencia, condenatoria o no. Pero cuando eso pase será poco más que irrelevante. Errejón, tanto el personaje como el hombre, ya habrá sido quemado en la gran hoguera. Estará política y civilmente muerto.