Una improvisación de jazz y no una partitura legible. Así definen la legislatura quienes hoy estaban sumidos en sus respectivas jugadas de supervivencia a futuro. A veces suena de manera virtuosa, otras, todo es cacofonía tocada con instrumentos imposibles. El resultado de las europeas deja todo abierto a que continúe la música y el ruido. A que todo siga sucediendo a la vez hasta que solidifique el escenario nacional y catalán. El 9-J afianza tendencias, pero no acelera la agenda del PP ni el PSOE.
La barrera del 30% de los votos permite a los socialistas respirar. Es decir, continuar. Tras el calambrazo ultra en los países fundadores, Alemania, Francia e Italia, a todas vistas, Pedro Sánchez sobrevive. En los medios europeos la victoria del PP se titula por “un escaso margen”, porque, visto el resultado en escaños, de 22 a 20, es ajustado. Pero sobre todo se compara con el hundimiento de su homólogo Olaf Scholz, 14,3% frente al 30,2%, y de ahí que ambos sean los elegidos como negociadores de los altos cargos comunitarios.
En lo macro, el PSOE gana otra vida extra para continuar la legislatura, resiste el envite rabioso del PP y Sánchez gana peso en Bruselas. La decisión de Ursula von der Leyen de escorar a la ultraderecha y pactar con ese 68% de conservadores, liberales y socialdemócratas despeja el camino de Teresa Ribera en su carrera a ser comisaria. Sin embargo, mirando los datos, son todo debilidades. El PSOE absorbe prácticamente todo su espacio a la izquierda y deja a Sumar y Podemos en 5 escaños. Aun así, pierde en 46 provincias y gana en 6. Solo gana en tres comunidades: Catalunya, Navarra y Canarias. Retrocede en Andalucía, Valencia y Madrid. Pierde allí donde los liderazgos acaban de ser renovados, como en Extremadura, la primera vez en su historia. La tendencia general es de desgaste y en cada cita electoral pierde apoyos. Qué le ocurre al PSOE en lo territorial y cómo va a recuperar la competitividad es su gran tarea pendiente.
Toda crónica sobre la viabilidad del Gobierno empieza y termina en Catalunya
En lo inmediato, al PP no le ha funcionado la campaña antisanchista, esperaban más, pero siguen creciendo. Las europeas confirman que se ha entrado en un ciclo de derechas. El PP amplía base electoral en cada votación. 3 puntos de diferencia en las autonómicas del pasado mayo, más de un punto en generales, 4 puntos ahora. Pero también se cronifica algo estructural. Santiago Abascal no cede, al contrario. La derecha se divide en tres marcas, dos de ellas ultras, y multiplica apoyos. Vox gana 284.534 votos respecto a 2019, aun con la irrupción de 800.763 papeletas de Se acabó la fiesta, más ultras todavía. Con estos resultados consolidados en las europeas, el PP tiene que decidir si lo aborda o arrastra la tendencia hasta las próximas generales. De cómo llegue a esa cita marcará qué tipo de derecha gobernará el próximo ciclo.
La sorpresa —o más bien la debacle— estaba en Sumar. La dimisión de Yolanda Díaz de sus cargos orgánicos anticipa el desmantelamiento del espacio. Es posible que a futuro no quede estructura nacional salvo las marcas que han integrado Sumar. IU, Compromís, Comuns… Y un Podemos que resucita sobre 600.000 votos, traducido en dos escaños. En lo inmediato, Díaz conserva la vicepresidencia, la cartera de Trabajo y la coordinación del grupo parlamentario. A corto plazo, es provisional. La ya exlíder de la plataforma que ideó y montó no podrá mantenerse en los centros de poder. La dimisión de Díaz es una implosión en diferido del espacio a la izquierda de Sánchez, cuyas repercusiones intentarán controlar desde el Consejo de Ministros. Díaz ha llegado hasta aquí con buena reputación en la gestión de su ministerio, pero sin el apoyo de las marcas que integró a trompicones y con los recelos del Ejecutivo. Tiró la ley del suelo en el Congreso una vez salió del Consejo de Ministros. Iglesias nunca llegó a tanto, como deslizaron desde el PSOE. De cómo se reorganice el espacio, hay opciones de que termine como empezó y al final de este camino solo quede IU.
El 9-J ni tumba a Sánchez ni acelera los planes de Feijóo. Serán otros factores. Y toda crónica sobre la viabilidad del Gobierno empieza y termina en Catalunya. Para todo lo demás, el Ejecutivo cree tener tiempo para negociar futuros presupuestos y reestructurar la coalición. Al fin y al cabo, las europeas son, supuestamente, la última cita electoral del calendario reciente. El verano debería servir para afinar instrumentos. Pero no existe calma en estos tiempos. Como decían en Podemos tras sus resultados: “Hay que estar rapidísimos para sobrevivir aquí”. Y las partidas de ajedrez a tres movimientos dejan sin espacio a los jugadores tradicionales.