¿Os imagináis a alguien como Carlos Mazón —de ineptitud contrastada— o Sílvia Orriols —alcaldesa-tuitera monotemática— gestionando un ataque preventivo de la URSS, quiero decir, de la Rusia de Putin, sobre las decadentes democracias woke de Europa occidental? ¿Y os imagináis que eso pasa con Trump, Vance y Musk engullendo palomitas como si no hubiera un mañana mientras los misiles rusos hunden la Tour Eiffel, el Big Ben y, ay, nuestra Sagrada Familia? Pues no estéis tan seguros que es una fantasía o un sueño húmedo o un flipe del articulista porque ya ha saltado la alarma. Desde hace pocos días, ya tenemos el kit europeo que nos mantendrá sanos y salvos ante cualquier contingencia o emergencia crítica en las fronteras de la Unión, ya sea hombre o virus, pájaro o dron. Eso sí, el botiquín anti-todo y espabílate como puedas tiene un pequeño problema: solo salva durante 72 horas. El último, que apague el móvil.
Nada que ver, esto del kit, con los antiguos búnkers antinucleares de la Guerra Fría, donde podías esperar un siglo o dos tranquilamente que escampara la lluvia radiactiva, la que siempre cae después de la bomba, para volver a ver el sol. Cuando por fin sacabas la cabeza fuera, te dabas cuenta de que estabas en el Planeta de los Simios, y, entonces, volvías al escondite de hormigón armado para seguir esperando. En el apocalipsis post-posmoderno, los roles en el tablero global han cambiado y, especialmente, el del amigo americano, que ahora se entiende con los rusos y toda la internacional ultra del Viejo Continente, desde Orbán a Abascal, lo cual ha dejado Europa, la viejísima Europa, con el culo en el aire. El amigo americano, el de las películas de la II Guerra Mundial que ponían en la tele de los boomers, en el canal entonces único, es ahora un primo peligroso que te puede birlar una petrolera como Repsol o montarte un desembarco de Normandía pero al revés empezando por Groenlandia.
Ahora que el título del libro de Alexis de Tocqueville La democracia en América, una biblia de la separación y el control de los poderes y la lucha contra la dictadura de la mayoría, ha devenido un sarcasmo, es natural que todo se tambalee y las seguridades tiemblen. ¿Qué podemos hacer? Quién lo iba a decir, pero la solución creativa puede pasar por construir un eje París-Berlín-Pekín con parada en Madrid. Aquí también se ha producido una inversión radical, un giro copernicano en el imaginario colectivo: el pérfido Fu Manchú, el arquetipo del oriental malvado desde los tiempos del cine mudo, ahora puede ser el nuevo salvador de Europa ante la amenaza trumpista-putinista. Da igual que el régimen chino se parezca a un inmesno cuartel con luces de neón capitalista en el que un gran hermano digital controla a los ciudadanos noche y día por si, en la mejor tradición del partido (comunista), conviene reeducarlos. La cuestión es que la opción China gana bastante en las aturdidas cancillerías europeas.
La estrategia castizamente catalana de no poner todos los huevos en el mismo cesto ha saltado por los aires: o estás con Trump o estás contra Trump. Y si estás contra Trump estás con Hamás
La historia se repite. Y si en los años sesenta eran los jóvenes revolucionarios europeos de izquierdas (presuntamente) comunistas que se hacían maoístas porque Moscú se había relajado demasiado en su ortodoxia después del traspaso del camarada Stalin, ahora son las aterrorizadas democracias liberales de Europa las que miran hacia Pekín. El escenario global obliga a tomar partido. Y si el juego es la polarización —estás conmigo o contra mí— no valdrán las medias tintas, también en los escenarios locales como el catalán o el español. La estrategia castizamente catalana de no poner todos los huevos en el mismo cesto ha saltado por los aires: o estás con Trump como proclaman los ideólogos de Sílvia Orriols en X, o estás contra Trump. Y si estás contra Trump estás con Hamás aunque te tengas que comer a Putin, se sobreentiende. O lo tomas o lo dejas. Este es el frame que vende el trumpismo catalán. Hacen trampa. Pero es difícil no caer en ella. Por eso, también Junts, como ponía de manifiesto de nuevo el Barómetro del CEO, y el PP, tienen problemas en la frontera electoral que comparten con AC o Vox. ¿Quién, desde la derecha o el centroderecha liberal, osa ponerse en contra de Washington, por más bestia que sea Trump, en un tablero global que él mismo ha puesto en estado de shock? El miedo es el arma del matón global y actua como un gas paralizante.
El presidente espanyol, Pedro Sánchez, siempre más listo que nadie, estará dentro de pocos días en la capital china, donde lo recibirá el presidente Xi Jinping. Sánchez, ignorado y despreciado por Trump, se erigirá en una especie de enviado de Bruselas para explorar una alianza con Xi, el único líder global capaz de mantener a raya a americanos y rusos. Así que tenemos el kit antiPutin y tenemos el Adelantado Sánchez haciendo negocios con el emperador de la China en plena guerra mundial de los aranceles. Como decían en la pandemia, a fe que somos la ostia y todo irá bien.