Las bases de ERC son más junqueristas que roviristas, pero no mucho. Oriol Junqueras podrá volver al despacho de presidente del partido en la sede nacional de la calle Calàbria de Barcelona que dejó en junio, pero le ha costado dos votaciones y el apoyo final que ha alcanzado en las primarias congresuales de ERC es más bien discreto: un 5 bastante pelado. Mientras de una a la otra ronda el de Sant Vicenç dels Horts ha incrementado sus apoyos en poco menos de un 4% —del 48,3 al 52,2% este sábado, unos 280 militantes más—, la candidatura rival, encabezada por Xavier Godàs, eso sí, con todo el rovirismo-aragonesismo detrás, ha pasado del 35,3% al 42,2%, un incremento del 6,9%. El resto, parte de los votantes de Foc Nou, la lista descabalgada en la primera vuelta que no se han decantado ni por Junqueras ni por Godàs, y los octubristas, han reunido un 5,6%, un 1,9% más que hace quince días. En resumidas cuentas, Junqueras ha ganado bastante bien a Godàs, con 10 puntos más de apoyo de la militancia, pero la ruptura con Rovira ha partido el partido por el medio. De entrada, mal asunto. 

¿Qué sucederá a partir de ahora en ERC? Junqueras es consciente de que recoser el partido no será coser y cantar. La oposición interna, nucleada por la lista de la Nova Esquerra Nacional de Godàs, ya ha advertido que nada será igual a partir de ahora: es decir, que Junqueras ya no es Dios. El ahora de nuevo presidente entendió perfectamente el mensaje la misma noche de las votaciones. Y respondió a la defensiva: "Solo hay un partido, que es Esquerra Republicana de Catalunya. El tiempo de las candidaturas se ha acabado". O, lo que es lo mismo: el partido somos todos, pero algunos —los ganadores— un poco más que otros. De las palabras de Godàs, no obstante, se deduce que la escisión parece descartada y que el objetivo es condicionar las políticas del partido desde dentro. Pero de las de Junqueras se infiere la determinación de pasar del "recoser" de la campaña al "soldar" la unidad interna a prueba de díscolos. Veremos hasta qué punto el inquietante aviso que lanzó durante la campaña en Olesa de Montserrat, "no coser ninguna herida que previamente no hayamos limpiado", deriva en la purga que temen, sobre todo, los cargos del rovirismo-aragonesismo en las instituciones, singularmente en los grupos parlamentarios en Barcelona y Madrid.

Por otro lado, la comisión de la verdad anunciada por Junqueras para investigar hasta el fondo los turbios asuntos de la B, es decir, de las oscuras campañas de los carteles de los Maragall, los mariachis y lo que no sabemos, puede añadir todavía más temperatura a una olla ya bastante caliente. De entrada, los de Godàs, agarrados como a un clavo ardiente a la comisión de garantías del partido —incapaz hasta ahora de sacar nada en claro—, ya advierten que no admitirán ninguna investigación de un órgano paralelo. Finalmente, habrá que ver hasta dónde llegan los matices sobre la estrategia del partido que han emergido en la campaña interna, entre un Junqueras que continúa aspirando a "ampliar la base" en los feudos electorales socialistas y exconvergentes y un Godàs que mira hacia "la izquierda nacional", la CUP y los Comuns, para construir una mayoría que hasta ahora siempre se ha quedado corta.

La unidad estratégica con Junts y Puigdemont, de la que tanto recela Junqueras, es la única arma que tiene hoy el independentismo para parar los pies a Sánchez

Si este podría ser un dibujo aproximado de puertas hacia dentro de la ERC que sale del congreso, de puertas afuera habrá que ver qué cambios se producen en la relación con las otras fuerzas políticas y, singularmente, con los socialistas y Junts. Ahora mismo, la diferencia fundamental entre los unos y los otros es que mientras ERC arrastra las mochilas de Pedro Sánchez y Salvador Illa, los de Carles Puigdemont están en disposición de dejar en el aire la legislatura española si el de la Moncloa sigue sin cumplir acuerdos. Habrá que ver hasta qué punto la presión de Junts al PSOE puede mover a ERC a subir también el listón de la exigencia a los socialistas. Es posible que veamos a Junqueras exigir a Sánchez e Illa el cumplimiento por adelantado de los acuerdos con ERC antes de abordar otros nuevos, como ha venido anunciando. Pero es la unidad estratégica con Junts y Puigdemont, de la que tanto recela Junqueras, la única arma que tiene hoy el independentismo para parar los pies al inquilino de la Moncloa.

¿Retorno a la casilla de salida? Quizás. El hecho es que ni la militancia de ERC ni la de Junts en su también reciente congreso han querido enviar a casa a los dos grandes líderes del procés, el uno todavía inhabilitado y el otro en el exilio, contrariamente a lo que pide una parte del independentismo que se siente traicionado y abandonado. En todo caso, ya no estamos en 2017. Junqueras ya no es el líder indiscutido de una ERC profundamente fracturada ni Puigdemont pudo galvanizar y mantener la hegemonía independentista en las urnas en las elecciones del mayo pasado, lo cual llevó al socialista Illa a la presidencia de la Generalitat. ¿Última oportunidad? Prorrogada o aclarada la cuestión de los liderazgos en Junts y ERC, dependerá de un nuevo reparto de las cartas entre Junqueras y Puigdemont, entre Puigdemont y Junqueras, que el independentismo pueda volver a ser operativo. Recoser el país, como dijo Junqueras en la entrevista de El Nacional, además del partido, también pasa por aquí.