A pesar de lo que dicen los bots de guardia del borrasismo sobre la escasa relevancia del affaire de Dalmases, ayer dimitió —verbo de difícil práctica también por estas regiones— de sus responsabilidades orgánicas. Todo arranca de la bronca de de Dalmases a la subdirectora del extinto FAQS, de TV3, en su penúltimo programa, el pasado 9 de julio en los camerinos de los invitados. Parece que la entrevista no fue del gusto de de Dalmases —ni tampoco de Borràs— y el primero tuvo un comportamiento incorrecto con la subdirectora del programa, hasta llegar a perder los nervios, en palabras del informe de la miembro del comité de garantías de JuntsxCat, la experta abogada Magda Oranich.
En primer lugar, llama ya la atención que se pacten las preguntas y el tono en una entrevista a un personaje público. Así se convierte el periodismo en una sesión de baño y masaje, en un publirreportaje, y se defrauda el derecho fundamental a la información de los ciudadanos, de quienes los periodistas son los facilitadores, no los titulares. En segundo término, resulta más chillona todavía la reacción del causante de este alboroto de criticar el informe, confundiéndolo con un expediente y vertiendo descalificaciones sobre miembros del comité de garantías.
Para acabar de arreglarlo, la misma Oranich, que en su carrera las ha visto de todos los colores, desde uniformados con sable encima de la mesa en salas de justicia decoradas con retratos de fascistas, con personajes concordantes, ha denunciado de manera contundente las presiones recibidas por parte de Borràs en favor de su colega y vicepresidente del partido, el tan mencionado de Dalmases. Obviamente, Oranich ni se ha arrugado ni ha temblado: demasiados trienios luchando contra abusadores para sucumbir ahora a un malestar torpemente expresado.
Por si todo esto fuera poca cosa, el informe del caso, de cinco folios y medio, se ha filtrado, filtración de la cual nadie acusa a su redactora. O sea que la filtración proviene de miembros de órganos de la dirección del partido. Y por si faltara algún elemento más, el secretario general, Turull, como al parecer se ha convertido en una costumbre, no ha dicho ni mu, mientras otros miembros de la planta noble sí han hablado y han puesto a Magda Oranich entre los pies de los caballos.
Todo esto —más allá del caso, que a estas alturas no ha acabado, ya que falta todavía el dictamen de la Comisión del Estatuto del Diputado del Parlamento de Catalunya, que dictaminará si de Dalmases ha incumplido con su actuación el Código Deontológico de la Cambra—, pone de manifiesto que, como mínimo tanto la transversalidad ideológica que proclaman los estatutos de Junts como la radicalidad democrática —se supone que en defensa de los derechos de todo el mundo, de dentro y de fuera del partido— resultan tareas difíciles de llevar a cabo. Como todos los principios, son fáciles de anunciar, pero resulta un puro picar piedra llevarlos a cabo.
Lo que demuestra este relato —esto sí que es un relato y no el cuento del marketing político— es que de bien avenidos y de buen compañerismo en Junts no se diría que sobre mucho. Viven en un Dragon Kahn en movimiento y sacudidas perpetuas. No es bueno para el partido, y menos todavía para el país.
No haber hecho ver a de Dalmases al día siguiente del incidente que se tenía que disculpar de forma seria y contundente ante la periodista afectada, el programa en cuestión, la dirección de la cadena y los telespectadores, nos ha llevado hasta aquí, a un estertor al cual no se le ve el final. Y si no se quería disculpar con toda la energía del mundo —no digo sinceramente, pues no es lícito entrar en el fuero interno—, se disculpa el partido y el interesado pasa a mejor vida política. No hacer eso es mantener viva la coalición de los débiles y, por lo tanto, encolerizados, en detrimento de la ciudadanía. Mantenerse así en el poder constituye un triste servicio a la causa de la democracia y un ejemplo pésimo de comportamiento político.