El Papa de Roma ha escrito una carta inesperada defendiendo las bondades de la literatura, especialmente las novelas y la poesía. No lo ha hecho como un entretenimiento, sino como una advertencia: no puede existir formación del personal religioso sin literatura. Sin la literatura no se entiende el mundo. La misiva ha pasado desapercibida, como muchos escritos que se publican en agosto. En la carta, que tiene 32 notas a pie de página y donde se pasean varios autores (Proust, Borges, Celan, Lewis, Eliot), menciona cuatro veces el concepto pasión y dos el de compasión. El Papa Francisco, en esta carta —que ya he hecho llegar a mi librero de referencia—, recuerda que leer es "ver a través de los ojos de los demás". El pontífice reclama la literatura como ayuda para "destruir a los ídolos de los lenguajes autorreferenciales, falsamente autosuficientes, estáticamente convencionales, que a veces corren el riesgo de contaminar también el discurso eclesial, encarcelando la libertad de la Palabra". En un escrito repleto de giros poéticos, el Papa escribe que "la palabra literaria pone en movimiento el lenguaje, lo libera y lo purifica; en definitiva, lo abre a las propias ulteriores posibilidades expresivas y explorativas". La literatura es un buen ejercicio de empatía, sugiere. A medida que identificamos rastros de nuestro mundo interior en medio de estas historias, nos volvemos "más sensibles ante las experiencias de los demás", "salimos de nosotros mismos" para entrar en lo profundo de su interior, podemos entender un poco más sus fatigas y deseos, vemos la realidad con sus ojos y, finalmente, "nos volvemos sus compañeros de camino". El Papa cita a campesinos, obreros, prostitutas, huérfanos: "Nos sumergimos en la existencia concreta e interior del campesino, de la prostituta, del niño que crece sin padres, de la esposa del albañil, de la viejecita que todavía cree que encontrará a su príncipe azul. Y eso lo podemos hacer con empatía y, a veces, con tolerancia y comprensión". La literatura es una herramienta que nos activa "el poder empático de la imaginación", ya que "leyendo descubrimos que lo que sentimos no es solo nuestro, es universal, y de este modo, ni siquiera la persona más abandonada se siente sola".

Es de agradecer que un líder mundial como él dedique tiempo a defender el acto de leer, y sobre todo que lo vincule a la vida

Lejos queda el tiempo de libros prohibidos, el temido Índice y la censura eclesiástica. El Papa Francisco es un papa lector y agitador literario, que no solo se lo aplica a sí mismo, sino que pide a los futuros curas que lean novelas y bajen al mundo, huyendo de los excesos espiritualistas: "Debemos asegurarnos de que nunca se pierda de vista la carne de Jesucristo; esa carne hecha de pasiones, emociones, sentimientos, relatos concretos, manos que tocan y curan, miradas que liberan y animan; de hospitalidad, perdón, indignación, valor, audacia. En una palabra, de amor".

Me gustaría que los asesores del Papa —porque entiendo que ha hecho llegar esta carta a algunos colaboradores antes de publicarla— le sugieran en el futuro, en una carta tan completa sobre las bondades de la literatura, que incluya alguna referencia a mujeres que han aportado tanto al noble arte de escribir. Si es necesario, que sean católicas, de santa Teresa a Flannery O'Connor, de Hildegarda de Bingen a Edith Stein, tiene magníficas plumas que han dejado también un rastro maravilloso en la narrativa. Sea como fuere, es de agradecer que un líder mundial como él dedique tiempo a defender el acto de leer, y sobre todo que lo vincule a la vida, a la carne, a la pasión, al desconsuelo, al valor.