El 8 de agosto Salvador Illa fue investido 133 president de la Generalitat en el Parlament de Catalunya. Este domingo hará un mes exacto de su investidura. Su gobierno aún no tiene un mes de vida y, en política, es habitual conceder cien días de rodaje antes de analizar la marcha de un nuevo ejecutivo. Pero en esta columna no concedemos nada y, por tanto, haré un análisis DAFO precoz y brevísimo del nuevo Govern de Catalunya que solo el tiempo dirá si es acertado o erróneo.
Debilidades. El gobierno actual tiene algunas debilidades innatas. La primera es una mayoría precaria que le obliga a tener acuerdos parlamentarios para sostener la iniciativa legislativa. Sobre el papel no le faltarán los dos socios habituales del PSC, que son ERC y los Comuns (es decir, ICV), pero, sin embargo, estos socios tienen el riesgo de arrastrar a los socialistas a posiciones dogmáticas de izquierdas que el PSC, más sistémico y centrado, suele esquivar. Esta escora a la izquierda puede alejar progresivamente al Govern de Catalunya de los actores económicos que han recibido el nuevo gobierno con entusiasmo. La guerra de la ampliación del aeropuerto será la primera prueba de fuego. Más adelante vendrán los impuestos, la inmigración y la seguridad. La segunda gran debilidad es la dificultad evidente para alcanzar el principal objetivo de la legislatura, que es una reforma del sistema de financiación de Cataluña que, sin ser un concierto económico (como todo el mundo sabe a pesar de la propaganda), sí que sea singular y una mejora indiscutible. Han prometido que en 2026 haremos la declaración de la renta de 2025 con la Agencia Tributaria Catalana (ATC). Esto es pasado mañana en términos políticos y apuesto que no será verdad. El riesgo de que la legislatura acabe sin una financiación justa y singular es muy elevado y la responsabilidad sería exclusiva del PSC y del PSOE.
Amenazas. Las principales amenazas del nuevo Gobierno son cuatro. La primera es que un día la baraka de Pedro Sánchez termine y el PP llegue a la Moncloa, ya sea en unas elecciones anticipadas u ordinarias. Esto algún día ocurrirá. En este escenario, el Govern quedaría aislado y amputado de su principal valedor. El gobierno español se convertiría en enemigo (o adversario en el mejor de los casos) de Catalunya y la iniciativa política del president Illa quedaría truncada. El PP ya ha dicho, por ejemplo, que derogará cualquier reforma del sistema de financiación de Catalunya. La segunda amenaza es la articulación de un potente y renovado movimiento civil a favor de la independencia, que vuelva a movilizar a una parte sustancial de la ciudadanía y, de rebote, impulse a los partidos independentistas. En este escenario, "la agenda del reencuentro" socialista quedaría en entredicho y difícilmente el Govern podría afirmar que gobierna para todos los catalanes. La tercera amenaza es la implosión de ERC, un escenario que hemos visto en otras ocasiones. La pérdida del apoyo republicano o su hostilidad manifiesta dejaría al PSC en una minoría evidentísima que, si bien no supondría el fin de la legislatura, haría muy difícil sacar adelante el programa de gobierno. La última amenaza, pero no la menor, es el retorno inevitable del president Carles Puigdemont, asumiendo un rol que vaya más allá de ser el jefe formal de la oposición. Haciendo finalmente política en casa, recorriendo el país entero y buscando alianzas para fortalecer el eje central independentista en el que quiere convertir Junts, el president Puigdemont sería un elemento desestabilizador de primera magnitud para quienes pretenden “pasar página” del Primero de Octubre y el arquitecto de una candidatura posiblemente ganadora en 2028.
El retorno inevitable del president Carles Puigdemont es una de las amenazas del govern de Illa
Fortalezas. La principal fortaleza del gobierno del president Illa es que no tiene alternativa posible. Es casi inevitable que termine su mandato, dado que, en Catalunya, las mociones de censura incluyen no solo la reprobación del president vigente, sino también la elección de un nuevo president. Basta con echar un vistazo a la composición de la cámara catalana para entender que no hay ninguna mayoría alternativa posible para tumbar al president y escoger a otro. Es esta la gran fortaleza del president de la Generalitat; una vez investido, no puede ser tumbado. Los socios que le invirtieron, si se arrepienten, pueden berrear y quejarse, pero no pueden revertir su decisión. Pagaron por adelantado, sin derecho a reclamación ni garantía alguna. La única opción para no terminar el mandato sería su dimisión, una posibilidad que naturalmente ni siquiera le ha pasado por la cabeza. Su segunda fortaleza es que cuenta con un gobierno español que lo hará todo para ayudarle. El actual gobierno de Catalunya es el que tendrá mayor complicidad y apoyo por parte del gobierno español, más que ningún otro de los que le han precedido. Ni siquiera Pasqual Maragall tuvo tanto apoyo por parte de José Luis Rodríguez Zapatero. Los presidentes Pedro Sánchez y Salvador Illa están atados de manos y pies uno con otro. El éxito de uno es el éxito del otro. Y a la inversa; si uno cae fácilmente, arrastrará al otro.
Oportunidades. En un DAFO, las oportunidades son ventajas que el equipo analizado puede obtener y explotar a partir del entorno o el medio, no solo a partir de las propias capacidades. En este caso, las oportunidades que el Gobierno de Cataluña puede explotar en su favor son el saldo negativo, en los ámbitos más relevantes, que ha dejado el gobierno anterior. Después de ocho décadas, ERC logró volver a gobernar Catalunya en solitario y el balance es tan negativo que el varapalo electoral se llevó la dirección por delante. Ante esta desastrosa gestión en materia lingüística, hídrica, de seguridad, administrativa, educativa, habitacional, inmigratoria, sanitaria y de infraestructuras, el PSC lo tiene muy fácil para hacerlo mejor. Los cuadros socialistas saben gobernar; se han fogueado en los ayuntamientos del PSC, donde la gestión, a menudo, es percibida como positiva (por eso ganan constantemente). Por tanto, si lo hacen mínimamente bien, la ciudadanía puede percibir una mejora general. Lo mismo le ha ocurrido a Jaume Collboni, que sin hacer mucho (el Pla Endreça y poco más) ha mejorado la percepción ciudadana en muchos ámbitos, porque veníamos de la peor gestión municipal de toda la historia de Barcelona. Pondré un ejemplo muy sencillo; solo cambiando el nombre del Departament d’Igualtat i Feminismes por el de Departament d’Igualtat i Feminisme (del plural al singular) ya ha eliminado todas las connotaciones negativas de esta conselleria durante la última etapa y la ha reconciliado con el feminismo clásico, útil y mayoritario. Nunca eliminar una única letra había sido tan rentable.