Si estuviéramos en la vieja república romana, los veteranos Xavier Trias y Ernest Maragall, o Xavier Trias y Jaume Collboni, bien podrían compartir el consulado para gobernar la ciudad de Barcelona después de las próximas elecciones municipales. Los cónsules eran dos magistrados elegidos para un año de mandato y tenían que ser forzosamente dos. Les correspondía la dirección del estado y del ejército en campaña y ostentaban imperium, es decir, poder ejecutivo. También eran epónimos, daban nombre al año. Con el imperio, a partir del gran Augusto, fueron perdiendo atribuciones y se convirtieron en figuras simbólicas, meras piezas decorativas en la liturgia del poder romano.

Xavier Trias y Ernest Maragall, Ernest Maragall y Xavier Trias. El uno, el último alcalde de la Barcelona pre-Colau (2011-2015); el otro, cerebro y maquinista del ayuntamiento que dirigía su hermano, Pasqual, el añorado alcalde olímpico (1982-1997). Trias y Maragall, ambos miembros, además, de diferentes gobiernos que se reunían en el palau de la otra cara de la plaza Sant Jaume, la Generalitat. Y, como los primeros cónsules romanos, dos patricios barceloneses, de similar extracción social, dos hijos de la misma burguesía, demócrata, catalanista y progresista, y, por ello o a pesar de ello, militantes de toda la vida en CiU y el PSC, las dos grandes fuerzas rivales de la Catalunya de después de Franco. El uno, Trias, aspirante a recuperar la vara ahora como candidato de él mismo más que de Junts per Catalunya, empeñado en resucitar una política y un tiempo y quizás un partido, Convergència, que ya no existe. El otro, Maragall, piloto de lujo, si bien ha perdido gas, en otro partido, ERC, que nunca fue el suyo. A Trias (76) y a Maragall (80) se les señala porque son dos yayos —y lo escribo con respeto— pero los cónsules de la antigua Roma tenían que tener al menos 42 años para ser elegibles, edad que era casi un milagro alcanzar en aquel lugar y en aquel tiempo. Que Trias y Maragall opten de nuevo a la alcaldía en la senectud —el primero, con bastantes posibilidades de ganarla— en realidad hace envejecer a casi todo el resto de candidatos y candidatas.

En el fondo, es tan sociovergente una alianza Trias-Maragall, Maragall-Trias para gobernar Barcelona, como un ticket Trias-Collboni o Collboni-Trias. Pero no lo es, en cambio, un acuerdo Trias-ERC y sí que lo es un pacto Trias-PSC

Tanto a Trias como a Maragall les fastidia en parte el partido que los acompaña, aunque lo necesitan. En el fondo, es tan sociovergente una alianza Trias-Maragall, Maragall-Trias para gobernar Barcelona, como un ticket Trias-Collboni o Collboni-Trias. Pero no lo es, en cambio, un acuerdo Trias-ERC y sí que lo es un pacto Trias-PSC. He ahí la otra opción de consulado, el acuerdo entre el exalcalde de CiU y el alcaldable socialista y, en términos de plausibilidad, seguramente el más factible. En el baile de los pactos que sí o sí se abrirá después de las elecciones municipales del 28 de mayo pasado solo se pueden descartar, hoy por hoy, dos escenarios: un gobierno con Colau en la alcaldía por tercera vez con el apoyo de Trias o un acuerdo a dos Maragall-Collboni o Collboni-Maragall. En las últimas horas, Maragall ha descartado hacer alcaldesa a Colau, quien, con la ayuda del xenófobo Valls y de Collboni, le birló la alcaldía que ganó en voto popular en 2019. En eso, Maragall coincide, aunque llega un poco tarde, con Trias, pero no creo que los dos digan lo mismo aunque lo parezca. Quizás sí que Maragall no investirá a Colau, pero está por ver que no la invista su partido de la misma manera que fue su partido, ERC, quien decidió votar los presupuestos de la alcaldesa que Maragall no quería votar y de los cuales todavía abjura, dice, sin despeinarse, porque no se han aplicado bien.

Trias es hoy por hoy el mejor situado en las encuestas aunque los últimos trackings de otros partidos me aseguran que han detectado que retrocede y que Colau se recupera y ya lo ha pillado. Como no estamos en la República romana, el pronóstico de servidor es que será Colau o será Trias y, por lo tanto, la única posibilidad real que tienen Collboni y Maragall de alcanzar la alcaldía es desplazar al candidato de Junts como primera alternativa a la alcaldesa. Trias, que juega con las cartas sobre la mesa, ya ha adelantado que si él no queda por delante, votará a cualquiera de los otros dos aspirantes, Collboni o Maragall. En Barcelona, las elecciones son una especie de doble vuelta en una sola votación, y de aquí seguramente su complejidad: obviamente, se trata de un plebiscito sobre Colau (Colau sí, Colau no) pero la alternativa depende de una elección paralela con dos/tres aspirantes: Trias —el mejor colocado—, Collboni y, en último término, Maragall.

En Barcelona habrá una especie de doble vuelta en una sola votación: un plebiscito sobre Colau y una elección paralela de la alternativa entre dos/tres aspirantes

Los que en cierta manera nos consideramos todavía ciudadanos de la vieja Roma —civis romanus sum—​, tanto en Occidente como en Oriente, pensamos que Barcelona necesita dos cónsules porque, ante los retos que vienen, no será suficiente con un solo alcaldable ni para relevar a Colau ni para reavivar el orgullo herido de la capital del pequeño y desdichado imperio catalán. La ciudadanía tiene derecho a saber con quién se jugará su bienestar los próximos años. El doble consulado, la coalcaldía o alcaldía compartida puede ser una buena opción para una Barcelona falta de un terreno neutral donde reinventarse a partir de rehacer consensos e imaginar nuevos futuros. Aunque los votos vayan a una sola papeleta, el mejor ticket ganará en Barcelona el 28-M y, a la vez, será la mejor garantía para alejar del escenario acuerdos tramposos, tentaciones inconfesables y trapicheos de despacho de dudoso provecho para el común, o sea, la ciudadanía, y nula ejemplaridad democrática.