Durante esta semana habrá leído titulares, noticias, e incluso guerras fratricidas en redes sociales relativas a las guerras abiertas en las formaciones políticas al olor de las migajas del poder.
Los de Yolanda contra Irene, los de Irene, contra los de Yolanda; Alberto, que se retira, pero que vuelve; Íñigo, que aparece; Urtasun, Ione... Y Pedro, Emiliano, Lambán.
Nombres, poder, sillas.
Los resultados electorales del pasado 28 de mayo han provocado un tsunami en los grupos políticos: la desaparición de Ciudadanos, el júbilo de los populares, el despegue de Vox, Olona revoloteando sin sentido, Podemos agonizando, Sumar saltando y el PSOE noqueado sin saber bien dónde está. Un panorama entretenido para quienes miramos ya la política desde la distancia.
Una imagen que me recuerda a un hormiguero, donde de pronto han caído unas migajas de pan cerca. Si te sientas a observar, verás a las hormiguitas como locas, corriendo de aquí para allá, intentando salvar lo que puedan para llevarlo a su cobijo. Aunque lo cierto es que las hormigas saben, sin duda, organizarse mucho mejor que los políticos, no cabe duda: rápidamente establecen su fila, una de camino a las migas, otra de camino al hormiguero y una detrás de otra, de manera sistemática, van trasportando el alimento para todas.
En los partidos cada uno va a lo suyo, pasa por encima de quien haga falta, se apoya en quien considera que le puede aupar, y en algunos casos, se producen avalanchas que terminan por asfixiarles a todos sin llegar a las migas
En los partidos cada uno va a lo suyo, pasa por encima de quien haga falta, se apoya en quien considera que le puede aupar, y en algunos casos, se producen avalanchas que terminan por asfixiarles a todos sin llegar a las migas. Más o menos esta sería la descripción de las reuniones de última hora que se están produciendo durante este fin de semana en los distintos cónclaves para ver quién se quedará en los primeros puestos.
Para establecer ese orden, los nombres rebotan contra las paredes, van de acá para allá. Los ajustes de cuentas y pagos de favores se instalan en la agenda.
No hemos oído hablar de posicionamientos de carácter político que sean los causantes de las broncas y guerras internas. No. Todo son nombres, aliados, odios y traiciones.
Las divisiones internas no se están generando sobre argumentos ideológicos, ni sobre propuestas programáticas. Se están planteando única y exclusivamente sobre cuotas de poder, sobre el "qué hay de lo mío", presentando sobre una bandeja de plata el plato de "la culpa es tuya".
En Podemos, todo apunta a un final acelerado, precisamente, por las decisiones digitales (disfrazadas de asamblearias) que se iniciaron con su líder, Iglesias. Una formación que, desde su génesis, se dedicó a colocar a los colegas de un reducido grupo, y a ir cortándoles la cabeza al albur de los deseos de Pablo, según sus filias y fobias, según sus fases de amor y desamor. Poco ha durado la luna de miel que ha utilizado las instituciones para lo que han hecho otros, quizás de manera más disimulada: colocar a los suyos, sin atender realmente a su perfil ni a su capacidad, más allá de su lealtad al jefe y su plasticidad a la hora de adaptarse a lo que toque. Y por supuesto, la eliminación sistemática del que ose a discrepar. Algo que suele darse en cualquier formación, pero que en Podemos ha sido aún más evidente, precisamente porque su eslogan, su razón de ser, supuestamente, era la de luchar contra este funcionamiento de "la casta".
Los que decían venir de abajo, para asaltar los cielos y representar a los "sin voz", han demostrado, en muy poco tiempo, querer ser iguales que la casta
En el PSOE se las gastan a su manera, que es mucho más vetusta: largos años de tradición hacen de los barones y sus acólitos, un batallón especializado en hacer rodar cabezas mientras todos aguantan con los puños cerrados y disimulando, por si en otros tiempos cae alguna miga. La guerra fratricida del Comité Federal se repite, esta vez con más intensidad, como suele ser habitual ante las pérdidas electorales y sobre todo, ante el terror a seguir perdiendo. Batallas sangrientas donde, al final, siempre consiguen ganar los mismos, y van colocando a sus "indios" que les seguirán haciendo de ejército protector en próximas batallas. La duda en el PSOE es cuánto tiempo se mantendrá Sánchez, que cada vez cuenta con menos apoyos, a medida que el pastel tiene menos migas. Muy probablemente tenga ya su salto preparado y sea cuestión de tiempo ver cómo se coloca en una silla fuera de España mientras los territorios ubican a sus diputados.
Más allá de estas guerras, de los sillones, de las filias y fobias, de los indios y jefes, no hay nada. No hay debates sobre proyectos, ni autocrítica que les sirva para analizar lo que está pasando en su electorado. Nada. Un vacío absoluto de análisis sobre los problemas de la sociedad que dicen querer representar.
Y si ampliamos el foco, si vemos el gran hormiguero de la política estatal, es más de lo mismo. Los distintos partidos van corriendo de acá para allá para ver qué miga consiguen asir, sin que realmente nos planteen alternativas reales a los problemas de los que nadie habla.
Esta supuesta democracia, en realidad, es un espejismo para mantener a la población entretenida
Bastaría con analizar los movimientos internacionales que se dan en otros lares. Es más de lo mismo. Y esto debería hacernos recapacitar para darnos cuenta de que esta supuesta democracia, en realidad, es un espejismo para mantener a la población entretenida, cuando lo único cierto es que los poderes reales están muy por encima de estos pobres políticos que se nos presentan como gestores de algo. Las grandes corporaciones, los grandes intereses en la gestión de recursos y negocios son, en definitiva, quienes controlan las agendas. Independientemente del gobierno resultante en unos comicios.
Son los grandes fondos de inversión, las grandes corporaciones, quienes a través de su poder en los medios, en las propias formaciones políticas, en la banca y en distintos sectores vitales, generan opinión, generan problemas, y ofrecen sus "soluciones". Y los políticos que veremos sentados en las sillas serán, en definitiva, aquellos que sirvan para tales fines.
Desmantelamiento de la sanidad y de la educación públicas, destrozo de nuestra agricultura y sector pecuario, de la pesca, del medio ambiente; empobrecimiento sistemático de la clase trabajadora, encarecimiento de los bienes de primera necesidad. Esos son nuestros problemas, que masticamos en bolas llenas de mentiras, manipulación y engaño junto a soluciones irreales, falsas y meramente estéticas, que pretenden no enfadar a los que de verdad mandan.
Pero de esto no se habla, porque ahora, con lo que nos tienen a todos entretenidos, como un gato jugando con un ovillo, es el nombre del culo que ocupará la silla. Esa es la política que tenemos.