Mientras Mariano Rajoy daba su siniestro mitin de arranque de la campaña del no en un hotel de Barcelona este viernes, dos funcionarios de la Guardia Civil, dos empleados cuyo sueldo también lo pagan los "independentistas" -es decir, los ciudadanos residentes en Catalunya partidarios de la independencia que, exactamente igual que los que no la quieren, contribuyen hoy por hoy con sus impuestos al sostén de la Hacienda del Reino de España-, dos guardias civiles, digo, vestidos de paisano, llamaban a la puerta de la redacción de El Nacional para notificar a la dirección y la empresa editora por orden de la jueza que el diario no puede publicar publicidad del referéndum del 1 de octubre. Y que, de hacer caso omiso, los responsables del medio podrían incurrir -señala el escrito judicial- en responsabilidades penales.
Mientras los dos guardias hacían su trabajo, nosotros seguíamos con el nuestro: es decir, informando los lectores en tiempo real de que teníamos la Guardia Civil en casa como acababan de tenerla El Punt Avui y Vilaweb y después Racó Català y Nació Digital. La próxima vez podría ser que el nivel de suspensión de hecho de las garantías constitucionales que el gobierno de Mariano Rajoy ha empezado a aplicar en Catalunya para parar el referéndum del 1 de octubre, lo más parecido a un Estado de Excepción encubierto que se ha declarado en España desde la muerte del dictador Francisco Franco, haya subido un grado más... y en la pantalla de El Nacional os aparezca el símbolo del instituto armado -la corona real, la espada y el haz de líctor entrelazado con el hacha- como nuevo administrador de la web, tal como ha empezado a pasar a los sites del referéndum del Gobierno y las entidades soberanistas.
Mientras Mariano Rajoy daba su siniestro mitin de arranque de la campaña del no en un hotel de Barcelona, escoltado por la ministra de Defensa, Dolores de Cospedal, la de Sanidad, la catalana Dolors Montserrat y la plana mayor del PP local, ante un auditorio de viejas glorias como el ministro de la Operación Catalunya, Jorge Fernández y unas decenas de ancianos, la Guardia Civil confiscaba 100.000 carteles de la campaña del sí al referéndum en una imprenta de Poblenou. Después de una semana de dar vueltas desde Valls a Sant Feliu de Llobregat pasando por quien sabe donde, los sufridos guardias finalmente podían hacer una ofrenda en el altar de la patria. La detención de yihadistas, por lo que parece, queda para los Mossos. Y así como no hace tanto tiempo a los presidentes de los gobiernos españoles -también los del PSOE- exhibían en los mítines sus éxitos en la lucha contra el terrorismo de ETA -un comando detenido, un zulo lleno de armas y/o "abundante documentación", que era la fórmula que siempre utilizaban en la nota de prensa del ministerio del Interior-, Rajoy exhibe ahora los 100.000 carteles de la campaña del sí confiscados a Puigdemont y Junqueras. Rajoy está aplicando a la Catalunya "indepe" el esquema de Aznar en el Euskadi de finales de los años noventa contra ETA y sus apoyos civiles. No en balde, en estos tiempos que corren, las urnas y las papeletas pueden hacer bastante más daño que el amonal y las metralletas.
Mientras Mariano Rajoy daba su siniestro mitin de arranque de la campaña del no este viernes en un hotel de Barcelona donde advertía desencajado al presidente de la Generalitat y todo el mundo que le sigue que "no me obliguen a hacer lo que no quiero hacer", es decir, a detenerlo, los ciudadanos y las ciudadanas de Catalunya empezaban a darse cuenta de que el Gobierno del PP había intervenido las finanzas de la Generalitat. El presidente del Gobierno español tenía razón cuando este verano decía que no había que aplicar el artículo 155 de la Constitución, demasiado complicado. A diferencia de Puigdemont, a quien el TC anula ipso facto cualquier ley o decreto de desconexión a instancias del PP, Rajoy no tiene nadie que le recurra sus inconstitucionalidades, como ahora, la anulación por decreto de la autonomía financiera de una comunidad autónoma con carácter preventivo (y sin que conste debate de ningún tipo en el Congreso de los Diputados o en cámara parlamentaria alguna, ¿verdad, Miquel Iceta?)
Rajoy ha suspendido de facto los derechos de expresión y reunión de todo el mundo, no sólo en Catalunya sino también en todo el Estado
Con la prohibición de la campaña del 1-O, Rajoy ha suspendido también de facto los derechos de expresión y reunión de todo el mundo, no sólo en Catalunya sino también en todo el Estado -como demuestra la prohibición y/o suspensión de actos a favor del referéndum catalán en Madrid, Gijón y Vitoria-. He dicho "de todo el mundo" y no sólo "de los independentistas" porque si mis amigos del no e incluso los contrarios al referéndum cambian de opinión, por la razón que sea, también estarán en riesgo de ser incriminados si aceptan ser miembros de una mesa electoral o, simplemente, participar en la votación o acercarse a un mitin como los que ya han sido suspendidos por orden de la policía. Es a partir de este lunes, cuando se da el paso, que las policías, no sólo la Guardia Civil sino todas ellas, los Mossos incluidos, tienen órdenes de "distinguir" entre independentistas y no independentistas. Como nos enseña el filósofo italiano Giorgio Agamben, en la raíz de "la ley" siempre está el mecanismo de exclusión-inclusión que delimita el Estado de excepción. Está "fuera de la ley", en el territorio donde la ley queda suspendida, y, a la vez, incluido en ella. "No me obliguéis a hacer lo que no quiero hacer".
Cuando te mandan a la Guardia Civil a casa, las equidistancias se vuelven de mal llevar, en el periodismo, en la política, y en la vida
Este sábado no he sabido encontrar en El País ni en ningún diario español "serio" un editorial hablando del "golpe de Rajoy" como hablaban hace dos semanas del "golpe de Puigdemont". Pero ya se sabe que, en circunstancias como las actuales, cuando te mandan a casa la Guardia Civil y el debate se empieza a desplazar del sí o el no a la independencia al sí o el no a la democracia, las equidistancias se vuelven de mal llevar, en el periodismo, en la política, y en la vida. Hablamos de todo ello con una pareja de amigos, independentistas. Les he dicho que una parte del soberanismo ha subestimado no la capacidad de respuesta del Estado español, es decir, de la cuarta o quinta economía de la zona euro, sino de Rajoy. Rajoy ha cruzado sus (presuntas) líneas rojas y no le da ninguna miedo la foto de la Guardia Civil retirando urnas en la portada del New York Times porque si el referéndum sale adelante, él y España se van a la mierda.
A Rajoy no le da miedo la foto de la Guardia Civil retirando urnas porque si el referéndum sale adelante, él y España se van a la mierda
Cuando nos íbamos a despedir, en medio de la calle, mi amiga ha mirado discretamente alrededor que nadie nos escuchara y me ha dicho, en voz baja, "esta noche la gente colgará carteles". En voz baja. Y se me ha hecho inevitable pensar que hemos vuelto 40 años atrás; se me ha hecho inevitable revivir los fantasmas de los tiempos de mis padres y mis abuelos; de aquella España que siempre expulsa lejos a la mitad de ella misma. Aquella España siniestra como el mitin con que Rajoy ha empezado la campaña del no este viernes en Barcelona. Como dijo Sartre, estamos condenados a ser libres. Por eso siempre los habrá que preferirán seguir siendo esclavos.