Aliança Catalana ganó las pasadas elecciones municipales en Ripoll. Encabezado en la ciudad por Sílvia Orriols, no podrá gobernar si el resto de partidos, ERC, Junts, PSC y la CUP, hacen una alianza para conseguir mayoría. Veremos qué pasará. Ahora es Ripoll que está en el punto de mira; pero, de hecho, el concepto de "cordón sanitario" se ha puesto de moda en política de un cierto tiempo a esta parte para aplicar un castigo a los partidos de extrema derecha, o que se identifican como tales, una vez han conseguido bastantes votos para entrar en las instituciones.
Todo el mundo —esto es exagerado— se lo mira de muy cerca, por motivos diferentes, pero en este caso hay que destacar que no hablamos de extrema derecha española, sino de extrema derecha catalana. Ni en un caso ni en el otro me siento cómoda con la idea del cordón sanitario. ¡El concepto me parece no ya desacertado, sino directamente ofensivo! Y no es que quiera, de ninguna de las maneras, ayudar, ni que sea por equivocación, a los partidos de extrema derecha o que se identifiquen como tales.
Tengo muchos problemas siempre con los posicionamientos simplistas y especialmente con no escuchar y entender el porqué la ciudadanía acaba pensando que las soluciones a sus problemas necesitan planteamientos antidemocráticos. Eso es lo que tendríamos que estar analizando y combatiendo. Aparte de que en el caso de Ripoll no podemos dejar de lado haber pasado de puntillas en la explicación oficial sobre el tema del atentado de la Rambla y Cambrils.
Me gustaría que la política lo fuera en mayúsculas y recuperara, quizás no lo ha tenido nunca, la capacidad de no hacer proclamas simplistas, atrevidas y poco "saludables" y ganara en estrategia y juego fino
La acción como reacción solo es un parche, una tirita, que a veces hace que el mal crezca más todavía. Y en este caso concreto, me incomoda que el mensaje sea que actuamos, aunque democráticamente, contra los votos que se han recogido en las urnas y que además el efecto sea el contrario del deseado. De hecho, si miramos los resultados de las últimas elecciones, y no me remito solo a estas últimas, las cifras de estos tipos de partidos van en aumento.
No es que no entienda la necesidad imperiosa de no aumentar la fuerza de los partidos de extrema derecha, pero no me parece que este sea el mejor camino para conseguirlo. Para empezar, porque no entiendo la democracia sin el respeto a los votos, y por lo tanto a los y las votantes; y, en este sentido, no me parece bien señalarlos con un "todos contra ellos" que puede ser un éxito mayor en las elecciones que tienen que venir. Y no me refiero solo a las del 23 de julio.
Me preocupa especialmente que los y las ciudadanas que votan a estos partidos acumulen más o demasiadas razones para considerar que el sistema democrático no es la mejor opción. Pensemos que el discurso que reciben de estas formaciones precisamente se nutre de esta idea y, en cierta manera, la corroboramos con la propaganda del "cordón sanitario".
De la otra, con respecto a proclamas y planteamientos antidemocráticos, hay en muchos más campos, temas y aspectos que los que tienen la patente de fascistas y eso ensucia lo suficiente el panorama como para que la falta de coherencia o la conveniencia de poner cordones en determinados temas pero no en otros haga perder fuerza y convicción.
Me gustaría que la política lo fuera en mayúsculas y recuperara, quizás no la ha tenido nunca, la capacidad de no hacer proclamas simplistas, atrevidas y poco "saludables" y ganara en estrategia y juego fino sin necesidad de manifestar el juego a cada paso que da. ¡Aunque puede ser que el juego sea otro y yo no lo haya sabido captar!