Mientras decide si libera o no el incremento de las pensiones y las bonificaciones del transporte público que mantiene congeladas —lo puede hacer mañana mismo en el Consejo de Ministros— después del no de Junts al decreto ómnibus, que es lo mismo que decir a su soberbia, Pedro Sánchez sigue haciendo trampas que son alguna cosa más que retórica politiquera y enredos semánticos. La última consiste en erigirse en bastión europeo contra la “tecnocasta”, es decir, los multimillonarios tecnológicos encabezados por Elon Musk a quienes, ciertamente, Donald Trump ha entregado el control de nuestras vidas. Si hace 15 años Pablo Iglesias acuñaba el término “casta” para señalar al enemigo a batir en su cruzada contra los partidos del régimen del 78, Sánchez añade ahora el prefijo “tecno” y resetea así el concepto de Podemos para adaptarlo a los tiempos que corren. Tiempos en los que la política, ciertamente, está mutando en tecnopolítica a la velocidad de la luz. Si antes mandaban las encuestas, ahora lo hacen los algoritmos y quien diga lo contrario engaña tanto como Sánchez.

Sánchez engaña porque en el mundo moldeado por la tecnología todos trabajamos para la megamáquina, que dijo Lewis Mumford, o el engranaje, das Ge-stell, como lo caracterizó Heidegger. Él también. Y así, lo peor de la tecnocasta, la que representa el cofundador de Paypal Peter Thiel, opera empresarialmente en el Estado español con una filial desde hace años y cobra del gobierno de Pedro Sánchez. En plena presidencia española del Consejo de la Unión Europea, en octubre de 2023, el ministerio de Defensa adjudicó un contrato por valor de 16.540.000 euros a Palantir, la principal empresa de Thiel. ¿Y a qué se dedica Palantir? Pues no precisamente a defender la democracia.

El objeto del contrato, a tres años, según reveló en su día el digital Newtral, es una solución informática para que las fuerzas armadas españolas puedan utilizar Gotham, un software de análisis de datos e inteligencia militar. El espionaje, quién lo iba a decir, es la especialidad de Palantir, relacionada desde sus inicios en 2003 con la CIA y el Pentágono y considerada una de las tecnológicas más opacas y rentables del mundo. Gotham es un sistema operativo desarrollado por IA que sirve para crear perfiles únicos de personas agregando datos de diferentes registros, públicos y privados. Amnistía Internacional acusó a Palantir de violaciones de los derechos humanos después de que en 2017 la primera administración Trump utilizara Gotham para detener a padres y cuidadores de niños migrantes no acompañados. En 2020, en plena pandemia, Palantir ya ofreció sus servicios al Gobierno Sánchez para luchar contra el covid-19.

Si Sánchez es coherente, tendrá que revocar el contrato del ministerio de Defensa con Palantir, la empresa de espionaje del señor más oscuro de la "tecnocasta"

Feo, Pedro, feo. Porque, además, la tecnocasta que contrata con el ministerio de Defensa español es la peor de la peor. Peter Thiel, el malo más malo de la galaxia de archimillonarios techies que rodea a Trump, fue el único tecnomagnate de Silicon Valley que en 2016 apostó por el ahora presidente por segunda vez. También financió la carrera como senador del no menos siniestro J. D. Vance, quien, oh casualidad, se acaba de convertir en el vicepresidente de Trump. Ya hace unos cuantos años, en 2009, Thiel escribía en el artículo The Education of a Libertarian: “ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles”. También afirmaba que la política y la tecnología están en una “carrera mortal” y que “el futuro será mucho mejor o mucho peor, pero la cuestión continúa abierta”. A Thiel se lo vincula con el movimiento de la Neorreacción (NRx) o Ilustración oscura, que, abanderado por el filósofo británico Nick Land, promueve una especie de tecnocracia autoritaria que dirija los países como una empresa con un CEO al frente.

Curiosamente, NSO, la compañía israelí creadora de Pegasus, el software con el que se espió a dirigentes y activistas del independentismo catalán, también ofreció sus servicios al Gobierno durante la pandemia, como Palantir. En todo caso, la pregunta es si Sánchez revocará el contrato que firmó su ministerio de Defensa con Palantir, la megacompañía de datos y espionaje de Thiel. Si tan coherente es, ya tarda en llamar al señor más oscuro de la tecnocasta. Lo contrario se tendrá que interpretar como un episodio más del lanzamiento continuado de bombas de humo para mantener en el congelador el incremento de las pensiones, renovar la bonificación del transporte público o hacer efectivas las ayudas para paliar los efectos de Dana. Thiel o Musk, a caballo de Trump, son la expresión del problema de la época, la relación entre tecnología y democracia. Pero Sánchez, más preocupado por hacer de imitador de Pablo Iglesias contra el tecnopoder global que de los pensionistas y los que viajamos con Rodalies Renfe, se está convirtiendo en el problema nuestro de cada día.